¿Volvió la grieta?, la relación entre el oficialismo y la oposición

Volvió la grieta
Logo El Barrio PueyrredónLa relación entre Nación y Ciudad sigue en niveles de diálogo y coordinación óptimos. Ambas administraciones intentan hacer frente al hartazgo social y económico que genera la cuarentena prolongada, cada uno con sus armas. Pero por debajo, comienzan a advertirse gestos contrarios a la paz obligada por la pandemia de COVID-19. Rodríguez Larreta, ¿víctima de su propia fuerza política?

Por Fernando Casasco

Volvió la grieta?

La foto se repitió en el anuncio de la extensión del aislamiento social preventivo y obligatorio de la primera semana de junio. El presidente Alberto Fernández en el centro, a la izquierda de la pantalla, el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta y a la derecha el gobernador bonaerense Axel Kicillof. Allí se anunció que la cuarentena continuará en el Área Metropolitana de Buenos Aires hasta el próximo 28 de junio.

Si bien la imagen pareció igual, algunos detalles comienzan a diferir. Más allá del dinamismo que impone el propio avance del virus, la intención política y comunicacional del Gobierno nacional quedó clara: demostrar que el gran problema sanitario está concentrado en el AMBA y en otros escasos distritos del país, mientras que el 85% del territorio argentino está en una etapa en la que la actividad económica se va normalizando. Esta nueva fase, a la que desde la Nación se denominó “Distanciamiento Social Preventivo Obligatorio”, incluye casi la mitad de los distritos de la provincia de Buenos Aires.

En esta etapa, el énfasis de la gestión de Alberto Fernández pasa por la reactivación de la mayor cantidad de actividades económicas posibles. En ese sentido, destacan la presencia del Presidente en fábricas, destilerías o su visita a varias provincias para anunciar obras. Asimismo, se reunió con los principales empresarios del país y anunció la expropiación del gigante aceitero Vicentín. Son postales que se repetirán en las próximas semanas.

Los datos sanitarios hasta ahora aparecen bajo un relativo control (aunque aún sin llegar a lo que se denomina “el pico” de la pandemia), mientras que los económicos se desmoronan. La construcción cayó 75,6% en abril respecto al mismo mes del año pasado, y la industria se retrotrajo un 33,5% en el mismo periodo. Y por si fuera poco, en el medio de esta mega-crisis, el Gobierno sigue adelante con la negociación de la deuda impagable que dejó la gestión de Mauricio Macri.

Al mismo tiempo, como cualquier político, Fernández también mira otros números. Si bien se mantiene en niveles muy altos, su imagen comenzó a descender levemente. Según un estudio de Ricardo Rouvier, la imagen positiva del Presidente se ubica en el 65,8%, unos tres puntos por debajo de lo que se observaba al anunciar la cuarentena. Un dato significativo de la encuesta marca que, mientras que en marzo el 56,8% de los consultados consideraba que el aislamiento debía mantenerse, a fin de mayo el 52,6% se mostraba a favor de su “flexibilización”. La idea de levantarlo definitivamente aumentó del 3,1% al 7,2%.

Es por ello que el Jefe de Estado fue casi un “anfitrión de lujo” en la conferencia de prensa del pasado 4 de junio en la Quinta de Olivos, donde delegó el mayor peso de los anuncios sobre Rodríguez Larreta y Kicillof. Si bien Fernández no se quita el sayo, prefiere comenzar a “compartir cartel” con los funcionarios responsables de las áreas donde el virus más se ha encarnizado.

En la ciudad de Buenos Aires, Rodríguez Larreta vive su propio dilema. Por una parte, sabe que la situación sanitaria es complicada (con casi la mitad de los casos de coronavirus a nivel nacional) y cada paso que se da en pos de la normalidad en la circulación de personas aumenta exponencialmente el riesgo. Por otro lado, cada día que pasa sin que se abran los negocios, son menos ingresos para las arcas comunales y fuentes de trabajo que se pierden.

