Un año marcado por el tarifazo

El “Tarifazo” decretado de golpe marcó serias dificultades para las instituciones barriales, que no tienen forma de hacerle frente a los aumentos subiendo fuertemente la cuota, por el rol social que cumplen. El presidente de “El Talar” y la concesionaria del buffet de “Sunderland” coinciden y dan ejemplos de las dificultades de este 2016 que los encontró “remando en dulce de leche”.

Por Mateo Lazcano

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Cuando se piensa en los efectos de un aumento en las tarifas de servicios, la óptica de los medios y de la sociedad en general van hacia los usuarios particulares. Esa familia de empleados con hijos chicos, ese jubilado que cobra la mínima, ese pibe joven que está recién mudado. Ellos son los damnificados que lógicamente toman voz y generan empatía, pensando en cómo harán para hacerle frente a los aumentos.

Sin embargo, no son las únicas víctimas ni el único golpe que provoca la suba de tarifas. En forma indirecta, hay un afectado que está relacionado con todos, ya sea porque vaya el hijo, o el amigo, porque lo sienta identificatorio del barrio, o haya concurrido alguna vez. Se trata de los clubes de barrio.

El problema más grande que tienen ante estas situaciones es el mismo que el de cualquier familia. Un comercio puede aumentar sus precios, lo mismo que una empresa. Pero los clubes, con un rol social que les impide incrementar abusivamente sus ingresos, no tienen muchas herramientas para poder hacerle frente a los aumentos.

En este año de “tarifazos” en la luz, el agua y el gas decretados por el Gobierno Nacional, los clubes de barrio fueron grandes víctimas. Sergio Pérez, Presidente del club “El Talar” de Agronomía, y Norma Ruiz, concesionaria del buffet del club “Sunderland” de Villa Urquiza, coinciden en marcar las grandes dificultades que tuvieron en el reciente 2016.

“Fue muy drástico el cambio en el tema de las tarifas”, dice Pérez. El agua pasó de $160 bimestrales a $14 mil mensuales. La buena administración previa permitió afrontarlo. Cuenta que el club hace un pozo de reserva anualmente para poder hacer obras de mantenimiento en el verano, y de esta reserva provino el dinero para pagar los servicios, cuyos aumentos no estaban previstos. Esa situación le permitió a “El Talar” poder mantenerse a flote.

No pudo tener la misma suerte el buffet del “Sunderland”, parte fundamental de este club urquicense. “Nunca había sufrido tanto un aumento como este”, asegura su concesionaria. Y agrega que tuvo que endeudarse en este año, mientras que anteriormente nunca había tenido la necesidad.

“Estoy hace veinte años en el buffet, pero ahora se me complica arrancar mes a mes. No alcanza para afrontar los gastos lo que cobramos”, describe dramáticamente Ruiz.

El complicado 2016 de estos clubes se ilustra en ejemplos. “Ante todas las facturas que llegan juntas, lo primero que se deja de pagar es el club”, sostiene el Presidente de “El Talar”.

Este diciembre tuvo dificultades para pagar los viáticos de los entrenadores en el fin de año por la falta de ingresos, aunque asegura que esta situación se suele dar por una “costumbre” de los padres de no pagar la cuota en el verano, que provoca un agujero económico en la institución.

La situación en “Sunderland” muestra la gravedad de la crisis. “Todos los años preparo lechones o pollos rellenos para las fiestas. Este año no hubo ningún pedido”, arranca Norma Ruiz. Y continúa comentando que el pasado 24 de diciembre hubo solo doce comensales, cuando normalmente trabaja a salón completo. Para el 31 tomó una dramática situación: no abrió, ya que le significaba perder dinero.

El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires dispuso durante 2016 subsidios a los clubes de barrio. Sergio Pérez destaca esto dentro de tanta pálida: “Nos dieron $125 mil, para cambiar toda la luminaria por LED en las canchas de fútbol y básquet”.

Y suma: “Quedaron con una iluminación espectacular y producen un ahorro de casi la mitad”. Por haberse concretado recientemente, todavía no se vio reflejado en las tarifas, pero espera que signifique un respiro. Al mismo tiempo, también presentó los papeles para que la institución obtenga un descuento del 40% en las boletas de agua, como sucedió con otros clubes de la zona.

Norma Ruiz, sin embargo, no puede valerse del subsidio para tener un alivio. El dinero de éste le llega al club exclusivamente. Ella tiene a cargo la concesión del buffet, con empleados registrados propios y facturas de servicios que llegan a su nombre, por fuera del club.

“Si se rompe una silla, la tengo que reparar yo”, agrega. Otro hecho que impactó fuertemente en la falta de ingresos en “Sunderland” es la clausura de la milonga, decretada por el Gobierno porteño. Cada sábado significaba un gran aporte por la venta de bebidas y el cobro de entrada.

Los clubes de barrio cuentan con un impedimento mayor a la hora de conseguir ingresos para abonar las boletas. No pueden aumentar la cuota sin una Asamblea previa, y a la vez, el valor de ésta no puede excederse demasiado, para que no pierda el rol social que tienen instituciones como esas.

La desproporción entre la suba de los costos y el congelamiento de la cuota hace que Pérez reflexione: “Tenemos que tratar de buscar una solución con la gente del Gobierno, tal vez vía subsidio. Más allá del deporte, el club cumple una función social fundamental. A los chicos se los educa, se los cuida, se los contiene en un lugar sano. Para que ellos sigan viniendo y el club pueda seguir ofreciendo esto, es importante revisar el tema de la tarifa, pero considerando una ayuda externa”.

“Nosotros no podemos aumentar de golpe”, cierra enfáticamente, ejemplificando que el hecho de que no haya habido una fuerte suba de la cuota hizo que en 2016, pese a la crisis, haya crecido la cantidad de socios.

“Este año fue duro”, dice el Presidente de “El Talar”. “Estamos remando en dulce de leche”, manifiesta la concesionaria del buffet del “Sunderland”. Esperan que la situación mejore en este nuevo año y poder tener más herramientas para hacerle frente a las dificultades. Por todo esto habrán brindado el último 31.

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