El macrismo se enfrenta a una situación inédita desde que gobierna la Ciudad de Buenos Aires. Por primera vez la candidatura a jefe de Gobierno tiene múltiples potenciales precandidatos y es una pieza importante en la interna voraz que se ha desatado en la fuerza política. ¿El máximo bastión del PRO está en peligro?
Por Fernando Casasco
En 2003 surgía una nueva fuerza política de derecha que llegaría a la Ciudad de Buenos Aires para quedarse. El partido encabezado por Mauricio Macri perdió esas elecciones, pero iba a tener revancha. El heredero de SOCMA fue electo jefe de Gobierno en 2007 por el PRO y desde entonces su fuerza, modificando sus alianzas oportunamente, se convirtió en hegemónica en la capital del país y un escalón fundamental para su despegue nacional. Hoy se enfrenta a su hora más difícil: los demonios los tiene en su propio seno.
Si bien en 2015 la disputa sobre la sucesión de Macri enfrentó en PASO a Horacio Rodríguez Larreta y a Gabriela Michetti, la situación distaba mucho del enfrentamiento encarnizado que se vive en estos momentos. Aquella vez el trabajo subterráneo de Rodríguez Larreta para mostrarse como el hombre más capacitado para el cargo consiguió doblegar a la ex vicejefa, que parecía correr con el caballo del comisario.
Hoy esa capacidad y el liderazgo (al menos a nivel Ciudad) del que se jactaba el jefe de Gobierno está en plena discusión incluso en el seno de su propio partido y del distrito que conoce como el patio de su casa. Gran parte de ese liderazgo se sostuvo en la capacidad de Larreta de dialogar con todos y dejar al menos parcialmente contentos a todos. Ese mismo método de conducción se valía de rodearse de figuras mediocres, sin relieve político, en el gabinete y en la Legislatura. Nadie parecía hacerle sombra.
Las únicas excepciones son las de tres nombres que vienen desde hace meses encarnando la posibilidad del recambio en 2023: los ministros Jorge Macri (Gobierno), Soledad Acuña (Educación) y Fernán Quirós (Salud). Los tres con trayectorias y motivaciones muy distantes unas de otras y ahora enzarzados en una lucha intestina que los supera.
Jorge Macri, primo del ex presidente, llegó al gabinete porteño sin quererlo, tras un pacto con Rodríguez Larreta que lo excluyó de la disputa electoral en la provincia de Buenos Aires, en la que el jefe de gobierno ubicó a Diego Santilli. Ponía así un pie en la carrera por suceder al mandatario local. La posibilidad de que Larreta lo coronara como su delfín estaba latente, pero nunca hubo un compromiso firme de parte del jefe de Gobierno.
Y en el torbellino en que se encuentra involucrado hoy el PRO y toda la coalición opositora de cara a 2023, la figura de Jorge Macri pasó a ser otro de los bienes por los que los accionistas mayores tironean. Recientemente, la presidenta del PRO nacional y rival directa de Larreta en la contienda por la Presidencia, Patricia Bullrich, mostró su apoyo a la candidatura a jefe de Gobierno del ex jefe comunal de Vicente López. Y ardió Troya.
La ex ministra de Seguridad dijo que Macri tiene “la experiencia para ser el candidato”. No solo eso, sino que ya le planteó una especie de petitorio que podría servir de esbozo de plataforma de los denominados halcones macristas, entre los que mencionó “que no tengamos más la Avenida de Mayo tomada, que logremos tener realmente una Ciudad que cada vez crezca más”, y “que tenga menos impuestos”.
La puesta en escena de Bullrich junto a Jorge Macri es la respuesta del sector duro del PRO a los coqueteos de Rodríguez Larreta con el senador radical Martín Lousteau. En los últimos tiempos cada vez se los ve más juntos, como ocurrió recientemente en un acto del radicalismo y en una charla con el embajador de Estados Unidos. En el ala de Bullrich creen que el jefe de Gobierno prefiere al ex ministro de Economía de Cristina Kirchner y rival del mismo Larreta en 2015 como su candidato y lo acusan de querer “entregar la ciudad”.
