El circuito, fuertemente demandado por ciclistas y grupos de vecinos de alrededor del polideportivo, se inauguró con un llamativo perfil bajo oficial a comienzos de abril. Fue luego de que aumentaran los reclamos y protestas, habiendo pasado cinco meses de la fecha proyectada. Las primeras impresiones son positivas y con elementos para destacar del paseo. Puede utilizarse de lunes a lunes, con el precio de la entrada, y tiene carriles recreativos y de competencia.
Por Mateo Lazcano
Cuando al mediodía del pasado 9 de abril, sin aviso previo, un grupo de ciclistas comenzó a rodar por la nueva pista de ciclismo del Parque Sarmiento, se dejó atrás una etapa que propició uno de los conflictos más grandes que afectaron a la zona de la Comuna 12 en el último tiempo. Amenazas, colocación de clavos en el suelo para dañar los rodados, cortes de calle, denuncias y hasta el atropellamiento a una mujer, que luego falleció, formaron parte de la historia de tensión permanente. La que busca ser dejada atrás con la inauguración de este espacio, que tampoco quedó exento de críticas, idas y vueltas y hasta cambios de gestión en el medio. El interrogante es si será suficiente como para lograrlo.
La novedad era esperada y anunciada. Primero, desde 2017, cuando a través de la instancia “Ba Elige”, creada por el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta para impulsar la “participación vecinal” (aunque obviando las instancias ya dispuestas por la Constitución porteña para ello), había resultado la más votada en nuestra comuna.
Y luego, cuando en los últimos meses de mandato del alcalde del PRO, habían iniciado las obras con la previsión de inaugurarla en noviembre del año pasado. Luego postergada a enero, a febrero y marzo. Llegó abril, llamativamente sin anuncios y bajo una presión importante en los días previos de los ciclistas, que se habían congregado a pedir explicaciones, y de grupos de vecinos frentistas de Crisólogo Larralde, que habían organizado protestas que incluían la detención de quienes pasaban en bicicleta, propiciando algunos episodios de violencia.
La respuesta inmediata fue positiva en la comunidad de ciclistas. Desde la propia jornada inaugural fue pasándose en “boca a boca” a través de las redes sociales la buena nueva. Prima hasta ahora la satisfacción con la pista, algo que no es fácil teniendo en cuenta que siempre fue difícil pensar en “los ciclistas de Parque Sarmiento” como un grupo homogéneo: algunos son de la zona, otros no; algunos son deportistas semiprofesionales, otros más amateur; algunos salen con fin de lograr tiempos de competencia, otros como relajación y pasatiempo. Sin embargo, aquellos consultados para esta crónica, enfatizaron algunos aspectos claves.
Por un lado, el estado del asfalto. Sin sobresaltos, a pesar de las dudas que había generado la circulación (no autorizada) de micros escolares durante la colonia de verano. También, la iluminación, que permite salir a rodar una vez que cae el sol, sobre todo en invierno. Y a su vez, la delimitación con alambrado que separa la pista del resto del Parque: era uno de los temores, ya que podían generarse accidentes si alguien o algún objeto como una pelota de manera desprevenida se cruzaba por la pista.
Este cronista hizo, con su bicicleta playera (lejos de ser de competencia), una recorrida por la pista en el primer fin de semana de inauguración. Para llegar, luego de atravesar la boletería, se debe recorrer un caminito de unos 20 metros entre las canchas de tenis y los juegos infantiles, para desembocar lindando con la colectora en el área de ingreso y egreso. No hay ningún cartel indicador formal, simplemente la apertura del alambrado y los grupos de ciclistas que descansan al lado o aguardan a colegas.
Tampoco hay requisito para poder ingresar, tan solo el uso del casco, aunque en rigor no existe personal del polideportivo que lo esté chequeando. Otra norma indicada es que los menores de 16 años no podrían andar y deberían usar los circuitos internos, pero ocurre lo mismo en cuanto al nulo control.