No solo eso. El Jefe de Gobierno olfatea el clima político que lo rodea. En un distrito en el que no es mayoritaria la adscripción al gobierno nacional y con un bombardeo permanente de medios masivos a favor del levantamiento de la cuarentena, debe evitar la irresponsabilidad de dejar a los porteños librados a su suerte, pero también que franjas mayoritarias de la clase media lo apunten por el aislamiento y la caída económica.

En ese cruce de variables hay que decodificar las últimas medidas de apertura anunciadas. Un pequeño respiro en el hartazgo generalizado. Asimismo, en conjunto con la Nación, se comenzó a extender la realización de tests de COVID-19 mediante el programa Detectar a distintas comunas porteñas, más allá de los operativos en barrios vulnerables.

En medio de estas vicisitudes, parecieron reverdecer los tironeos políticos entre el oficialismo nacional y la oposición de Juntos por el Cambio. Los primeros en poner el grito en el cielo por las aperturas comerciales dispuestas por el Jefe de Gobierno porteño fueron algunos intendentes del Frente de Todos y funcionarios del gobierno de Kicillof, quienes recordaron que decenas de miles de bonaerenses trabajan a diario en la Ciudad de Buenos Aires. “Viajan en colectivo a sus trabajos y vuelven infectados con coronavirus”, fue el reclamo de los jefes comunales.

El más duro fue el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, quien fiel a su estilo castrense, expresó que el mandatario porteño “debería tomar decisiones mucho más profundas acompañando al gobierno nacional. Lo está acompañando pero de manera tibia. Y no es momento de decisiones tibias”. De todos modos, Rodríguez Larreta siguió adelante con las aperturas y exhibió su buen diálogo con el gobernador Kicillof.

El gobierno nacional, a su vez, busca mostrar como ejemplo el diálogo con Larreta, al que diferencia de Macri y su gestión. En los últimos días un par de hechos apuntaron en esa dirección. Primero, el diputado Máximo Kirchner expresó su apoyo al Jefe de Gobierno por “aguantar la presión” de su propio partido para que flexibilice totalmente la cuarentena. Por su parte, el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero – al cabo de una entrevista de 40 minutos – dejó una única frase que encendió la furia de los opositores: “Imagínense lo que hubiese sido esta pandemia con Macri gobernando, una catástrofe”.

El PRO contestó a la “provocación” del jefe de ministros con un duro comunicado firmado por su presidenta Patricia Bullrich y el diputado Cristian Ritondo, entre otras autoridades. Allí refería que Macri en el marco de la pandemia habría “confiado en la responsabilidad de los argentinos”, “no habría aprovechado la pandemia para debilitar las instituciones” y habría comprado alimentos “en licitaciones transparentes a precios razonables”, entre otros puntos. Tamaño ejercicio de optimismo en la pasada gestión hace innecesarios los comentarios.

Con la polémica en ascenso, el propio Rodríguez Larreta debió expresarse al señalar que no estaba de acuerdo con los dichos de Cafiero, pero agregó en tono pontificio: “No me engancho en discusiones políticas. Tenemos que buscar la unidad de todos los argentinos”. Todo esto no hace más que sumarle ruido a la interna opositora, en la que el Jefe de Gobierno y el ala “dialoguista” venían sosteniendo un sordo enfrentamiento con los sectores más encarnizados contra el kirchnerismo, cuyo referente es la ex ministra Bullrich.

El cruce se da justo en el medio de las revelaciones sobre la red de espionaje ilegal armada por la Agencia Federal de Inteligencia durante la gestión de Macri, y de la que se sospecha que varios integrantes del oficialismo de ese momento, como Rodríguez Larreta y su vice, Diego Santilli, fueron víctimas.

El Jefe de gobierno deberá concurrir en los próximos días al juzgado de Lomas de Zamora donde se llevan a cabo las investigaciones para notificarse sobre el caso.

¿Qué pasará si la causa escala de modo de poner sobre el tapete – como muchos sospechan – la responsabilidad del propio ex presidente en la trama de espionaje? Con las reuniones partidarias en suspenso hasta nuevo aviso, la incógnita pasa por saber si en ese caso, Rodríguez Larreta continuará reconociendo el liderazgo de Macri o irá a una ruptura definitiva, que a su vez lo ubique como referente principal de un nuevo armado opositor. Final abierto.

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