Un escándalo tras otro

Milei y Espert
La caída en desgracia del lenguaraz José Luis Espert fue el corolario de otro mes de pura zozobra para el gobierno del presidente Javier Milei. Con las elecciones nacionales a la vuelta de la esquina, el gobierno se juega parte de su futura estabilidad, mientras intenta esquivar los escándalos. ¿Cuál será la injerencia de la Boleta Única en los resultados electorales?

Por Fernando Casasco

Azotado por la corrida cambiaria, con una desinflación que se ha estancado, sumando rechazos a los vetos presidenciales en el Congreso, el gobierno nacional no supo cómo gestionar la revelación de que su primer candidato a diputado en la provincia de Buenos Aires, José Luis Espert, recibió dinero de un acusado por narcotráfico y lavado de dinero. Y todo terminó de la peor manera.

A pesar de las torpes denuncias de una operación kirchnerista en su contra, el autor de la frase “cárcel o bala” no pudo hacer frente a la avalancha de pruebas que lo relacionan con Fred Machado, actualmente con detención domiciliaria por un proceso abierto en la justicia de Estados Unidos. (Al cierre de nuestra edición la Corte Suprema de Justicia habilitó su extradición y ahora está a la firma de Milei, que comparte abogado con Machado, el penalista Francisco Oneto).

En las últimas semanas se supo que Espert recibió en una cuenta a su nombre, radicada en Estados Unidos, una cifra de 200 mil dólares de una empresa guatemalteca ligada al presunto narco. Además, se conoció que el ex candidato presidencial realizó decenas de vuelos en aeronaves privadas del empresario durante su campaña de 2019, muchas de ellas en compañía del propio Machado. Algunos testigos referencian que el presunto narco se manejaba incluso como un jefe del diputado caído en desgracia durante aquella campaña presidencial.

El escándalo se instaló de tal modo que hasta los medios de comunicación más oficialistas terminaron pidiendo la renuncia de Espert a su candidatura. Tras una extraña defensa, cuando ya muchos estaban cavando su fosa, el Presidente terminó “aceptando” la dimisión del candidato, basado en encuestas que ubicaban a La Libertad Avanza 20 puntos por detrás de Fuerza Patria en la provincia de Buenos Aires.

El mismo Jefe de Estado que dijo que “difundió y no promocionó” la estafa de la criptomoneda Libra; y que se había mantenido incólume en la defensa de su hermana, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei y de los primos Menem en el escándalo por las supuestas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad, ahora no le quedó otra que soltarle la mano a un candidato que no convencía ni a los propios. Pero que había llegado a ese puesto por la sola decisión del propio Milei.

Así acaba la aventura de un Espert que, fiel a los tiempos que corren, siempre le puso más energía al agravio, al insulto y a la descalificación al adversario de turno, que al debate constructivo de ideas. Esos agravios llegaron incluso a muchos de los que actualmente son sus compañeros de bancada y de partido, y que hoy celebran por lo bajo. Parece que no todo es gratis en política.

Una campaña accidentada

La implosión de Espert se enmarca en una campaña electoral que ya había tenido sus vaivenes desde el triunfo de Fuerza Patria en las elecciones provinciales bonaerenses. Se notaba con solo observar lo que son las expresiones del propio Presidente.

En la comunicación política, los tonos y el énfasis de las palabras suelen decir más que el sentido literal. En los últimos meses, Milei y sus candidatos pasaron de afirmar a los gritos que iban a “pintar el país de violeta” o “poner el último clavo en el cajón del kirchnerismo”, a un murmullo suplicante en el que piden a la ciudadanía “no volver atrás” o “continuar en el mismo sendero”. Símbolos de un gobierno y una narrativa que empiezan a hacer agua por los cuatro costados.

Para capear el temporal de unos mercados que en las últimas semanas le dieron la espalda ni siquiera alcanzó la reunión con Donald Trump, en la que el millonario mandatario estadounidense afirmó que apoya a Milei para su reelección, de la que aún faltan dos años. Ni el anuncio por parte del secretario del Tesoro norteamericano de que habría una especie de “rescate” de Washington a la Argentina. Promesas que no parecen materializarse y que generan aún más dudas.

