En su primer aniversario al frente del Centro Cultural El Alambique en Villa Pueyrredón, Susana y Marcela relatan la experiencia adquirida en estos meses y las actividades venideras.
Por Ana Colombo Blanco
¨Al abrir el portón negro del caserón situado en Griveo 2350, se revelan las primeras impresiones del universo alambiqueño: un lugar cálido, amplio y con una propuesta cultural muy diversa. Cuenta con cuatro salas donde se realizan talleres de danza, de comedia musical, se presentan obras de teatros y presentaciones de libros, entre otras actividades.
Susana Romero y Marcela Laksman decidieron cumplir su sueño: inaugurar en este edificio un centro abierto a la comunidad y lo lograron. Marcela nos cuenta que se conocían hace varios años a través de sus hijos, quienes son amigos y tocan en la misma banda musical. Tiempo atrás Susana le cuenta a su amiga de su sueño de abrir un centro cultural, en el preciso momento que Laksman se encontraba por renunciar a su cargo de trabajadora y psicóloga social. Decidieron emprender el camino juntas, su idea era “generar un lugar de encuentro, de cultura y de pensamiento”.
Tras unos meses de reformas edilicias, donde acondicionaron la sala de teatro y trabajaron en su acústica, pintaron todo el inmueble, construyeron un bar y una biblioteca, el Alambique funciona a toda máquina.
Tiene un calendario lleno de actividades hasta septiembre, con oferta para todas las edades: proyección de películas infantiles para las vacaciones de invierno, espectáculos de jazz, de stand up, cine debate, y charlas del programa “Café Cultura” del Ministerio de Cultura nacional.
La decoración moderna y cálida del Alambique, la organización de sus ambientes y la amplitud de su auditorio lo tornan en un espacio que no tiene nada que envidiarle a los centros culturales de Palermo y Almagro donde transcurren las actividades culturales del circuito under porteño.
Marcela recalca que el hecho de que se encuentre en Villa Pueyrredón no va en detrimento de la calidad, que justamente se trata de combatir ese pensamiento. “Esta es una apuesta fuerte porque los vecinos no están acostumbrados, entonces dicen ¿en el barrio pasa esto?”
Ambas, resaltan el hecho de que la bienvenida del proyecto por parte de los vecinos fue muy buena y la participación en las distintas actividades se ha ido incrementando en el último a tiempo. Todo funciona por el boca a boca, explican sus dueñas: “la gente que viene quiere volver, inclusive ya hay gente que viene al Alambique a ver que hay; más allá de lo que hay viene y se queda”
La explicación del nombre del espacio trae a colación la anécdota de que los primeros nombres que se les ocurrieron los relacionaban con clases de yoga. El alambique es un instrumento que se utiliza para destilar bebida, generando un producto diferente a los elementos originales. Pensaron análogamente que esto mismo ocurre cuando una persona asiste a un espectáculo, una charla o mira una película: el impacto de dichas obras hace mella en nosotros y nos transforma. Marcela destaca orgullosa cómo el nombre se transformó en la marca que los distingue, como sello propio del lugar.
Consultadas ante los desafíos que se presentaron sobre la marcha, Susana nombra al desafío de lograr espectáculos de calidad, que fue alcanzado en forma satisfactoria. Se las puede encontrar de lunes a viernes por la tarde y los fines de semana durante las actividades.
Romero explica, que decidieron fijar un horario para poder atender a los vecinos que querían consultar, así como también a los artistas y profesores de talleres pero que estarían todo el tiempo si fuera por ellas. Entre risas, ambas comparten que su deseo es que los vecinos se apropien del espacio y se sientan cómodos en él.
Laksman comparte la fórmula del éxito: “acá estamos, lo disfrutamos mucho. Yo creo que el secreto pasa por ahí. El motorcito es que nos gusta, que nos gusta lo que hacemos, que estamos felices. Escuchar a los chicos de comedia musical reírse, ver que la gente pueda recibir el aporte de lo que le gusta hacer es muy gratificante.”
En este año al frente del centro cultural, y las múltiples tareas que su inauguración significó, tanto Susana como Marcela se encuentran contentas y trabajan por más.
“La idea es profundizar lo que estamos haciendo: ir buscando abrir el espacio aún más a los artistas, que se conozca, realizar más Café Cultura, más proyectos donde la gente pueda participar de forma gratuita, que haya más opciones y que la gente tome el Alambique como propio, que vengan, participen y sugieran”.