Una de las mejores canchas públicas de uno de los deportes más populares del país se encuentra en Saavedra. En la plaza “1° de marzo”, un grupo de jugadores y jugadoras la administra de manera autogestiva. Se destaca por su estado, su iluminación y sobretodo, su calidad basquetbolística, aun siendo amateur.
Por Mateo Lazcano
El básquet es uno de los deportes más populares del país. Pero los y las fanáticas de este deporte tienen pocas opciones para despuntar el vicio y jugar fuera de los clubes. Una de estas alternativas está en Saavedra. Se trata de la canchita de la plaza “1° de marzo”, conocida como “La Copita” por un monumento que toma esa forma en este espacio verde.
Esta cancha es histórica, conocida en el ambiente del básquet amateur por una serie de características que la hacen “una de las mejores” de toda la Ciudad de Buenos Aires. “La Copita” presenta un buen mantenimiento, iluminación, organización y sobretodo, alta calidad técnica en sus jugadores y jugadoras.
La consideran una excepción en territorio porteño, en el que no son pocas las canchas de básquet públicas pero en su gran mayoría descuidadas. El gran secreto, sostienen sus frecuentadores, es la autogestión del grupo encargado de administrarla. Lo hacen desinteresadamente y de manera completamente ad honorem.
“Viene gente de distintos lados. Hay muy buena clase, pibes y pibas con nivel de clubes, competitivo”, cuenta Elías Jara, uno de los integrantes de este grupo. El joven agrega que “siempre jugué en mi club, y cuando terminaba, me venía para acá a seguirla”.
Como es abierta, sin enrejado alguno y está iluminada, la actividad se detiene en pocas ocasiones. En verano, es usual pasar por la calle Valdenegro en su cruce con Flor del Aire, dentro del subbarrio de Saavedra llamado “Roque Sáenz Peña”, y ver la cancha ocupada.
Durante las horas pico, los fines de semana o los atardeceres de cada jornada, hay una serie de “reglas” autoimpuestas que se respetan. “Jugamos 4 vs 4, en mitad de cancha”, señala Elías. Esto es clave, porque permite aprovechar mejor el espacio: están en simultáneo 16 personas, contra las 10 que se encontrarían en un partido clásico.
“Si hay mucha gente esperando, el partido termina a los 7 puntos. Si no, a los 11”, continúa el reglamento tácito de “La Copita”. Como en cualquier canchita amateur, “ganador queda en cancha”. Los equipos se forman en el lugar, y es común ver a decenas de personas rodeando el rectángulo viendo los partidos mientras esperan su turno.
Están los “de siempre” y los “nuevos”, que llegan gracias al boca a boca. Estos últimos tienen prioridad para ingresar. “Es una forma de hacerlo más igualitario y que se integren”, explica Elías. Así se genera armonía entre los y las basquetbolistas amateur.
Otra de las características, que sorprende en la canchita de “La Copita”, es que se hacen partidos mixtos. “Hay chicas muy buenas, que vienen de clubes cercanos”, comenta Elías.
La pelota que se usa también tiene sus reglas. “Nosotros compramos dos pelotas muy buenas. Pero antes de empezar un partido se ven las que trajeron los distintos grupos y se elige la mejor. Y la comparten para jugar con esa toda la tira”, detalla Elías.
La canchita, que acompaña a la plaza desde el momento de su inauguración, en 1948, estuvo a punto de cambiar por completo su esencia. En 2014, el Gobierno de la Ciudad había decidido encarar una serie de reformas. Éstas incluían el retiro de la estructura de los aros y reemplazarlos por un híbrido entre arcos de fútbol y aros de básquet, en los que estos se apoyaban en dos vigas que salían del travesaño de los primeros.
La intención era hacer una “cancha mixta”. La inviabilidad del proyecto, y la intención de modificar una canchita que llevaba años funcionando en gran forma provocó una espontánea reacción vecinal. “Era una locura. No se puede jugar básquet con arcos de fútbol debajo porque podes lastimarte al caer de la volcada, entre otros riesgos”, recuerda Elías.
A los pocos meses, se reinstalaron los aros de siempre, algo que los y las habitués de “La Copita” vivieron como un triunfo. A partir de esta situación, se formalizó una relación “cordial” con la Comuna 12. “Pero no es que pedimos algo y nos lo dan. Sí tenemos trato”, aclara Elías.
A fines de 2018, se produjo el hito más grande en siete décadas de la existencia de “La Copita”. Una mañana, a pocos días de Año Nuevo, irrumpió de sorpresa Manu Ginóbili. Se tomó fotos y lanzó al aro, y charló con los pocos que se encontraban allí.
Lo hizo convocado por la firma Nike, que contrató a un artista plástico para que dibuje la silueta del bahiense en el suelo de la canchita. La leyenda estampó su firma. Su figura y autógrafo se mantienen en la actualidad.
La noticia dio vuelta al mundo, y si bien quienes frecuentan la canchita se llenaron de orgullo al ver a “Manu”, también fue una muestra de cómo una gran firma se “adueñó” del espacio. “Nosotros teníamos todo listo para pintar el suelo y ellos nunca se pusieron en contacto. Llegaron y en una noche pintaron la silueta de Manu”, rememora Elías.
La autogestión cada día está más organizada. “Somos pibes y pibas que venimos seguido, hace años. Y decimos, falta esto, hay que arreglar tal cosa y buscamos la manera. Tratamos que no sea solamente venir a jugar sino también compartir un momento y si se puede hacer algo para mejorar el lugar, mejor”, explica.
Como muestra, el fin de semana antes de rehabilitar la cancha después del aislamiento social obligatorio, la repintaron y cambiaron la red de los aros. Y cuando lo permitía la situación sanitaria, organizaban torneos relámpagos para recaudar fondos.
“Se viene para aprender, divertirse y jugar. Juegan todo tipo de personas: deportistas federados, amateurs, en buen o mal estado físico, de cualquier edad, e incluso con poco conocimiento del básquet pero con mucha curiosidad”, cierra Elías Jara.
Con “Manu” en el piso, la pelota picando y los aros en lo alto, son centenares quienes pasan cada día por este “potrero basquetbolístico” de Saavedra.