Volviendo al huracán que suscitó el escándalo de Espert, las fisuras sobre los pasos a seguir se filtraron incluso hacia adentro del gobierno. Los estrategas sostenían que era imposible hacer ninguna campaña con semejante elefante en el bazar a la vista de todos.

Algunos de los funcionarios se animaron a hacer públicas las diferencias y a romper el monolítico respaldo al ahora ex candidato. Fue el caso de Patricia Bullrich, quien reclamó en ese momento explicaciones a Espert: «Imagínese que nosotros que combatimos el narco no podemos aceptar conductas o personas aliadas al narco. No aliadas, que hayan recibido plata», afirmó la ministra en declaraciones públicas. Pese a la amonestación interna que recibió, la ministra se anotó un poroto a nivel de diferenciación respecto a la Rosada.

Es que Bullrich, un pez escurridizo en las aguas políticas desde hace al menos tres décadas, también está pensando en su propia campaña. Como candidata a senadora en la ciudad de Buenos Aires por La Libertad Avanza sabe bien que tiene que tratar de estar lo más lejos posible de un escándalo de este tipo. Mucho más si mientras tanto, la presentación que realizó del nuevo proyecto de Código Penal, el que pretendía capitalizar como eje de su campaña, pasó completamente desapercibido tras los fuegos artificiales del caso Espert.

El temor mayor de los libertarios es que los escándalos del gobierno, sumados a una deteriorada situación económica y social empuje hacia abajo los guarismos que el oficialismo pretendía obtener en un distrito en el que da por garantizada su victoria. La suma del PRO, a quién había superado por 14 puntos en las elecciones para la Legislatura porteña, le aseguraba una mayoría consolidada, quedándose con la masa del voto amarillo.

¿Y si no fuera así? Un punto clave pasa hoy por el cambio de sistema de votación, algo inédito, que tiene consecuencias aún desconocidas. La Boleta Única de Papel impide el voto directo a las distintas categorías de un mismo partido, algo que era lo más común en el sistema de boleta sábana. Ahora el elector debe hacer una marca para cada categoría que se vota. Esto abre una incógnita acerca de si se mantendrá la lealtad partidaria o si los ciudadanos irán conformando un verdadero Frankenstein en cada uno de sus votos.

En esa brecha intentan colarse algunas fuerzas que presentan candidatos que, o fueron parte en algún momento de Juntos por el Cambio, o pueden llegar a representar a sectores descontentos del oficialismo. Es el caso de Martín Lousteau, candidato a diputado por Ciudadanos Unidos, o de Ricardo López Murphy, postulante de Potencia CABA. Ambos ex ministros de Economía, los dos muy críticos con el gobierno de Milei, tienen un nivel de conocimiento mucho mayor que el candidato a diputado libertario, Alejandro Fargosi. Una de las versiones que corren es que por ejemplo López Murphy podría recibir, en forma soterrada, votos del PRO, alejado completamente del foco de la elección porteña.

Por su parte, Fuerza Patria avanza con una campaña que intenta hacer mella de los escándalos, pero sobre todo de los efectos de la política económica del ajuste permanente del gobierno nacional. En la dirigencia peronista reina la idea de que Mariano Recalde se llevará la banca del Senado por la minoría, pero el sistema electoral también genera dudas de lo que la sumatoria pueda deparar en Diputados, donde la lista está encabezada por Itaí Hagman.

También corren un riesgo similar al del oficialismo: la pérdida de votos para la cámara baja ante la dispersión de propuestas progresistas o de izquierda. En ese espectro es dónde también busca sumar, por ejemplo, el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, con la candidatura a diputada de Myriam Bregman.

Quedan escasas dos semanas para concurrir a las urnas, pero todos los escenarios parecen estar abiertos, en la siempre intrigante y caótica escena política argentina.

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