“Encuentro Favio”, genialidades y desmesuras

Encuentro Favio
El sábado 28 de septiembre de 2019 se realizó el “Encuentro Favio”, en el Multiespacio Serendipia de Villa Devoto, producido por “Cursos de Cine Clásico y Moderno”, dirigido por Jorge Gallo. Se proyectó el corto “El amigo” de Favio, de 1960. Participaron los actores Edgardo Nieva; Oscar Orlegui y Juan Costa.

Por Ignacio Di Toma Mues

“Encuentro Favio”, una tarde para recordar la figura genial del artista. Anécdotas, y aspectos desconocidos de su vida, contadas por los actores Oscar Orlegui (actor del corto “El amigo”); Edgardo Nieva y Juan Costa (actores del film “Gatica, el mono”).

Foto: Juan Costa; Edgardo Nieva; Jorge Gallo y Oscar Orlegui

Encuentro Favio

El “Encuentro Favio” fue organizado y producido por “Cursos de Cine Clásico y Moderno”, dirigido por Jorge Gallo. El Multiespacio Serendipia, en Villa Devoto, fue el lugar elegido, colmado, en gran parte, por asistentes a los cursos.

La proyección del corto de Favio “El Amigo” (1960) fue el puntapié inicial del encuentro . Esta película, contó Jorge Gallo, estuvo perdida por muchos años. Fue rescatada por estudiantes de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica.

Oscar Orlegui abrió la mesa, que compartió con los actores Edgardo Nieva y Juan Costa. Orlegui, que tenía 11 años cuando protagonizó el corto “El amigo”, contó anécdotas – casi familiares – de su trato con Favio que tenía en ese entonces 22 años. Se conocieron en la filmación de la película de Leopoldo Torre Nilsson “El secuestrador”, en el año 1958.

Encuentro Favio

Edgardo Nieva, que personificó a Gatica en “Gatica, el mono”, sorprendió ante la pregunta de Jorge Gallo “fuiste amigo de Favio”, y la respuesta fue un rotundo “no”, aunque más que ese “no”, fue todo lo que contó después. La relación tortuosa con Favio a quien definió como “psicópata” y “cruel”.

Su relato describió las idas y vueltas que tuvo la realización de esta película. Edgardo Nieva le llevó en 1988 el proyecto de hacer la vida de Gatica al hermano de Favio, Zuhair Jury. Le pidió que escribiera el guión y la dirigiera. Zuhair, que tardó casi un año en terminar el guión, le propuso que fuera Favio el director. En ese entonces, Favio estaba residiendo en Colombia y su última película había sido “Soñar, soñar” (1976). “Gatica, el mono” se estrenó finalmente en el año 1993.

Tuvo que someterse a una cirugía facial terrible para personificar a Gatica, y entrenarse como boxeador. La operación duró cinco horas, le rasgaron los ojos, le ensancharon la nariz y le cortaron los lóbulos de las orejas. Favio le dijo que después de la película, y hasta la eternidad, la cara de Gatica para todo el mundo iba a ser la de él.

Nieva contó que estaba entrenando en la Federación de Box con el actor que haría de Prada, el eterno rival de Gatica. Llegó Favio con Carl Weathers, actor de la película Rocky que había personificado a Apollo Creed, para que los asesorara. Lo llevó hasta donde ellos estaban y Weathers pregunta “dónde están los actores”.

Weathers le explicó a Favio – contó Nieva – que en Rocky se usaron cinco cámaras para las escenas de los combates. Favio le contestó, “yo soy un artista, filmo con una sola”.

Juan Costa, también contó anécdotas con Favio. Y luego enseñó a los concurrentes el guión original de “Gatica” y algunas fotos originales de la filmación.

En el cierre del encuentro se sortearon varios ejemplares de: “FAVIO. Entre la sencillez y la desmesura” de Pablo Domínguez, y el libro de Jorge Gallo: “Nosotros en el Cine”, compilación de las notas que escribiera como columnista del periódico “El Barrio Villa Pueyrredón”.

La cinematografía de Favio por Jorge Gallo

“Aniceto” (2008). Film que sintetiza una obra filmográfica original que parte del ascetismo más extremo a la exacerbación de los procedimientos del cine espectáculo. De la factura concisa, lacónica y escueta de “Este es el romance…”, al despliegue de luz, color, danza y música que extasía los sentidos de “Aniceto”. En ambos films, la forma se impone, el ascetismo en el primer caso, el artificio, en el segundo. Impactan y distancian al mismo tiempo, imprimiendo así una emoción de otro orden: más duradera, más profunda.

