El PRO lanzó la campaña “Te votarías?”: ¿El regreso del “Hombre cualquiera”?

Rodriguez Larreta
Logo El Barrio Pueyrredón¿Quién representa al ciudadano o la ciudadana común, al que no está “metido” en la política? Una vieja polémica que suele reverdecer en momentos de crisis y de la que algunos dirigentes se quieren aprovechar. Rodríguez Larreta contestó presentando su propio casting de candidatos. ¿Funcionará el marketing?

Por Fernando Casasco

Hace ya quince años, en esta misma columna (Periodico El Barrio Villa Pueyrredón), en ocasión de su elección como jefe de Gobierno, recordamos el antecedente político más importante en la carrera de Mauricio Macri: su abuelo Giorgio había formado parte en la Italia de la posguerra de la fundación del partido del “Uomo Qualunque”. Con su prédica anticomunista y su apuesta por la eficiencia y el orden, intentaba ser un heredero de los restos del fascismo de Mussolini, pero esta vez a través de medios democráticos, alejado de los grandes partidos que dominaron la transición en la península: la Democracia Cristiana y el Socialismo, preferentemente. Esa prédica no le sirvió al abuelo Macri y sus correligionarios para progresar en política, aunque sembró una semilla que casi a fin de siglo floreció en el partido “Forza Italia” de Silvio Berlusconi.

El origen de este “populismo” de derecha all’italiana no es muy disímil con el lanzamiento político de Macri y su troupe. Señala María Esperanza Casullo que “los líderes populistas siempre se presentan como outsiders, es decir, como alguien que viene ‘de afuera’, incontaminado por los vicios de la ‘partidocracia’ o el establishment, y que se ha visto forzado a entrar en la política debido a la indignación moral que el sufrimiento del pueblo y la traición de la élite generan” *. Si el abuelo Giorgio intentó sin éxito hacer su carrera política en la asolada Italia de posguerra, su nieto Mauricio tendría mucha mejor suerte en la Argentina pos-crisis terminal del 2001.

Pero los años pasan para todos. Si hay algo de lo que el macrismo ya no puede enorgullecerse es de ser la fuerza que llega desde afuera del sistema a renovar la política. Por el contrario, el PRO cumplió hace pocos días sus primeros 20 años de vida y repasó varios de sus logros: un presidente, una gobernadora de la provincia de Buenos Aires, la hegemonía absoluta en la Ciudad en los últimos 15 años, varias intendencias importantes en el Conurbano bonaerense y en ciudades intermedias de provincias, bloques consolidados a nivel legislativo.

Sin embargo, en su discurso diario, los dirigentes del partido amarillo siguen reafirmando la consigna de representar a “la gente”, “los que trabajan” (que nunca son la clase obrera del marxismo ni los trabajadores “descamisados” del peronismo), “los que pagan sus impuestos”, en fin, “la gente de bien”.

Claro que cada vez resulta más difícil reiterar estos latiguillos cuando los dirigentes de ese partido viven de la política hace muchos años: la prédica “cualunquista” del macrismo choca con la experiencia práctica de un partido diseñado a la medida de los poderes fácticos. Ese famoso “círculo rojo” al que el propio Macri puso en palabras y al que sus seguidores prefieren no desobedecer.

Hoy Macri, al igual que los principales dirigentes de su partido, se muestran como parte de una coalición “democrática” enfrentada diametralmente con el “populismo”, al que acusan de todos los males sobre la tierra. Eso sí, por “populistas” solo comprenden a los movimientos de origen peronista (el kirchnerismo) o de la izquierda latinoamericana (casos de Venezuela, Colombia, Perú, México, etc.), no tanto a los encabezados por Donald Trump en Estados Unidos (a quien Macri considera su amigo) o Jair Bolsonaro en Brasil, a los que a lo sumo caracterizan como personajes polémicos, díscolos o pintorescos. Populistas siempre son los otros.

Para colmo de males al macrismo ahora le surgió un competidor que busca representar más fielmente a quienes estaban afuera de la disputa política y por tanto no tendrían (se me permitirá el uso del potencial) compromisos con esos poderes a los que aludíamos un par de párrafos más arriba. Se trata de los denominados “libertarios”, encabezados por el lenguaraz economista Javier Milei y sus prédicas contra la “casta política”.

