Dificultades y posibilidades del teatro independiente porteño en su retorno

Teatro Independiente
Cómo está volviendo el teatro independiente en la ciudad de Buenos Aires. Qué dificultades y posibilidades encuentra esta actividad que distingue a Buenos Aires, tanto, que ha sido declarada patrimonio cultural de la Ciudad.
Foto: Grupos Estables de Teatro Independiente (GETI)

Por Karina Micheletto, para la Cooperativa de Editores Barriales EBC

La emoción multiplicada entre quienes hacen teatro y quienes lo van a ver, que alcanza niveles impensados. El recuerdo de los momentos duros del aislamiento más estricto, el largo año y medio de “resistencia”. Las “heridas” que dejó todo ese tiempo sin trabajo.
El entusiasmo por “volver”.

Pero, también, la certeza de que ese “volver” no será a una normalidad tal como se conocía antes de la pandemia. Más aún: que cierto modo de hacer teatral que se sostenía en la ecuación del “a pulmón” – entre el escaso margen de ingresos, los tiempos y costos invertidos en las producciones, las posibilidades acotadas de las salas – quedó demostrado inviable, imposible de retomar.

“El público nos sorprende, no imaginábamos que se iba a generar tanta emoción. Lo mismo entre los hacedores. Es fuerte, la mayoría estamos desde febrero o marzo del año pasado sin volver a trabajar”, observa Sergio Rower, director y fundador de la cooperativa Libertablas, integrante de Geti (Grupos Estables de Teatro Independiente), presidente de Unima Argentina (Unión Mundial de Marionetistas).

Relata su experiencia personal, el reciente regreso con Acerca de Discépolo, del grupo Libertablas, en El Astrolabio. “Los nervios también son muchos, ¡mucho peor que un estreno! Pasan cosas muy delirantes. Por ejemplo, tomás noción de que se fue un montón de gente querida con esa pandemia. A mí volver a trabajar me puso en contacto con los que no están. En este aquelarre de emociones andamos”, describe.

Cuestión de tamaño

Si bien en la Ciudad el aforo permitido pasó del 30 al 50, y ahora al 70 por ciento de la capacidad de la sala, la limitación de las distancias (de un metro y medio, recientemente reducida a un metro) también reduce la cantidad de público posible, sobre todo en las salas más chicas. Así, actualmente hay funciones en salas para 12 personas como máximo, y un promedio de unos 35 espectadores “a sala llena”.

Según un relevamiento de la Asociación Argentina de Teatro Independiente (Artei), apenas un 25 por ciento de las salas llegó a hacer algunas pocas funciones en los meses de apertura del año pasado, antes de la segunda ola de Covid. Un 30 por ciento de las salas pudieron abrir además para ensayos, un 27 por ciento para clases presenciales.
Casi el 60 por ciento no abrió para ninguna actividad.

Para fines de junio de este año, con la segunda apertura del aislamiento, algunas pocas salas independientes pudieron empezar a abrir, con el 30 por ciento de aforo. Para julio, ya estaba permitido el 50 por ciento de aforo. Actualmente se amplió al 70. Aunque se redujo de un metro y medio a un metro, la distancia mínima necesaria entre espectadores reduce en los hechos este aforo a un 50 por ciento.

Se calcula que hay unas 250 salas en toda CABA, todos proyectos autogestivos a los que la pandemia los afectó sustancialmente. Contra lo que podía suponerse, solo unas pocas terminaron cerrando.

“Aun así, es muy triste. Un teatro que cierra significa años, a veces décadas, de inversión pública y privada que se pierde. Hemos pasado muchas crisis, los tarifazos del gobierno anterior, las inflaciones, y salimos, siempre”, repasa Gonzalo Pérez, secretario general de Artei y uno de los gestores de Espacio Tole Tole teatro, en el barrio de Once.

Los teatreros consultados reconocen los apoyos del Instituto Nacional de Teatro, de Proteatro y de Cultura de Nación, que permitieron “sostener la estructura”, “los gastos mínimos”, adaptar las salas para cumplir los protocolos. Desde la Ciudad de Buenos Aires, en cambio, no se verificaron apoyos sustanciales en la emergencia.

Volver, ¿pero cómo?

Como en muchos otros aspectos, también en el teatro independiente, la pandemia vino a transparentar, o a poner la lupa, sobre una situación inviable previamente. “Claramente se va consolidando la imposibilidad de vivir como actor o actriz independiente”, dice con crudeza Rower.

“La pandemia consolidó una dificultad que antes teníamos tal vez tapada por la emoción de hacer lo que amamos, teatro. Mostró, primero, lo que nos cuestan a los hacedores los ensayos, la producción, la sala, los alquileres. Más allá de que el gobierno nacional dio una enorme cantidad de ayuda, por el Instituto del Teatro y el Ministerio de Cultura, son eso, ayudas, no alcanzan a solventar una crisis de este volumen”, evalúa.

