8 de marzo, protesta nacional
Una marcha con mucho para exigir y, a la vez, sin caer en contradicciones, mucho para celebrar. Proponemos un relato de lo que sucedió el 8M a partir de un entramado de voces, testimonios que fueron recopilados durante la jornada del Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Por Mariana Vaccaro
Vine porque soy mujer. Tengo 81 años y recuerdo las luchas por cambiar la patria potestad, por el divorcio. Y ahora me siento muy estimulada porque veo la gran cantidad de mujeres más jóvenes de 30 que ya no tienen dudas en afirmar sus derechos. En mi época sí, costaba convencer a nuestras hermanas de nuestras reivindicaciones”, relata emocionada una mujer adulta mayor que camina despacio, pero sin frenar, con bastón en mano, rumbo a la Plaza del Congreso.
Las quince cuadras que conectan Plaza de Mayo con el Congreso están estalladas de cientos de miles de mujeres. Se baila. Se canta. Se alzan carteles. Se comparten sonrisas con desconocidas. Se conectan miradas cómplices. Muchas bocas pintadas y torsos desnudos. La piel como lienzo, espolvoreada con purpurina y vistiendo consignas en el pecho, la espalda, los brazos y las piernas. Muestras de que nuestros cuerpos son eso: ¡nuestros!
“Creo que debe haber igualdad de derechos y acceso a oportunidades… eso. Y esto no se da entre los hombres y las mujeres. Por eso vine”. Cada una pondera un motivo distinto, sin embargo, cada una de las razones nos atraviesa a todas. “Yo vine porque siento que nosotras sufrimos violencia todos los días, en mayor o menor medida, como uno lo quiera ver, y estamos cansadas. Queremos visibilizar eso”.
Uno de los temas candentes en la marcha fue la reforma laboral que golpea con más fuerza a las trabajadoras mujeres. “Yo soy Sofía, tengo 23, y vine para exigir la igualdad laboral y salarial para las mujeres y la reincorporación de los despidos que hubo en el último tiempo de mujeres”.
Los estudios económicos refuerzan esta percepción de la realidad social. Según la economista Mercedes D’Alessandro, las mujeres sufren mayores niveles de desempleo (superan el 10%) y precarización laboral.
Además, ganan en promedio un 27% menos que sus pares, esta brecha se amplía para quienes están precarizadas alcanzando un 40%. A esto se suma que el 60% de los desocupados son jóvenes menores de treinta años y, que entre ellos la mayoría son mujeres.
El otro gran reclamo fue por el aborto legal, seguro y gratuito que desde hace décadas es la gran deuda del Estado para con la salud de las mujeres. “Vine a la marcha porque estoy de acuerdo con la despenalización del aborto, porque quiero que no haya ni una muerta más. Y, aparte, porque creo que, a pesar de mis años, tenemos que seguir en la lucha, porque nosotras estamos por las que hicieron la lucha y las que vienen van a estar por la lucha que hagamos nosotras ahora”.
Desde la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, Andrea Zamparini cuenta a El Barrio Villa Pueyrredón cuál es el balance que se realizó tras la marcha: “El 8M fue una especie de frutilla del postre de toda una serie de cuestiones que vinieron muy bien a la Campaña que tuvieron que ver con el Pañuelazo del 19 de febrero, el hecho de que el presidente Macri haya decidido que iba a debate en el Congreso, algo que nunca pasó en la historia de la Campaña, y posteriormente la presentación del proyecto, el 6 de marzo”.
La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito “es federal, está distribuida en todo el país. Nosotras intentamos comunicarnos con las compañeras de todas las provincias lo más frecuentemente que podemos. Consensuamos las cosas, se trabaja de una manera horizontal”, explica Zamparini sobre el funcionamiento de esta alianza de más de 300 organizaciones, grupos e instituciones.
“Tengo 17 años y vine para que el aborto sea legal, gratuito y seguro, por la lucha feminista que se está dando ahora en los últimos años más fuerte, y por la educación sexual integral en los colegios”.
El 8M no alcanzaron los pañuelos verdes, símbolo de la Campaña, para la cantidad de mujeres que los solicitaban, la mayoría, jóvenes y adolescentes. “Estamos teniendo muchos contactos de muchas pibas que se quieren sumar a hacer cosas”, sostiene Zamparini.
La exigencia de que se debata el tema en el Congreso fue prioritaria: “La Campaña fue atrás de la bandera de arrastre, no fue a sorteo, eso se decidió en asamblea – en referencia a que encabezaron la marcha, la bandera verde estuvo adelante -. Y eso habla de la popularidad del reclamo, la necesidad de que esté al frente de semejante marcha – plantea Zamparini -. Estamos muy contentas. La marcha fue masiva, fue cuidada, nosotras nos movemos con comisiones de seguridad para mantener nuestra columna armada y organizada. Fue una fiesta. Se cantó mucho, se bailó mucho, estuvo realmente súper verde”.
La marcha fue de protesta, de exigencias al gobierno, al Poder Judicial y al Legislativo. Y, al mismo tiempo, como señala Andrea Zamparini, fue una celebración. Porque dentro de la marea feminista ninguna está sola, todas están por el bien de todas y eso se siente en el ambiente y libera.
“Vine porque siempre viví oprimida, pero hace unos años me empecé a dar cuenta de cómo cambió mi vida cuando empecé a conocer a otras mujeres que hablaban de lo que era el feminismo, así que ahora me siento mucho más representada y me siento libre. Puedo vivir como yo quiera y no como querían otras personas que yo sea”.