El pasado 20 de diciembre se desarrolló en el Parque Gral. Paz (a pocos metros del Museo Saavedra) una nueva edición de la feria medieval, la primera que se hace en el barrio de Saavedra. Hubo música y danza celta, recreaciones de batallas, personajes de época y venta de objetos, como si se estuviera en la Edad Media. Hubo mucho público, algunos conocedores de la temática y otros sorprendidos, pero ambos satisfechos.
Por Mateo Lazcano
Un yelmo como el del Quijote. Una canción de música celta como en Escocia. Una espada como la de las Cruzadas. Un cuadro como el de algún pintor de Florencia. Una barba larga y canosa como la de los vikingos. Todo eso, mirando a lo lejos pasar a los autos por la avenida General Paz y terminando un año en pleno Siglo XXI.
Esta extraña, y en apariencia inverosímil combinación, se dio en nuestra comuna: el Parque General Paz fue sede de una nueva Feria Medieval.
Este evento consiste en la recreación de la cultura de la Edad Media, pero traída lógicamente a las plazas y parques de la Ciudad.
Conciertos musicales, representaciones de batallas, disfraces similares a los de la época, cuadros y objetos propios de ese tiempo reunidos a modo de feria y hasta la posibilidad de “lookearse” como un hombre o mujer de ese entonces, con el fin de transportarnos por un momento a los años medievales.
Saavedra fue sede de esta feria por un hecho fortuito. Los organizadores tenían pensado montarla en Agronomía, pero un impedimento hizo que de urgencia se debiera reemplazar el lugar. Así, fue elegido este parque, ubicado muy cerca de donde la Avenida Constituyentes forma un triángulo con Crisólogo Larralde y la Avenida General Paz.
Esta feria se desarrolló durante toda la tarde del domingo 20 de diciembre. El fuerte sol no frenó en absoluto la concurrencia de la gente. Allí estuvo una de las particularidades de la jornada.
Hubo bastante público conocedor del tema, con experiencia de haber ido a otras ferias medievales. Se movían más “cancheros”, con soltura y entablando charlas con puesteros y concurrentes. Pero hubo otro grupo de gente que se acercó tímidamente, movilizada por el asombro que causaba ver gente con escudos y cascos pelear, o escuchar música celta en un parque porteño. Ellos caminaban tibiamente, de a poco y asimilando la sorpresa que causaba encontrarse con este evento en la misma plaza a la que iban a pasar el domingo.
Lo cierto es que con el correr de las horas el parque se fue colmando. Los privilegiados lugares con sombra donde se instalaron los primeros puesteros fueron agotándose y al promediar la tarde, la concurrencia fue aumentando.
La feria se caracterizó por la variedad de actividades. En un mismo lugar uno podía comprar objetos históricos o regalos, cuadros como en cualquier feria artesana. También escuchar un poco de música, entonada a viva voz, sin micrófono y con un semicírculo conformado por el público, que escuchaba atentamente tirado en el pasto.
Un poco más allá, se recreaban batallas espada a espada. Y al lado, los chicos (y grandes) hacían cola para tomarse una foto con personajes de la Edad Media como los vikingos.
Fueron muchas familias las que se acercaron. Incluso estaban los que lo hacían con la vianda y la lona, dispuestos sobre el pasto. Los chicos, más impacientes, caminaban alrededor o se maravillaban con las representaciones. La sonrisa de los más pequeños al portar un escudo que prácticamente cubría todo el alto de su cuerpo era contagiosa.
Los puestos de venta de objetos no estaban distribuídos como en una feria tradicional. Desde la organización, previamente, se había enfatizado en que no había que anotarse o avisar para montar el puesto. Simplemente bastaba con acercarse y tirar la lona al pasto. Los puesteros respetaban el estilo del evento: atendían también vestidos como en el Medioevo. Conocedores del tema, daban una descripción a cuanto visitante se acercara a preguntar.
La simpatía y la amabilidad fueron protagonistas de toda la tarde. Pero también la seriedad con la que fue tomado el evento. Había que estar allí para poder contar la forma de la que simulaban luchar los “soldados”, vestidos con casco, yelmo, espada y cinturón, con el público arengando.
Lo mismo los músicos celtas, también con vestimenta de época, cantando y danzando. Participaron entre otras, grupos como The Stouts, Noche de San Juan y Atma Brakti Aremi.
Si de personaje medieval se trata, uno en particular sobresalió del resto. Para quienes leyeron libros clásicos de la literatura española, ver en vivo y en directo a un juglar recitando no debe haber significado algo de todos los días. También hubo un torneo de softcombat.
El público concurrente, adentrado en la temática, se mostró muy satisfecho con la feria. “Es un placer compartir esta locura con locos como uno”, dijo Nicolás, quien destacó los combates y la música del evento. Andrea, quien se acercó con su familia, se mostró contenta por la predisposición de los vendedores. “Vine por primera vez y pienso seguir haciéndolo”, dijo.
El mismo tono tuvieron los puesteros. Fernando Molinari, un artista plástico, destacó la camaradería y la organización “hecha a pulmón y genuina”. “Todos tiramos para el mismo lado, hubo mucha armonía” indicó.
La tarde fue pasando y se fue acercando el final de una nueva feria medieval, la primera en Saavedra. El clima final fue de satisfacción y al concluir, hubo un pequeño brindis interno de los organizadores.
El organizador “Shinji Rasta” destacó a modo de cierre en la red social Facebook el agradecimiento a todos los que hicieron posible la feria, a quienes consideró el “alma” de la misma. Y prometió repetir pronto este evento medieval.
Todos aquellos, los que vinieron desde lejos o la encontraron de casualidad, chicos y grandes, puesteros, artistas o concurrentes, esperan que sea cuanto antes el momento de poder viajar siglos y siglos hacia atrás en sólo una tarde.