Hace exactamente once años, en la edición de agosto de 2005 de EBVP, se publicó una nota acerca del ensañamiento con el que la autodenominada “Revolución Libertadora” intentó (sin éxito) acabar con todo vestigio del peronismo, en ese caso en la figura del Dr. Ramón Carrillo, pionero de la Salud Pública en la Argentina y el mundo. Lamentablemente, y como dice el tango, “la historia vuelve a repetirse”.
Por Aldo Barberis Rusca
En aquella edición de agosto del 2005 comenzábamos contando que el mayor castigo que los dioses de la Grecia clásica tenían reservado para aquellos gobernantes que se hubieran atrevido a desafiarlos en su poder o majestad no era la muerte, era el olvido. La condena consistía en no existir ni haber existido nunca.
Los tiranos de la historia habían jugado a ser dioses infructuosamente intentando sepultar en el olvido al hombre que se había atrevido a enfrentar a la oligarquía, a quienes ellos representaban, en uno de los ámbitos que les era más caro: la salud.
Hasta la llegada del Dr. Ramón Carrillo el acceso a los servicios de salud era privilegio de unos pocos y una dádiva que las “damas de beneficencia” entregaban con desdén al pueblo; a los pobres y a los desclasados.
La llegada del Peronismo y especialmente de Evita y Carrillo puso fin si no a los privilegios, que los poderosos siempre tienen, al menos a la indignidad de recibir de favor lo que se merece por derecho.
La venganza de los poderosos fue tan impiadosa como estéril. Pero a pesar de todos sus esfuerzos no pudieron en más de 60 años terminar ni con el peronismo, ni con la salud pública, aunque bastante se ha deteriorado, ni con la dignidad de un pueblo que sabe que sus necesidades son derechos.
Han pasado 61 años de aquella tiranía y los opresores han aprendido algunas cosas, sobre todo que la dictadura perfecta debe tener apariencia de democracia.
El gobierno actual, que es a todas luces una gerencia de los poderes económicos y financieros, actúa como si fuera un gobierno democrático y, amparado por las leyes democráticas, se propone eliminar todas las conquistas logradas durante los últimos tres períodos presidenciales. Y para eso necesita deslegitimar lo logrado a partir de forzar el pasado y la memoria.
Esta tiranía no pretende el olvido de sus oponentes, ya aprendió en ese sentido; pero si busca deslegitimar todo lo logrado a partir de cuestionar las conductas de los ejecutores, ya sean gobernantes o movilizadores sociales.
El caso más emblemático es el de Milagro Salas a la que se acusa de corrupción con el objetivo claro de deslegitimar la inmensa obra que la Organización Barrial Tupac Amaru realizó en Jujuy para que los más pobres tuvieran techo, salud, esparcimiento y, en suma, una mejor vida.
El problema con Milagro Salas no es Milagro Salas, es la obra, son los miles de viviendas, los hospitales, los centros de recreación, las escuelas, el trabajo comunitario. Y por sobre todas las cosas, la gente.
Si se logra terminar con Milagro Sala, si se logra imponer la imagen de dirigente corrupta que se quiere implantar, esa mancha se extenderá a la organización y a la obra indefectiblemente. No en los beneficiarios, en el resto de la sociedad a la que se convencerá que los logros de un sistema corrupto deben ser eliminados.
Y van más allá aún
Para eliminar los derechos ganados durante los últimos años deberán quitarles legitimidad. Y para eso necesitan que el gobierno haya sido corrupto, para que pueda ser revisado todo su accionar y se puedan eliminar todos los logros y conquistas; sobre todo aquellas que afectan al poder económico (YPF, AFJP, Fútbol para todos, etc.)
Y por último, el mayor de sus anhelos, terminar con el “curro de los derechos humanos”.
Hoy, mientras vemos cómo asesinos, violadores, torturadores y secuestradores son liberados luego de haber sido condenados por crímenes de lesa humanidad comparables a los del nazismo, y desfilan como héroes junto a los Ford Falcon, verdes y sin patente como en otras épocas; Hebe de Bonafini, luchadora incansable por los derechos humanos, quien se plantó ante el poder más sangriento para develar la ignominia y la infamia de la desaparición forzada de personas en la Argentina es acusada y pasible de ser encarcelada
A nadie le importa la plata que supuestamente haya “desviado”; lo que interesa es desprestigiar al personaje, a la organización y a su lucha. Ya lo habían intentado otras veces sin éxito inventando un destino europeo para sus hijos desaparecidos.
Pero lo que los tiranos no entienden es que no son dioses y que todos sus intentos por imponer verdades de dudosa factura quedarán indefectiblemente expuestos en su implacable torpeza.
La lucha de los pueblos siempre está empezando.