Aquí las aguas del PRO se dividen: si para Macri y su gesto de “niño bien” que baja al barro mundano de la política resulta más sencillo asimilar dentro de su discurso los postulados de Milei, para Horacio Rodríguez Larreta esa tarea es bastante más difícil. No sólo por pretender tener siempre un perfil más moderado y negociador, alejado de prédicas extremas como la del melenudo diputado; sino también porque, por prosapia familiar y por trayectoria personal, el jefe de Gobierno calza perfectamente en la descripción de “casta política” a la que hace referencia el líder de La Libertad avanza.

De poco le vale a Rodríguez Larreta sumarse a recorridas callejeras, en las que prueba diversos manjares de la comida popular, o mostrarse canchero y distendido en videos de la red social juvenil tik tok. Su figura no suele atraer miradas y su ya inevitable candidatura a la Presidencia (o al menos pre-candidatura dentro de Cambiemos) tras un bajón considerable en las encuestas, se sostiene más por capacidad de gestión, rosca interna y pauta mediática que por un carisma desbordante. Pero puestos en el baile, hay que bailar. Y ahora al mandatario porteño le toca bailar con una época en que todo lo político suele estar mal visto.

Una de las soluciones que al equipo comandado por Larreta se les ocurrió para hacer frente a esta tendencia es la de abrir sus listas a la “gente común”. Desde la cuenta oficial del PRO y con una fuerte publicidad callejera se lanzó la campaña “Te votarías?”. Mediante la misma se pretende que personas sin experiencia política previa se anoten de forma online para ser candidatas o candidatos de Juntos por el Cambio.

Lo que muchos denominaron como el reality show de Larreta, propone seleccionar a 200 de los participantes inscriptos. Los que superen ese primer casting deberán participar de cursos en la Escuela de Dirigentes del PRO. El objetivo es que una comisión del partido termine eligiendo a 34 de esas personas para sumar a las listas porteñas: habrá cuatro en la nómina de legisladores (dos titulares – sólo uno de ellos en un lugar expectante – y dos suplentes); mientras que los otros 30 se repartirán en las listas de comuneros a razón de dos por cada una de las quince comunas (un titular y un suplente, respectivamente).

El vicepresidente primero de la Legislatura Emanuel Ferrario justificó la iniciativa al sostener que “la renovación de la política siempre fue parte de la esencia del PRO” y remarcó que “por primera vez se abre masivamente la convocatoria en la Ciudad a buscar nuevas voces que sean nuestros candidatos y candidatas en 2023”. La iniciativa, inspirada en una práctica del partido de Emmanuel Macron en Francia, fue respaldada por los posibles precandidatos a jefe de Gobierno por el PRO, Jorge Macri, Soledad Acuña y Fernán Quirós.

Las críticas a la iniciativa no tardaron en llegar, tanto desde los rivales internos, como de la oposición a Rodriguez Larreta. En el Frente de Todos Leandro Santoro recordó el reality show que condujo Jorge Rial en 2002 y que terminó ganando María José Lubertino; mientras que Claudia Neira sostuvo que el dirigente seleccionado “va a terminar siendo el diputado o la diputada más cara del mundo. ¡Acordate que la publicidad la vas a ver hasta en la sopa!”.

Por su parte, desde el sector que comanda Patricia Bullrich dijeron que la campaña no había sido adelantada por el larretismo y que si suman a esos candidatos será en los casilleros que en las negociaciones se reserven al sector del jefe de Gobierno.

Lo curioso es que si algo ha hecho el gobierno porteño encabezado por Rodríguez Larreta en su mandato es obturar la participación democrática en todas sus formas. En la Legislatura el oficialismo tiene mayoría propia y frena cualquier iniciativa que provenga de la oposición. Las comunas siguen siendo una entelequia: la elección de sus integrantes se da en listas sábanas atadas a las de diputados nacionales, legisladores, etc. y en las que terminan pesando más las disputas de los punteros barriales que las de los/as vecinos/as.

Finalmente, la mayoría de los reclamos vecinales sea por cuestiones urbanísticas, ambientales, sociales, educativas, sanitarias, acaban resolviéndose a favor del Ejecutivo porteño en una justicia local diseñada a medida por el macrismo/larretismo.

¿El cualunque, el común al poder? No parece que este rasgo de supuesta ampliación de la participación popular pase de ser un nuevo ejemplo del marketing al servicio de la política.

* Casullo, María Esperanza: “¿Por qué funciona el populismo? El discurso que sabe construir explicaciones convincentes de un mundo en crisis”. Siglo Veintiuno Editores: Buenos Aires, 2019.

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