“Gatica, el mono” (1993). Mitología popular, costado sacrificial del pueblo y su figura representativa condenada a un destino trágico. Ascenso, apogeo y caída de Gatica al compás del ascenso, apogeo y caída del peronismo. Favio presenta una atmósfera melancólica de un paraíso perdido donde lo anhelado: el respeto y el amor apenas dio lugar a una fugaz felicidad en Gatica, dejando una marca indeleble en el pueblo peronista.

“Soñar, soñar” (1976). Otra vez el imaginario pueblerino de la trilogía de los 60, ahora en color, apelando al público masivo, en registro de comedia dramática y una narrativa más clásica. Desarrollo de perfiles sicológicos, indagación del lazo homoerótico en la amistad masculina, de la necesidad existencial del otro para el artista y de la capacidad de soñar para cambiar la realidad. A dos meses del golpe de estado se dan las condiciones para el fracaso de público y crítica de un film que décadas después se revalorizará transformándose en una película de culto.

“Nazareno Cruz y el lobo” (1975). Leyenda popular con resonancias de tragedia clásica en un registro fantástico, sentimientos exacerbados del radioteatro vernáculo en tono operístico. Lo visual subordina la historia mediante una narrativa que subvierte la continuidad espacio-temporal articulando imágenes del kistch y la publicidad con imágenes del clasicismo pictórico y literario. Metáfora del mundo hostil y contradictorio de los 70’s: Nazareno que opta por el amor y más se acerca a su destino fatal, y un Diablo que sería pura bondad si el Señor así lo quisiese.

“Juan Moreira” (1973). Sin abandonar la renovación formal de su trilogía de los sesenta, la obra de Favio incorpora el elemento mítico, la referencia histórica y política, la apelación a un público masivo y la reactualización de las tradiciones culturales populares. Del cruel ascetismo a la desmesura estética. Del despojamiento, la abstracción y el silencio al despliegue escenográfico, la naturaleza imponente y la música sobrecogedora. Pero el personaje es siempre el desamparado, sin futuro; destinado, no para vivir, sino para andar durando. Moreira, consciente de su destino, se rebela al injusto orden, “el paisanaje lo nombrará y cuando muera no será solo osamenta, polvo y hueso”, emergerá el héroe mítico.

“El dependiente” (1969). Abstracción creciente, austeridad y atemporalidad para abordar otro aspecto de la vida de pueblo: el sometimiento al qué dirán, el peso de la mirada del otro (el jefe, la ley del padre muerto, las normas sociales). Sumisión y obediencia expresadas en la continua repetición de actos y dichos: la rutina. Subjetividades que se constituyen en la dependencia, aceptan el status quo y el eventual cambio depende de la espera. El elemento patológico hace del film el más oscuro y claustrofóbico de esta primer trilogía de Favio.

“Este es el romance del Aniceto y la Francisca…” (1967). La más despojada, ascética y concisa película de Favio para dar cuenta de lo que fue su tierra natal, los personajes que rondaron su mundo, la atmósfera de los márgenes de un pueblo de provincia, que podría ser cualquier pueblo. El Aniceto es un personaje paradigmático del cine de Favio: sin futuro pero con un destino ineluctable. El tono trágico del relato, el carácter arquetípico de su construcción y el laconismo de sus diálogos patentizan una subjetividad que interpela al espectador, enmudeciéndolo.

“Crónica de un niño solo” (1965). En una década de emergencia de nuevos cines al compás de los cambios políticos, sociales y culturales, caracterizados por su notable heterogeneidad, una figura solitaria, personal y novedosa sorprende por su elocuencia temática, su solidez narrativa y su concepto estético: Leonardo Favio. Polín, un niño recluido en un reformatorio, padece el control absoluto simbolizado en la estética del panóptico. Cuando Polín logre escapar, el espacio extramuros (la villa y el río) se presentará aún más amenazante. El sueño propio, la posesión de un caballo, permitirá que asome, solo por unos instantes, el niño Polín. Durará lo que un suspiro, Polín está obligado a ser adulto antes de tiempo.

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