Entrevista al Rector del Colegio Guillermo Rawson de Villa Urquiza |
La lucha de los gremios docentes, junto a la comunidad educativa, logró la derogación del decreto del Ministerio de Educación que impedía la inscripción de nuevos alumnos a 14 escuelas secundarias nocturnas. A semanas del comienzo de un nuevo ciclo lectivo, el rector del Colegio N° 16 “Guillermo Rawson” de Villa Urquiza, fundado en 1953, explicita las claves de esta modalidad educativa, destaca la importancia del consenso y el factor humano, y cuenta cómo se logra la convivencia entre grupos heterogéneos, con problemáticas sociales y diferencia importante de edad entre sí.
Por Mateo Lazcano
El baldazo de agua fría que significó, en pleno cierre del año, el anuncio del Gobierno de la Ciudad del cierre en la inscripción a 14 escuelas comerciales nocturnas, dentro de las que estaba incluida, pudo superarse con la derogación de la Resolución 4055/18 del Ministerio de Educación.
Ahora, con la tranquilidad de haber frenado esta decisión tras una gran lucha de los gremios docentes junto a la comunidad educativa, Miguel Ángel Antognini, rector del Colegio Nocturno Nº16 D.E. 15 “Guillermo Rawson” ubicado en Villa Urquiza, cuenta cómo funciona esta modalidad, destaca el aspecto humano, el consenso y la formación de límites en un edificio donde llegan a compartir aulas personas con sesenta años de diferencia y es escenario de muchas situaciones complejas de abordar.
“El alumnado, de 250 matriculados aproximadamente, es bastante heterogéneo y no escapa a las problemáticas del país. Muchos de ellos han fracasado en el sistema común, por temas de conducta, de adaptación o motivos personales. Y este se convierte en un gran desafío para estos chicos y chicas y para nosotros: lograr que cursen el Colegio Secundario teniendo un proyecto en la vida y que obviamente puedan recibirse” detalla el rector, quien agrega que la inscripción para este ciclo en la escuela de Triunvirato y Pedro Rivera continúa durante abril.
La cursada se realiza entre las 18.55 horas y las 23.10 horas, con una orientación comercial y otra de bachiller. Para poder anotarse, hay que ser mayor de 16 años, mientras que no hay límite de edad hacia adelante. Por caso, Antognini cuenta el caso de una mujer de 80 años recibida recientemente. Esta excepcionalidad en la educación media, que usualmente organiza los cursos de acuerdo a edades estrictas, logra superarse y brinda un emotivo resultado.
“El ser humano es un animal de costumbre, se adapta. Hay casos interesantísimos, donde los alumnos más jóvenes adoptan como un papá, una mamá, o un abuelo a los más grandes. Y los propios grandes aceptan y se toman costumbres de los chicos y chicas. Los primeros años son los más conflictivos porque les cuesta acostumbrarse a la institución, y es donde más se da la deserción, pero la convivencia en general es muy buena”, comenta el rector del colegio Rawson en su modesto despacho de las clásicas escuelas públicas, con retratos de próceres, banderas con mástiles y mapas encuadrados además de estantes.
Uno de los focos de este tipo de instituciones es lidiar con problemáticas que, si bien están presentes en todas las esferas sociales, se acentúan en un lugar que trata con una población compleja. Miguel Antognini destaca que “acá además de la cuestión académica tenés la cuestión humana. Muchos de los chicos que asisten tratan de socializar, encontrar amigos o amigas, en un ámbito de cariño que muchas veces no encuentran en sus lugares de origen”. Frente a esto, dice: “nuestro lema es el buen trato y el respeto”.
La población que cursa tiene variedades como adolescentes que trabajan durante el día, mujeres embarazadas o adultos que abandonaron y ahora se anotan junto a sus hijos. También están quienes buscan resocializarse, salir de un “mal camino”, otros que cometieron delitos y buscan cambiar su vida, gente con probation judicial o condenas, chicos con una historia personal durísima, hay chicas de hogares.
Pese a que muchos llegan del barrio, de Chacarita o de San Martín, hay varios casos de alumnos que deben retirarse un poco antes porque pierden el último transporte del día, como el ejemplo de una chica de Pilar.
Como recibe a alumnos que, por una cuestión de edad, ya han fracasado en un primer intento en hacer el secundario, el colegio sabe que debe ofrecer un plus. Si bien Antognini aclara que “nunca se deja de lado la función esencial que es la académica”, el Rawson se destaca por “la parte humana”.