La parte positiva, para Rower, está en la comprobación de aquel apotegma de que “la unión hace la fuerza”. “Armamos una nueva institución, Traes, Trama Escénica. Por primera vez estamos todos juntos: actores, actrices, directores, titiriteros, técniques, gente de plaza, bailarinas. Hemos aprendido a escucharnos y a no pensar que los dueños de salas independientes son millonarios y los actores son pobres”, reflexiona.

“Más allá de que necesitamos de un Estado presente, depende de nosotros encontrar un ariete para continuar. Sabemos que, adonde estábamos, ya no volvemos más. Y a lo nuevo lo tenemos que redimensionar: ¿Podrán seguir existiendo cuatro salas en una manzana de Palermo? ¿Los actores vamos a seguir ensayando cuatro meses para que vean esa obra 60 personas? Lo digo con total crudeza y con la seguridad que el teatro no va a desaparecer nunca, eso no está en crisis. Pero sí está en crisis la posibilidad de vivir de nuestro trabajo”, advierte.

La cooperativa Libertablas también tendrá que repensarse, analiza Rower. “Nosotros hacíamos entre 400 y 600 funciones anuales para escuelas. Por la estructura grande que manejamos, no podemos trabajar para burbujas de 40 u 80 chicos. Aunque todo vaya bien, ¿podremos volver a tener los grupos de escuelas yendo al teatro el año que viene? No lo sé. También las salas grandes han incrementado muchísimo sus costos. Y no es una opción cobrar 500 pesos la entrada a un pibe de escuela, no es nuestro interés hacer algo para pocos. Libertablas tampoco va a desaparecer, pero sabemos que el modelo de 42 años ininterrumpidos, no va más”, concluye.

El entusiasmo

Francisco Lumerman es actor, director, dramaturgo, docente y gestor de Moscú Teatro, junto a Lisandro Penelas y Laura Fisher. Cuenta que la sala de Villa Crespo tiene la ventaja, dado el contexto, de ser grande y tener ventilación natural, es decir que no tuvieron que hacer grandes inversiones para incorporar el protocolo. Desde la primera semana de agosto tienen cinco espectáculos en cartel, y actualmente entran hasta 52 personas, dado que la habilitación del lugar es para más de 100.

“Lo que nos sorprendió para bien es que la gente volvió, ¡y con qué entusiasmo! Temíamos que fuera difícil la vuelta, en el verano había costado, esta vez la vacunación hizo un efecto positivo ante el público que quizás antes no se acercaba por temor. Se volvió a comprobar que es una actividad que puede convivir con esta pandemia de mierda. Fue re emocionante poder encontrarse, y ver la avidez del público por volver a ocupar estos espacios”, opina.

Lumerman repasa con una sonrisa la “suerte” que tuvieron. Abrieron esta nueva sede en marzo de 2020. Alquilan. El dueño entendió la situación y les bajó el alquiler. “Si no, hubiéramos quedado en el camino”, está seguro el gestor.

“Recibimos ayudas, pero eso no alcanza para sostener el espacio. Imaginamos modos, nos acompañaron: creamos una membresía para los que podían aportar, muchos alumnos de los talleres siguieron pagando la cuota aun sin ir. Fue duro: de 180 personas inscriptas en marzo 2020, terminaron siguiendo clases por Zoom 60. En marzo la gente volvió a anotarse, y este año nos fuimos a los parques en vez de al Zoom, y así lo sostuvimos mejor”.

También Lumerman cree que lo que viene será, necesariamente, diferente. “Nuestra ansia es por poder empezar a proyectar la actividad, que se empiece a generar nuevo material, porque la nueva creación viene apaleada entre la pandemia y lo económico, hubo un desgaste muy grande del sector. Pero para poder ensayar tenés que poder proyectarte en el tiempo”, analiza.

Describe el presente: “Ahora hicimos una promoción ‘de vuelta’ con entradas muy económicas, a 500 pesos, pero eso no es sostenible en el tiempo. Todo el sector tiene que sacar cuentas y cotejarse de nuevo, rearmar el tejido. Hay algo que no cierra, y hay que encontrarle la vuelta”.

A pesar de este balance, la visión de Lumerman tampoco es negativa: “Mi sensación es que, si pasamos lo que pasamos, vamos a seguir. Habrá que descubrir cómo. Estamos muy cerca de todo lo que pasó como para tener una mirada más despegada”.

Amputados

Espacio Callejón fue una de las primeras que abrió el año pasado, mientras estuvo permitido, entre diciembre y marzo. Lo mismo ahora, desde fines de junio. Es un teatro que siempre tuvo muchas obras en cartel, y también es así ahora, con unas doce propuestas.

