La sala médica, ubicada en Triunvirato y Manuela Pedraza, es histórica en el barrio. Está cerrada hace ocho años y debe pagar sentencias de juicios por 700 mil pesos. Los vecinos, agrupados y con el aval de la comisión, lograron recuperar la administración y limpiarlo luego de años de desmanejos. Tienen la esperanza de evitar su remate y poder reabrirlo.
Por Mateo Lazcano
Para los históricos vecinos de Villa Urquiza, una de las referencias del barrio no es el subte, ni los locales comerciales de la avenida Monroe, ni los coquetos restaurantes de la avenida Mendoza. Al hablar de los orgullos de su barrio, no dudan en señalar al “Hospitalito”.
La Sala de Asistencia Médica General Urquiza, conocida en la zona como “Hospitalito”, funcionó durante más de seis décadas en Triunvirato y Manuela Pedraza, atendiendo muchas especialidades, con consultorios externos y una guardia.
Sin embargo, las exigencias del Gobierno de la Ciudad luego de Cromañon, en cuanto a señalización de salidas de emergencias, estufas y otras cuestiones de seguridad, hicieron que en julio de 2007 fuera clausurado. Ese es el comienzo de una larga historia de lucha vecinal.
Carlos Cócaro y Héctor Fumo, miembros de la comisión que logró reingresar y recuperar la administración del Hospitalito, no dudan en señalar a los vecinos como elemento central: “Sin la fuerza vecinal no lo hubiéramos conseguido”.
Dentro de este grupo, una de ellas se destaca desde la convocatoria y la permanente comunicación sobre el tema. Es Yanina Baccio, quien tiene a su cargo la página de Facebook “Queremos la apertura de la Sala de Emergencias Villa Urquiza”, clave en la difusión que permitió que un mayor número de vecinos se acercara.
Conforman un grupo de varios vecinos que se movilizan y acercan. Dentro de estos, también intervinieron en esta charla Juan Martín Lavarello (aunque aclaró que participa como vecino, es el Coordinador General de Atención Ciudadana de la Comuna 12 y su padre presidente de la Junta Comunal) y Víctor Cabrera.
Baccio relata que en 2013 dejó un papel en la puerta del Hospital, mostrando interés en acercarse a colaborar para reabrirlo. Su anterior presidente se contactó al tiempo con ella y prometió recibirla e invitarla a las asambleas. Ilusionada, ella comenzó a juntar firmas y abrió el espacio de Facebook.
Pero pasado el tiempo fue desencantándose de la falta de respuesta del presidente y se reunió con un grupo de personas que pertenecían a la comisión pero a las que les era impedido ingresar a la sala.
Un proceso judicial derivó en la destitución el presidente Julio Mohammad, avalada por la Inspección General de Justicia por la ausencia de asambleas y los desmanejos administrativos. El 2 de julio de este año lograron entrar al Hospitalito con una orden de un juez.
Este grupo de vecinos, junto a los miembros de la comisión que pudieron recuperar la Sala de Asistencia Médica General Urquiza, describe que al llegar al predio se encontraron cascotes, herramientas, repuestos.
“Era usado como depósito. El anterior presidente creía que era de él”, dicen. “Cuando lo recuperamos, montábamos guardia todos los días. Hoy en día estamos ordenando, pagamos un sereno por la noche. Lo que hicimos en este mes fue increíble, fue más que en estos dos últimos años. La diferencia está en que estuvimos adentro”, agregan desde la actual comisión.
Tres juicios laborales, iniciados en 2010, ponen actualmente “en jaque” al Hospitalito. El problema se agravó porque desde la anterior comisión, no se presentó respuesta a las demandas, ya que se consideraba ilegal al reclamo. Si bien los actuales miembros de la administración comparten que el proceso judicial fue iniciado por “tres chantas a los que sólo les interesa la plata, y de los cuales uno cobró siempre porque está registrado”, reconocen que la situación sería distinta de haberle hecho frente mediante una apelación desde el comienzo. Hoy en día hay una doble sentencia judicial y se reclaman 700 mil pesos. Ellos se enteraron ocho meses después.
La urgencia es total: todo debe definirse en menos de dos meses. Lavarello reconoce que necesitarán de una “mano” estatal o privada, ya que de otra forma es imposible reunir el monto. Lamenta con dolor el tiempo perdido por los desmanejos y las negligencias administrativas, a la vez que dice que recién ahora pueden convocar a la ayuda externa o hacer reuniones, una vez que la situación está ordenada.
“¿Cómo íbamos a pedir ayuda si no nos dejaban ni entrar a la sala, si no estaban los libros de actas, de balance, las escrituras?”, asume. Y cierra asegurando que para ellos, una semana es como un mes, de todo lo que hay para hacer.
Hoy en día que no está abierto, se les hace muy difícil solventarse y pagar los gastos. “Sale mucho de nuestros bolsillos. Este fue el primer mes que cobramos los alquileres, antes le pagaban al anterior presidente, en forma personal y no quedó un peso”, comentan. Hacen referencia a los locales ubicados en la planta baja de la sala, hacia la derecha de la puerta de entrada. Se trata de un local de reparación de celulares y un estudio jurídico, aún no inaugurado.
El “Hospitalito” cuenta con una planta baja con más de diez consultorios, de amplio tamaño. Mucho del mobiliario se conserva, no en el mejor estado, pero en condiciones recuperables. También hay una cocina y un ascensor. En la planta alta, hay oficinas administrativas y una gran sala de reuniones. Además hay un piso superior. En lo edilicio, más allá de la dejadez fruto de ocho años sin abrir, no presenta grietas ni parece tener problemas estructurales.
Abierto en 1941, gracias a la acción de un grupo de vecinos del Círculo 9 de julio de Villa Urquiza, la Sala de Asistencia Médica General Urquiza llegó a su sede actual en 1969. Su pico fue por esas décadas, cuando alcanzó los 5 mil pacientes mensuales y superó los 1300 socios.
Muchos de los vecinos de la zona tienen el recuerdo del Hospitalito. “Con mi mujer no éramos socios, pero vivimos siempre a dos cuadras. Y para las cosas urgentes era de mucha ayuda. Una vez a mi señora la mordió el perro y no dudamos, fue al Hospitalito y pudieron atenderla y curarla. Tal vez llevarla al Pirovano hubiese sido más lento y podría haberse infectado la herida o perdido sangre”, comenta Juan Tedesco.
También es destacable la historia de Myriam Zanata, quien toda su infancia, adolescencia y hasta casada con hijos se atendió en el Hospitalito. Recuerda que “era una institución con una excelente atención, buen equipo médico. Mi papá colaboraba mes a mes. Es una institución que ahora hace falta en nuestro barrio, porque no tenemos. Está el Pirovano, y más lejos el Tornú, el Zubizarreta, pero para esas cosas que son urgentes es indispensables. Cuando mi hijo tenía un año y medio, se cayó de la silla y se le abrió la pera. Lo atendieron perfectamente”. “A la vez, también le salvaron la vida a mi mamá, ya que le detectaron un problema cardíaco que después pudo tratar en otro lado”, rememora.
Como en la película “Luna de avellaneda”, la comisión y los vecinos, participantes directa o no directamente en esta historia, buscarán reunir el dinero para pagar la sentencia judicial, evitando el remate o el embargo de la sala y así, en un tiempo, poder volver a ver al Hospitalito funcionando como antes, para los vecinos.
“Hoy en día sería imposible hacer lo que se hizo hace décadas, fundar un hospital desde cero. Por eso no hay que perderlo”. Esa es la otra sentencia sobre el Hospitalito. No la judicial, sino la de la gente.