El trayecto tiene a su vez partes en las que se angosta demasiado (de un lado, por la reja que limita al Parque en la zona de la colectora y del otro, por el enrejado del Reservorio natural), quedando solo con los 6 metros de ancho que posee. En otras, la pista emerge al lado de franjas de pasto que se pierden como espacio verde, ya que quedan imposibles de acceder para los visitantes por fuera de quienes van a la pista.
Es una pista silenciosa: el estado del asfalto y de la mayoría de las bicicletas hace evitar las frenadas fuertes. Los únicos ruidos que se perciben son cuando viene un “pelotón”, en el cual el que encabeza suele dar indicaciones a los de atrás.
Sobresale la buena señalización: hay tres lugares dentro de los 3,2 kilómetros en los que se especifica qué máxima es permitida en cada uno de los tres carriles, siendo el de la derecha el más lento, de 17 a 27 km/h, para fines recreativos, el del medio de 27 a 37km/h y el de la izquierda desde los 37 km/h, ya con velocidades de competencia.
Las partes más atractivas son las rectas al bordear Andonaegui, frente al Barrio Perón, y bajo los frondosos árboles que dan a Crisólogo Larralde. Luego está el primero de los puentes creados para no perjudicar el ingreso y egreso vehicular, en este caso, en la entrada de Triunvirato. Este no es tan exigente, y al descender se llega a la zona lindante con el predio de Platense. Como es la mitad de camino, muchos que se acercan con un fin más recreativo optan por salirse y descansar. También es un lugar donde los grupos se “hacen pata” para esperar a los rezagados y continuar luego.
Al llegar a la entrada de Balbín está el segundo puente. Es la parte más exigente de todo el recorrido y genera serias dificultades para quien no está entrenado. Es una pendiente importante, del 5% de inclinación y bastante repentina. Solo aquellos con estado físico y una bicicleta preparada pueden hacer la subida sin inmutarse. El resto se divide entre quienes van frenando al costado y aquellos que no lo hacen, pero pedalean a un ritmo muy bajo.
En la recorrida hecha por este cronista, fueron varios los que quedaron a la vera del circuito, en la banquina formada en el carril derecho, recuperando fuerzas en pleno puente. Como contrapartida, el descenso también es vertiginoso y se hace sin necesidad de pedalear, por la propia inercia. De todos modos, puede decirse que el puente sobre Balbín es una decisión clave: sería imposible pensar, con la cantidad de ciclistas que pasan, en cómo sería la convivencia con la entrada o salida vehicular.
Al final de la pista se sitúa el Arborétum de la asociación Vecinos por la Ecología. Es un área de Interés Ambiental y muy reconocida, y por ello la organización había cuestionado que el circuito linde con ella y pueda generar alteraciones al hábitat. El Gobierno porteño sin embargo no tomó en cuenta el reclamo.
La pista debutó con buena iluminación (algo que no hubiera pasado si se inauguraba en la fecha prevista, a fin de año pasado), algo clave para aquellos que desean concurrir al finalizar la jornada laboral. Uno de los reclamos justamente es extender el horario de funcionamiento del circuito. Hasta ahora es todos los días de 9 a 19 horas; los ciclistas piden que sea hasta las 22.
Hay otros pedidos: redondear el importe tarifario (los $530 actuales desalientan el vuelto, dicen); permitir los medios electrónicos. Hasta el pago es sólo en efectivo; personal de seguridad (hasta ahora no se vio, más allá de que en las primeras semanas tampoco se registraron incidentes) y vestuarios para poder cambiarse. En cuanto a los ingresos, los vehículos solo pueden entrar hasta ahora por Balbín.
El desafío final es si se cumplirá el anhelo de acabar, con esta pista, con la conflictividad vecinal y la tensión que acompañó a estos grupos de residentes de la zona del Parque y los ciclistas durante estos años. Los primeros fines de semana, en los que, es cierto, no acompañó el tiempo, se vio una fuerte merma de personas circulando por el recorrido callejero. Es un primer indicio, aunque no definitivo.