Actualmente tienen un aforo de unos 35 espectadores, y están dando todas las funciones a sala llena. Además de las entradas generales de 600 y 700 pesos, hay una opción de “entrada solidaria” por Alternativa Teatral con costos de entre 1000 y 1500 pesos, para apoyar el espacio.

“Sentimos que sigue siendo muy sacrificado, pero vemos que nadie quiere soltar, hay ganas, hay entusiasmo. De hecho, no hay obras que terminen su ciclo porque les esté yendo mal, sino porque hay compromisos con otras obras que no tuvieron oportunidad de hacer funciones por la pandemia, como un elenco que tiene una persona de riesgo, y recién ahora están todos vacunados y en condiciones de retomar”, explica Federico Buso, programador de la sala de Almagro junto a Javier Daulte.

“Los que amamos el teatro, no imaginamos hacer otra cosa. Estos meses nos sentimos como amputados. Y es muy emocionante comprobar que la gente también lo necesitaba mucho. Ves apenas abrís cómo entran a la sala, con qué entusiasmo, cómo se sientan a tomar un café sin dejar de lado los protocolos. Hay algo del respeto también, un ‘cuidemos esto, que es de todos’. Una manera de disfrute que es un ida y vuelta muy reconfortante”, apunta.

Teatro comunitario

En La Boca, una marca fuerte del barrio y un ejemplo de teatro comunitario aparece con el Grupo de Teatro Catalinas Sur. “A nosotros la pandemia nos dio en el centro, como a todos los grupos de teatro comunitario y, en general, a todo lo comunitario”, lamenta Nora Mouriño, integrante del equipo de coordinación y dirección del Grupo Catalinas. “Pero hemos podido resistir. El arte siempre resiste. En estos 38 años de existencia sabemos de qué se trata eso”.

En la pandemia la Orquesta Atípica salió por el barrio a hacer serenatas, con todos los protocolos y cuidados. Los talleres de niñes siguieron al aire libre. Hoy el grupo ensaya su obra emblemática, Venimos de muy lejos. Hay tres obras en cartel; la sala (originalmente de 250 localidades) se adaptó según el protocolo. Sumaron una cantina, también con todos los cuidados.

“Somos muchos y hay que retomar las confianzas, y eso es difícil. Estamos ensayando con barbijo, con todo lo que eso implica. Pero aun así valoramos muchísimo este encuentro”, dice Mouriño.

“Hubo todo un proceso para entender una nueva dinámica que antes no teníamos, en la sala y en el grupo de teatro. Hay algo en este encuentro que no es lo mismo, claramente hay cosas que cambiaron y que no van a volver. Las dudas de la vida diaria se trasladan al teatro: cuándo nos sacamos el barbijo y cuándo no, cómo va a ser en la función, cómo nos encontramos y cómo nos dividimos en burbujas”, enumera. “Lo único cierto es que este es nuestro lugar, y va a seguir siéndolo. Habrá que encontrar el cómo”.


Para ir a ver

  • Libertablas tiene en escena Acerca de Discépolo en El Astrolabio (Terrero 1456).
  • Desde Geti (Grupos Estables de Teatro Independiente), programaron un festival que reúne 26 grupos de distintas estéticas y destinatarios, que ya comenzó con once funciones virtuales y dos presenciales (para niñas, niños y jóvenes) y seguirá los últimos dos findes de semana de septiembre, con once funciones presenciales y dos virtuales, para adultes, en diferentes escenarios, incluido el Parque Avellaneda para el caso del teatro callejero.
  • En Catalinas Sur (Benito Pérez Galdós 93) está Susy Shock y la Bandada de colibríes, los sábados, con almuerzo. También Daniel Casablanca con Discepolín, Fanático Arlequín. Y los títeres de Lazarillo del Riachuelo.
  • Francisco Lumerman está ensayando en el teatro Regio El amo del mundo, la versión de una obra de Alfonsina Storni que dirige, de próximo estreno. En Moscú Teatro (Juan Ramírez de Velasco 535) está en cartel El río en mí, una obra que escribió y dirige. Allí también puede verse Laberinto, de Julieta Timossi, Captura de aves silvestres, por el Grupo Basamenta, Nicolás anda, unipersonal de Nicolás Stupenengo, y Tiembla, de Lisandro Penelas.
  • Espacio Callejón (Humahuaca 3759) tiene entre sus obras las del concurso de obras cortas Luz Testigo, que el director y dramaturgo Javier Daulte llevó adelante durante la pandemia. Gansos, el unipersonal Cazón, y próximamente la reposición de la exitosa Late el corazón de un perro, de Franco Verdoia, pueden verse allí.

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