Este barrio extendido alrededor del predio de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UBA es un lugar ideal para caminar y hacer picnic al aire libre, en medio de un reparador paisaje de especies vegetales autóctonas y exóticas, plantadas a principios del siglo XX.
Por Cristian Sirouyan
Cuando despuntaba el siglo XX, la creación de la sede de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UBA en un vasto espacio despoblado de la Ciudad -enmarcado por las primeras construcciones de Villa Devoto, Villa del Parque, Villa Ortúzar, Villa Urquiza, Villa Crespo y La Paternal- empezó a dar forma al barrio Agronomía, punto de partida de uno de los paseos más saludables que disponen los porteños sin necesidad de alejarse del tejido urbano.
El circuito más recomendable para los amantes de las caminatas y el picnic al aire libre en un área copada por la vegetación y el trino de los pájaros se inicia en la entrada de Avenida San Martín al 4400. Del otro lado del portón despega al sendero peatonal que conduce hasta el Jardín Botánico Lucien Hauman, un reparador paisaje perfumado por especies de distintas provincias del país y exóticas, plantadas desde 1922.
Ese paisaje semirrural, diseñado por el paisajista Carlos Thays -al frente ded la Dirección de Paseos de la Municipalidad porteña-, es el oasis urbano que atraía a los alumnos del Real Colegio de San Carlos (actual Colegio Nacional de Buenos Aires) para disfrutar sus vacaciones de verano. Eran los tiempos en que la zona era conocida como “Chacarita de los Colegiales”.
Anteriormente, desde 1614, esas tierras altas y prósperas habían estado en manos de los sacerdotes jesuitas, hasta que fueron confiscadas por el Estado, tras la expulsión de la orden religiosa, en 1769.
En 1901, el proyecto oficial del Gobierno nacional para crear la Estación Agronómica con Granja Modelo y Escuela de Agricultura impulsó el incipiente desarrollo del barrio, aunque apenas una porción minúscula del gigantesco predio de más de 150 hectáreas fue ocupada por las 65 manzanas urbanizadas entre Salvador María del Carril y las avenidas Beiró, Constituyentes, Chorroarín y Nazca.
En otro rincón del tercer pulmón de la ciudad, en el triángulo que forman las calles Tinogasta y Zamudio con la avenida San Martín, el Banco Hipotecario inauguró en 1934 el complejo “de casas baratas” Rawson, donde Julio Cortázar vivió desde 1934 hasta 1951.
La impronta del autor de “Bestiario”, “Casa tomada” e “Historias de cronopios y de famas” -entre otras obras que ganaron reconocimiento en todo el mundo- sobrevuela la vivienda que compartió con su madre y su hermana, en Artigas al 3200.
También quedó fijada en la esquina de Julio Cortázar y Artigas -donde funcionó el bar Rayuela, poblado de textos y fotografías del escritor- y en la descuidada réplica de una rayuela de cemento, construida en forma de escalinata, a un costado del puente Julio Cortázar, el tramo de la avenida San Martín que atraviesa las vías del Ferrocarril Urquiza.
Del otro lado del extenso terreno teñido de verde intenso de la Facultad, ampliado por las instalaciones deportivas de los clubes Comunicaciones y Arquitectura, la entrada por Constituyentes 3474 sugiere desde 2013 un recorrido distinto: el paseo de compras de la Feria del Productor al Consumidor, el lugar indicado para comprar verduras de estación -mayoritariamente agroecológicas- ofrecidas en bolsones de 5 kilos por 170 productores. Es otro perfil a tener en cuenta de este inabarcable barrio atravesado de punta a punta por sonidos y perfumes naturales.
Imperdible
Poco más de cinco cuadras hay que transitar desde el límite del barrio Agronomía para llegar a Campana al 3200 esquina Tinogasta y toparse con la señorial fachada del Palacio de los Bichos, un emblema tan representativo de la zona que aparece recreado en el escudo de Villa del Parque junto a la estación de tren -ubicada a una cuadra-, un farol de aire tanguero y la parroquia Santa Ana.
En sus cinco pisos rematados por un torreón y una cúpula, la fachada del popular “Castillo de Villa del Parque” conserva las líneas de estilo ecléctico que adoptó desde su construcción, en 1910. La obra había sido encargada por el aristócrata italiano Rafael Giordano, quien donó la casa a su hija pocos días antes de su casamiento.
Pocos años después de esa primera etapa de esplendor, el Palacio de los Bichos quedó deshabitado durante décadas, cuando perdió las górgolas que decoraban las paredes exteriores e inspiraron el nombre del lugar.
En la década del ’90 fue recuperada para la instalación de una casa de té y luego fue reconvertida, sucesivamente, en salón de fiestas, edificio de departamentos y spa.
La leyenda del lugar se agiganta cada vez que algún vecino asegura que todavía quedan los ecos del pequeño palacio sumido en el abandono y otros se suman para jurar que escuchan ruidos que llegan a la calle desde las habitaciones junto a los gritos de espanto de una mujer o dicen haber visto sombras de fantasmas y espectros que trepan las paredes.
Fuente portal de la Cooperativa de Editores Barriales EBC