Hace cuatro años, un grupo de vecinos de Villa Devoto conformaron el proyecto “Veredas Vivas” en la esquina de Nazarre y Marcos Paz, una huerta colectiva. La interacción que se generó entre ellos logró trascenderla y conformar una comunidad vecinal inusual para estos tiempos. Para saber de que se trata entrevistamos a Pablo Pistocchi, técnico en turismo rural, especialista en plantas nativas, e impulsor de la iniciativa.
Por Mateo Lazcano
En una manzana de Villa Devoto, los vecinos sacan sus sillas a las veredas, comparten un mate, y se interiorizan sobre la realidad del(a) otro(a). Esta secuencia no es un recuerdo de hace tres o cuatro décadas: sucede ahora, en 2020, en Nazarre y Marcos Paz.
En esta esquina de Devoto se desarrolla el proyecto “Veredas Vivas”, aunque ya logró tomar otras partes de Nazarre. La iniciativa autogestionada nació hace unos cuatro años sin ser buscada, cuando el vecino Pablo Pistocchi puso plantas polinizadoras frente a su casa como un gesto ante la pérdida de especies que se da sostenidamente en el planeta. Esta situación lo llevó a conversar con vecinos, que, con curiosidad, comenzaron a consultarle por su iniciativa.
Rápidamente llegó la primera reunión y se formó la huerta vecinal. Con la misma, “empezamos a descubrir que a pesar de tener distintas edades o visiones, las preocupaciones, los gustos y el interés son los mismos: reverdecer al barrio y fomentar la biodiversidad”, cuenta el pionero de “Veredas Vivas”.
Sumado a ello, Pablo sostiene que lo “sorprendió” la visibilidad que tuvo el proyecto, que logró sumar las charlas de Eduardo Haene, Carlos Briganti y Marcos Filardi y reunir el apoyo de la especialista Beatriz Freire, la Red de Viveros de Plantas Nativas y la ONG “El Renacer de la Laguna”.
Con naturalidad, la convivencia en torno a la huerta devino en la conformación de la comunidad vecinal. “Pasamos de ser vecinos a ser amigos. Uno practica canto y lo hace en el grupo, mi mamá por ejemplo suele venir a leer sus poesías, todo en la vereda”, comenta Pablo.
El círculo social se fue agrandando también hacia la vida cotidiana: “si uno es plomero, hace arreglos en las casas de todos, si otro enseña baile, se convierte en el profesor de los hijos de muchos de nosotros, y así”, explica.
Su impulsor detalla que “Veredas Vivas” es un proyecto “a pulmón”, sin interés económico. “Nuestra única motivación es contagiar el entusiasmo de la gente”, señala, y aprovecha la oportunidad para citar a sus compañeros que colaboran a la par en el proyecto: Marina, René, Carlos, Gabriela, Norma, Laura y Dorita. Cuando se le consulta sobre cuál es el principal desafío que tiene a futuro esta iniciativa, responde que es “cambiar el chip”.
“La gente cuando pasa por la huerta pregunta sorprendida: ¿No se los roban?”, introduce. “Eso puede pasar, como el vandalismo, forma parte del proceso. Pero nos encantaría lograr que todos comprendamos que se puede tomar algo que se precisa y está bueno colaborar para que siga funcionando”.
Pablo señala que la idea de huertas urbanas va cobrando forma en Europa, y ya han comenzado tímidamente a desarrollarse también en nuestro país. Para el residente en Devoto, el proyecto tiene una raíz que se remonta a la evolución del hombre.
“Los pueblos originarios eran recolectores y cazadores, porque la naturaleza lo da todo. Incluso si no querés irte tan lejos, nuestros bisabuelos o abuelos que venían del campo incorporaban en sus casas la ruralidad. Eran autosuficientes, con sus conejos, sus gallinas, limoneros, parras, o lo que fuera. Hoy en día, en cambio, si no tenés plata te morís de hambre, todo está mercantilizado”, argumenta.
El experto en plantas nativas sostiene que de poder multiplicar las huertas, habría un impacto sumamente positivo en el ecosistema. “Solamente en la nuestra nos visitan colibríes, mariposas, abejas o vaquitas de san Antonio. Imaginate si esto fuera en un ambiente natural”, se interroga en voz alta.
Para este vecino de Villa Devoto, “Veredas Vivas” tiene un legado simbólico que ya puede verse en los que lo integran. “Pasar de saludar con la mano o incluso hasta evadirlo por no tener ningún tema de conversación a conocer a un vecino y formar un vínculo es maravilloso”, señala. “Hoy es muy común que a través del grupo de whatsApp mandemos este tipo de mensajes: estoy regando, quien quiere venir a tomar mate?”.
“Pensá que antes por el mismo canal de comunicación los mensajes que llegaban decían cuidado que ví a un pibe que tenía gorrita, u ojo que hay gente medio rara en la esquina, así que poder formar esta comunidad es sumamente satisfactorio”, manifiesta.
“Sostener un proyecto con esta mirada no fue ni es fácil, pero alguien tiene que hacerlo”, cierra Pablo, y dice que los vecinos que lo conforman “estamos muy contentos”. Esa buscada felicidad está, tal vez, en la esquina de Nazarre y Marcos Paz, y frente a un grupo de plantas que crecen.