Entrevista a los directores de “El Ñandú”
Jorge Montanari y Francisco Godinez Galay están filmando una película que retrata el recorrido de un vecino del barrio en busca de una anécdota de su infancia: desde el patio trasero de la casa de su abuela en Villa Pueyrredón se podía observar un ñandú que se hallaba en un terreno lindero.
Por Ana Colombo Blanco
Marcel Proust, autor de “En busca del tiempo perdido”, evoca sus recuerdos al mojar una magdalena en el té que bebía. Para el escritor francés, que encontraba su creatividad bloqueada, la magdalena lo llevó a escribir los siete tomos de una de las obras más influyentes en la literatura del Siglo XX. La memoria involuntaria parece activarse ante ciertos disparadores que ocupan un lugar significativo dentro del universo simbólico de cada persona.
En el caso de Jorge Montanari, mientras realizaba el programa de radio “Bola Sin Manija” escuchó la palabra zarzaparrilla, que lo transportó en forma inmediata al barrio de su infancia, Villa Pueyrredón y a la casa de su abuela.
El arbusto de tallos delgados inició la catarata de recuerdos que derivó en el rodaje de la película El Ñandú. En los recuerdos de Jorge, en el patio trasero de su abuela, al correr la ligustrina de zarzaparrillas, podía observar el terreno de un vecino que poseía un ñandú.
Comentó en el programa esta anécdota con su compañero y comenzaron a buscar si existían registros en la web. Francisco Godinez Galay, compañero del programa radial, relata como fue surgiendo la idea del documental: “Jorge empezó a buscar en Google sobre el ñandú en Villa Pueyrredón y no aparecía nada. Me propuso ir al barrio a buscar quien se acordaba del ñandú. No sólo eso, él quería ver por qué (el animal) estaba ahí”.
Al llegar al barrio percibieron que no era una tarea sencilla, muchos de los vecinos de las cuadras por las que Jorge había transitado de niño no estaban. Y los habitantes de larga data no recordaban haber visto un ñandú. Jorge cuenta cómo la búsqueda del exótico animal lo llevó a reflexionar sobre los cambios en el barrio: “tratamos de dilucidar un poco la transformación del barrio, pensamos que la llegada de los edificios a toda esa parte de Villa Pueyrredón debía ser un factor clave para la transmisión oral. Si en tu cuadra ponen edificios pasan a haber 300 personas, eso debe modificar muchísimo las relaciones sociales”.
Con cámaras digitales en mano y sin tener entrevistas pactadas se dirigieron al cruce de Nazca y Del Carril a recorrer los negocios y preguntar a quienes se cruzaran en la vereda si conocían de la existencia del ñandú.
Francisco comenta que realizaron visitas espontáneas al barrio y que pensaron “si hacíamos esto con toda la calidad y atención cinematográfica que requería, si traíamos amigos cineastas y pautábamos las entrevistas iba a cambiar el trabajo, íbamos a perder espontaneidad”. Por ello decidieron también utilizar cámaras pequeñas para que no resultara muy invasivo el primer acercamiento con los vecinos.
Los directores se conocieron hace varios años, a través de un amigo en común que sabía de la pasión de ellos por los desafíos y de las actividades que escapan a lo común. Juntos, tienen también un deporte registrado a nivel internacional, el ping pong con obstáculos. A su vez, dirigen una selección de fútbol muy particular: los jugadores son de diversos países y lo que los une es el esperanto, en tanto lengua y filosofía de vida.
Los rangos diversos de sus actividades: la película, la selección de fútbol, el programa de radio no impide la realización de sus actividades profesionales. Francisco es comunicador social y se especializa en producción audiovisual. Jorge es biotecnólogo e investigador del CONICET.
Entre risas Jorge comenta “nos embarcamos en proyectos muy locos. Tenemos la hormona de los parámetros atrofiada, está todo en el contexto de que producimos distintas cosas y a la vez nos gusta nuestras carreras”
El deseo de bucear en el recuerdo y el cortometraje que habían concebido originalmente Jorge y Francisco derivó en una película que abarca varios frentes: entrevistas a vecinos, investigación sobre el ñandú e incluso, la visita a un psiquiatra.
Jorge explica que “hay una tensión que se fue generando a lo largo de la peli porque él (señala a Francisco) arranca no creyendo que existía un ñandú, pensaba que era una invención mía, se va compenetrando en la búsqueda queriendo que aparezca el ñandú y yo empiezo a dudar de mis recuerdos, porque si bien era muy vívido hablamos con gente que vivía de toda la vida en el barrio a la vuelta de donde tenía que ser y se reían de nosotros”
Asimismo, el protagonista de la película pasó por momentos de ser el espécimen que Jorge recordaba de las calles Nazca y Nueva York ya que los autores del largometraje, percibieron que el ñandú es patrimonio vivo nacional del cual se sabe muy poco. Como recalcan los autores, “sobre todo para el porteño, para el habitante medio de Villa Pueyrredón es algo que se ve en el zoológico o que no se ve”.
Entre las diversas sorpresas que les deparó el rodaje de su película, Francisco destaca la confianza de los vecinos del barrio a la hora de realizar las entrevistas. A pesar de que la gran mayoría no podía confirmar la veracidad del recuerdo de Jorge, sugerían que hablaran con otros vecinos que quizá podrían ayudarlos. Muchos de ellos, de acuerdo con los directores, quisieron participar del proyecto pese a no contar con información del animal en cuestión.
Pese a que en internet no pudieron encontrar mucha información, los directores resaltaron la ayuda de los vecinos, la importancia del boca en boca y la colaboración del director de este periódico, Ignacio Di Toma Mues.
Gracias a su encuentro con Ignacio surgieron anécdotas de la niñez de cada uno y reflexiones sobre los lazos entre los vecinos del barrio a lo largo de la historia. Jorge relata “esta época que yo estaba refiriendo era apenas pasada la dictadura militar, con la gente que había pasado años de estado de sitio, con un destape que estaba muy en pañales todavía, con la cultura del no te metas. Con el miedo de sentirse todos bajo un panóptico que quizás estuviera mal mirar para adentro de una casa, un chico de 8 años se animaba a correr una ligustrina de zarzaparrilla y quizás un adulto no”.
Para el futuro, Francisco Godinez Galay y Jorge Montanari tienen pensado terminar la edición de “El Ñandú” así como también de otro documental en el que se encuentran trabajando. Piensan aplicar a festivales de cine, estrenarla allí y luego salir de gira por el interior del país. La película se encuentra en la etapa de posproducción y en unos meses, estiman los directores, podrá ser vista por los vecinos de Villa Pueyrredón.