Por su parte, Lousteau reclama que haya fórmulas cruzadas (un/a precandidato/a del PRO acompañado de un/a de la UCR y viceversa), para conformar un gobierno de coalición, aunque hay un detalle que pasa por alto: en las PASO en la Ciudad sólo se votan precandidatos a jefe de Gobierno y luego, antes de la general, cada partido o coalición designa al vice del ganador.
A la postura de que “el PRO tiene que conservar la Ciudad de Buenos Aires como su lugar” expresada por Bullrich se suma el ex presidente Mauricio Macri, quien apoya la precandidatura de su primo. Otros que se expresaron a favor de una candidatura propia son María Eugenia Vidal y el intendente macrista de Lanús, Néstor Grindetti. En el macrismo quieren a los radicales de socios, pero siempre y cuando conserven la mayoría accionaria.
Los cruces entre Bullrich y Larreta también se repiten si uno cruza la Avenida General Paz. Mientras que el jefe de gobierno mantiene su apoyo a Santilli en la carrera por la gobernación bonaerense, Bullrich ya respaldó las precandidaturas del intendente de Capitán Sarmiento Javier Iguacel y del ex ministro de Vidal, Joaquín de la Torre. Otros que se anotan en la carrera por el sillón de La Plata son Cristian Ritondo – con el aval de Vidal y un medio guiño de Mauricio – y el propio Grindetti.
Por todo ello la foto de Jorge Macri con Bullrich no cayó bien en las oficinas de Larreta, quien le impuso unos días de castigo al funcionario. Desde el larretismo se acusa a la ex ministra de hacer “populismo político”. El jefe de gabinete porteño Felipe Miguel acusó a Bullrich de ser funcional al kirchnerismo. La tensión quedó reflejada en un video viral en el que la ex ministra le espetó al funcionario, fiel a su estilo: “No me cruces más por la tele porque la próxima te rompo la cara”. Al revés que, en la canción, el amor no está en el aire.
Mientras tanto, en el larretismo barajan otros nombres. Por un lado, la que parece más convencida de una candidatura es Soledad Acuña, quien sumó puntos a partir del enfrentamiento con el gobierno nacional por las clases presenciales y fue la cara visible del cruce con los estudiantes secundarios por la toma de colegios.
Su perfil duro le suma a Larreta adhesiones de los sectores que desconfían de él por considerarlo demasiado moderado (aunque el jefe de gobierno se ocupe a cada paso de desmentir). En caso de no presentarse como precandidata, algunos ven a la ministra como potencial compañera de fórmula de Lousteau.
Por su parte el nombre de Fernán Quirós surgió como reconocimiento a su gestión durante la pandemia. Pese a ser mencionado, el médico no ha dado demasiadas muestras de querer presentarse a esa nominación, aunque tampoco la descarta.
También mencionan a Emanuel Ferrario, vicepresidente primero de la Legislatura, pero más como un gesto a Vidal. Si el enfrentamiento con el ala de Macri-Bullrich, jugada por la candidatura de Jorge Macri, se tornara más virulento, en el larretismo no descartan sacar a jugar más de un precandidato para restarle chances.
Quién volvió a terciar en la disputa interna fue la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. Históricamente con buena sintonía con Rodríguez Larreta, Lilita sorprendió al golpearlo donde más le duele. Afirmó que “en Juntos por el Cambio hay mucha gente honesta, pero también hay corruptos” y planteó su rechazo a “los negocios del juego, los negocios de la Ciudad de Buenos Aires, de la Universidad de Buenos Aires”, en una directa alusión a la alianza radical entre el sector de Enrique “Coti” Nosiglia, el diputado y vicerrector de la UBA Emiliano Yacobitti y el ex presidente de Boca, empresario de bingos y operador todo terreno Daniel Angelici, principales sponsors del armado de Lousteau en la ciudad.
En la Coalición Cívica dicen preferir la candidatura de Quirós. Desde el PRO creen que el partido de Carrió no tiene una figura potable para la candidatura, con lo que sólo les queda el poder de veto de su principal dirigente y apostar por un larretista para conseguir puestos expectantes en la negociación por el armado de las listas.
El calendario electoral comienza a dictar los tiempos y todo hace pensar que las tensiones y cruces van a ir en aumento.