En Villa Ortúzar, una zona residencial y con poca oferta de este tipo, se inauguró el año pasado el Centro Cultural “Totem”. Durante la pandemia, un terreno baldío fue reconvertido en un espacio para desarrollar actividades sociales, deportivas y artísticas, y también gastronómicas.
Por Mateo Lazcano
Lejos de los negocios de moda o marketineros, Cristian y María apostaron a la creación de un centro cultural en Villa Ortúzar. Una apuesta ambiciosa, en un barrio residencial en la que escasea la oferta de este tipo. Esta iniciativa tiene como objetivo la realización de actividades sociales, deportivas y artísticas, a la que suman la gastronomía.
El espacio, bautizado “Tótem”, fue inaugurado el 19 de diciembre del año pasado. Está ubicado en Avenida de Los Incas 4018, a pocos metros de la calle Plaza. Aquella fecha marcó el final de un extenso proceso iniciado en 2020, antes de la llegada del coronavirus.
“Hace dos años que tenemos la posesión del lugar y empezamos el proyecto. Era un terreno baldío y estuvo durante 45 años tapiado. Era de un señor que falleció, y como no tenía herederos, el Gobierno de la Ciudad lo sacó a remate. Así lo compramos. Primero lo pensamos como una inversión para luego poder venderlo” relata Cristian.
(Nota del editor: las propiedades sin herederos pasan al dominio de la Ciudad de Buenos Aires. Los bienes que componen la herencia vacante deben ser enajenados en público mediante remate a través del Banco de la Ciudad. Los recursos obtenidos integran el Fondo Educativo Permanente)
Pero el resultado, con ese objetivo a la vista, no fue el esperado. “Lo publicamos un par de veces y no pasó nada. Quedó como un depósito, probamos con una venta de garaje, y tampoco tuvimos éxito. Como tenía un restobar en Caballito, que tuvimos que cerrar en cuarentena, mudamos todas las cosas para acá. Por suerte para ese momento ya habíamos puesto el techo. Ahí nos decidimos por esta idea y fuimos a fondo”, prosigue el relato de Cristian.
La idea de instalar un espacio cultural fue más bien pragmática, explican. “Elegimos esta alternativa primero porque en la zona no hay nada, y era lo que mejor encuadraba. No queríamos hacer de nuevo un restobar. Y como me dedico a las artes marciales, quería ver cómo dar mis clases, era lo que más cerraba”. Además, le sumaron la gastronomía, que quedó a cargo de María, nacida en Brasil y especialistas en comidas típicas de su país, uno de los atractivos de “Tótem”.
“Estuvimos toda la pandemia trabajando. No había piso, ni techo, ni baño”, relata Cristian. La demora en su inauguración tuvo que ver con lo burocrático. “Tardó un año y medio la habilitación”.
Foto: agosto de 2020
“Tótem” tiene un especial foco en la decoración compuesta de objetos antiguos como flippers, rockolas, bicicletas, cuadros y cartelería antigua. “No es una acumulación, tiene un sentido. El estilo del lugar es propio”, cuenta Cristian.
El nombre del lugar tampoco es casual. “Un tótem representa el espíritu de la gente. En las civilizaciones antiguas, y también hoy, es algo que simboliza a ciudades y personas (en vida o fallecidas). Y se nos ocurrió porque queremos que el lugar represente el espíritu nuestro”.
Cristian y María esperan ahora con ansias el final del período estival, para poder dar comienzo a las actividades. “Vamos a arrancar en febrero con tango y en marzo con teatro. Cuando se sumen más alumnos, agregaremos también zumba”. Además de artes marciales y defensa personal, y confirmaron una escuela de coaching, sábados y domingos todo el día.
Desde lo gastronómico, atienden todos los días desde el atardecer. Y cuando se reinicie el campeonato de fútbol, los vecinos y vecinas podrán acercarse a “Totem” para seguir las transmisiones televisivas. “No vemos la hora de llenar el lugar de gente y actividades”, cierran, con el impulso de quienes ven coronar el anhelo de largos meses de dedicación.