“Es vital el diálogo, la escucha y la paciencia. Es un trabajo tal vez invisible, pero que da frutos. Tenemos chicos y chicas que tienen problemas de depresiones, vinculado a la dura vida que tienen. Hay ahora un alumno en situación de calle, que estamos viendo como lo ayudamos para salir de eso. Están los casos de profesores que incluso les dan trabajo a sus alumnos. Es una tarea muy grande que muchas veces no es valorada, tal vez porque no se conoce”, clarifica el rector.
Sin embargo, como toda institución formativa, debe imponer ciertos límites. Aquí se presentan otros inconvenientes: tratar con adultos, en un sistema preparado para que los estudiantes sean menores de edad y los episodios de violencia que pueden despertarse en una población vulnerable. Miguel Antognini es cauto. “Se trata de buscar un código común. Muchas veces se entiende y otras tal vez no. Los límites son necesarios, pero la base es cómo uno los apuntala”.
En el caso de la pequeña población de menores de 18 años, hay un contacto con quien ejerza la turoría legal sobre la trayectoria pedagógica y de conducta. Y además están bajo responsabilidad de la institución en el tiempo de cursada. Pero los mayores, no cuentan si quiera con la obligación de permanecer en el edificio durante las clases, y pueden salir en los recreos u horas libres.
“En esos casos interviene el consenso. Nosotros tratamos de que, salvo emergencias, todos cumplan las mismas reglas. Frente a esto, implementamos actas-compromiso para que ellos se comprometan a estar en la institución, y eso en el último tiempo dio sus frutos y hay comprensión” celebra el docente.
Pero lógicamente hay tensiones y episodios no deseados. Ante esas situaciones de violencia o inconducta grave, el colegio tiene un procedimiento establecido. “Tenemos organismos institucionales como el consejo de convivencia donde se toman algunos casos extremos de alumnos que infligen normas. Pero antes de eso hay etapas previas de diálogo y reflexión, donde se escucha al agredido y a quien es acusado. Luego se toma una decisión, que en general se trata que no sea solo sancionatoria, sino reparatoria o reflexiva” explica Antognini.
“La idea obviamente es centrarse en que es una persona con una historia de vida que en muchos casos es difícil y conflictiva”, continúa. La idea es no reproducir ese código acá adentro. Se trata de buscar una diferencia entre el adentro y el afuera. Recalcar que acá estamos para mejorar y encontrar un proyecto de vida. Y que debemos hacerlo todos juntos de la mejor manera posible. “Buscamos que el colegio no se transforme en un instituto punitivo sino educador”, cierra. Para ello, define como claves “las formas, las maneras de comunicarse y no imponer la autoridad”.
Afrontar todas estas complejidades no es sencillo. Sin embargo, Antognini lamenta que el sistema de selección de cargos de profesores dependa exclusivamente del puntaje y no haya criterios cualitativos. “Hubo casos de docentes que no pudieron soportar las presiones. Uno tiene que llevar una estrategia pedagógica distinta y mucha paciencia, y sin dudas puede costar”, explica. Y da a conocer un elemento central desde su punto de vista para ser profesor nocturno: “es importante la universidad de la calle”.
Sobre el mano a mano con el alumnado, el directivo prosigue con las características que le permite, en su óptica, mejores resultados en la tarea docente. “A un alumno lo importante es llegarle al corazón y hacerte querer. Si no te quieren vas a fracasar. Se requiere afecto, que los chicos y chicas sepan que te preocupas por ellos, eso lo perciben”, cuenta. “A estos pibes muchas veces carentes de afectos, sentir que alguien los toma de verdad como personas, lo valora, para ellos es importantísimo”.
Sobre los efectos de la suspensión de la Resolución 4055/18, que cerraba las inscripciones para los primeros años de 14 escuelas nocturnas porteñas, dice que se trabaja en un “estado de incertidumbre”.
Destaca que docentes, con horas en el turno matutino, dejan las del nocturno porque no tienen la misma seguridad de que las dictarán por mucho tiempo. Al mismo tiempo, comenta que cada 15 días hay reuniones en el Ministerio de Educación con directivos y autoridades en busca de presentar un nuevo plan de estudios.
El rector, vecino de Villa Pueyrredón entre 1981 y 2006 (“me evoca a mi adolescencia, con lindos e imborrables recuerdos”), con tono pausado y sin dejar de mirar a los ojos en toda la entrevista, señala que esta profesión trae muchos disgustos y también infinidad de satisfacciones.
“Cada acto de fin de año, cuando familiares y amigos abrazan a quien termina el secundario, es un momento sumamente emotivo y también para nosotros, pero lo debe ser para toda la sociedad”.
“Un colegio nocturno es la base de la movilidad social”, sentencia Miguel Antognini.