Durante varias décadas, en la calle Montenegro funcionó la fábrica de monturas “Jocri”. Sin embargo, de golpe su dueño huyó en 2017 sin dar aviso. Un grupo de los trabajadores conformó una cooperativa y logró hacerla sobrevivir. En esta nota, el sufrimiento, la lucha y la gratificación de “Talarcoop”.
Por Mateo Lazcano
Cooperativa “Talarcoop”…
El 28 de abril de 2017 era viernes. Como era habitual en cada último día hábil del mes, los trabajadores de la fábrica de monturas “Jocri” esperaban con ansiedad la llegada de la tarde y el cobro de sus haberes.
No era un viernes más en el edificio de Montenegro 1369, Villa Ortúzar. Se encontraban en las vísperas del Día del Trabajador, a las puertas de un fin de semana largo. Pero no sería un viernes más.
“Comenzamos a sentir que el tiempo en el que siempre nos llamaban para cobrar se demoraba y se demoraba”, comenta Pedro González. “Hasta que en un momento”, señala, “se acercó la mujer del dueño”. “Ahí nos la vimos venir”, agrega, seco, con la voz apagada y con un silencio posterior que corta el ambiente, este ex trabajador de la compañía.
“Ella nos dijo que la disculpemos, que la situación estaba mal, pero que no bajemos los brazos y siguiéramos trabajando. Que el marido estaba en Europa buscando clientes para poder salvar la empresa”, recuerda Pedro.
La explicación no satisfizo a los empleados y concurrieron al Sindicato Argentino de la Manufactura del Cuero. Allí, les sugirieron montar una guardia para evitar que se produzca el vaciamiento que deducían iba a ocurrir. No se equivocaron. Días después, descubrieron que la puerta principal había sido soldada, y que sus dueños habían comenzado los trámites para abrir una sociedad en Paraguay.
En medio de ese fin de semana que debía ser festivo por celebrar su día, el delegado gremial recibió por parte del dueño la confirmación. Fue mediante un WhatsApp que le advertía que no se presente a trabajar porque Jocri no abriría más.
“Nadie pensaba que se iba a llegar a esto. No lo esperaba, yo estaba desde el año 84 y éramos como una familia”, cuenta Diego. Asegura que la producción no mostraba que la firma estuviera pasando un momento dramático. “Todos los viernes salían las monturas. Eran cerca de 250 por mes para ese entonces. Es cierto que años atrás se había llegado a las mil mensuales, pero ese número no estaba mal”, manifiesta.
Ese 2 de mayo, los trabajadores fueron a la fábrica acompañados con los delegados gremiales. Y tomaron dos decisiones: ingresar por la fuerza y conformar una cooperativa. Solo unos pocos días después, estaba creada “Talarcoop”. De los 54 empleados que la firma de monturas tenía al momento de cerrar, 18 se convirtieron en cooperativistas.
Si bien estaban dentro de la fábrica, no les esperaba un camino fácil. “El principal problema era que toda la parte de oficina no la teníamos. Los empleados administrativos eran todos familiares o conocidos del dueño. Nosotros éramos todos trabajadores de producción y no conocíamos los programas contables”, narra Pedro.
Sumado a ello, los clientes dejaron de comercializar cuando se enteraron de la huida de los expropietarios de “Jocri”. Así y todo, lograron salir adelante. Los cooperativistas buscaron la asesoría de otros trabajadores que recuperaron sus empresas, realizaron constantes asambleas y reuniones. Nunca perdieron el vínculo con el sindicato.
Pero en el fondo, algo los dejaba insatisfechos. “Nos quedamos siempre en ese primer momento esperando una explicación por parte de los dueños. El personal era responsable, cumplidor, no se merecía que le cierren la puerta en la cara sin decir una palabra”, dice Pedro. Sin embargo, eso no sucedió.
Durante el tiempo posterior, “le pusimos el pecho”, cuenta el trabajador. En el medio, debieron soportar el fallecimiento de un compañero y la compleja tarea de recuperar clientes. Pasados casi dos años, “Talarcoop” sobrevive. Tiene cerca de 15 integrantes y permanece activa en su sede de Villa Ortúzar.
“Obviamente no hacemos la producción que hacíamos antes. Solo podemos cubrir los insumos, que son caros y en dólares, y dejar algo para nuestras casas”, explica Pedro.
Los problemas, de todos modos, no acabaron. Los coopertivistas estuvieron a punto de perder sus maquinarias luego de una orden de remate provenida desde el Juzgado en lo Comercial N° 31. Sin embargo, con la ayuda de Carlos Grisafi, militante social y ex comunero, y el legislador Juan Manuel Valdés, pudieron evitar la ejecución de la sentencia.
“Ahora, a trabajar y seguir adelante”, cierra, en nombre de sus compañeros, Pedro González.