Jorge Macri – a instancias de su primo Mauricio – adelantó las elecciones en la Ciudad como forma de “municipalizar” los comicios y evitar una confrontación abierta con La Libertad Avanza y el gobierno de Javier Milei. El resultado no pudo ser peor: el PRO salió tercero en la elección, perdió el control en la Legislatura y quedó presa de la fuerza de Javier Milei en los acuerdos para las próximas elecciones.
Por Fernando Casasco
“Ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot”, cantaba hace más de un siglo Carlos Gardel los versos de Celedonio Flores. Tras casi dos décadas como fuerza hegemónica en la Ciudad de Buenos Aires, el partido creado por Mauricio Macri obtuvo su peor resultado electoral: salió tercero con menos del 16% de los votos en los comicios para legisladores porteños del pasado 18 de mayo.
Aquel partido del “hombre común” al que aspiraban sus fundadores, con ideas de derecha en lo político y lo económico, pero lo suficientemente abiertos a las tendencias de una sociedad compleja como la porteña, hoy parece haberse convertido en un partido minoritario, subsidiario del aluvión político que implicó el arribo a la Presidencia de Javier Milei.
Desde el final de la primera vuelta electoral en las elecciones presidenciales de 2023 – ya asegurado el triunfo en la ciudad de Buenos Aires, de la mano de su primo Jorge – Mauricio Macri intentó acomodarse a la nueva situación: apenas conocido que su candidata, Patricia Bullrich, quedaba afuera del balotaje, el ingeniero acudió raudo al bunker de Milei para asegurarle su apoyo en la disputa en la que enfrentaría a Sergio Massa.
Una vez electo el nuevo mandatario, Macri se olvidó de Juntos por el Cambio, la alianza con el radicalismo y la Coalición Cívica que le sirvió para llegar a la Presidencia en 2015, mientras tejía acuerdos al ritmo de las milanesas con el presidente Milei. En el Congreso el nuevo gobierno no sólo contó con el apoyo casi sin objeciones del PRO para la mayoría de sus proyectos, sino también con las manos alzadas de este sector para respaldar los vetos que el Jefe de Estado implementó contra iniciativas opositoras que enfrentaban su programa de ajuste.
A la Ciudad, la actitud colaboracionista le redundó en un acuerdo para el pago actualizado de la coparticipación, de acuerdo con el fallo de la Corte Suprema de Justicia, al tiempo que recortaba fondos al resto de las provincias. Jorge Macri se mostraba como uno de los gobernantes más dispuestos a defender públicamente las políticas económicas de Milei y el “Toto” Caputo. Eso creía que le permitiría mantener su autonomía en los asuntos estrictamente porteños.
Pero a Milei y a su hermana y principal armadora política, Karina, comenzó a hacerles ruido esa especie de supervisión del exmandatario. Para consolidar su modelo político y económico se dieron cuenta de que debían sacarse de encima la tutela de Macri y su partido. La estrategia para las elecciones pasó a ser la de analizar distrito por distrito cuáles debían ser los pasos a seguir: concurrir con su propio sello, aliarse con fuerzas locales o unirse con el PRO.
La elección anticipada en la Ciudad les calzó como anillo al dedo para demostrar cómo parte del electorado otrora macrista ya había cambiado de camiseta y se había puesto el color violeta. Karina Milei se opuso abiertamente a una alianza porteña con el partido de los Macri y afirmó su identidad, promoviendo para la candidatura a legislador nada menos que al vocero presidencial, Manuel Adorni, en un intento por nacionalizar al extremo la elección.
Y la apuesta tuvo buen resultado: en un marco de apatía generalizada y poca concurrencia, el candidato del gobierno nacional obtuvo el primer lugar, con poco más del 30% de los sufragios, casi duplicando a la agónica postulante del PRO, Silvia Lospennato. En el segundo puesto, el candidato del “pan-peronismo” Leandro Santoro, quedó a tres puntos del ganador y con sabor a poco.
Sabedores de que se disputaban los mismos votantes, los estrategas de La Libertad Avanza decidieron no ir a fondo contra el “legado” de los Macri. Adorni en su campaña les reconoció los “avances” que tuvo la Ciudad en los últimos años, pero hizo hincapié en la necesidad de implementar también en lo local “la motosierra”. La crítica más hiriente del candidato libertario al PRO era que el partido quedó “obsoleto”.
Con ese discurso y su identificación con el presidente Milei, al candidato libertario le alcanzó para obtener una módica victoria: consiguió sólo 3 votos de cada 10. La participación alcanzó apenas al 53,5% de los electores, aunque a este dato haya que hacerle una salvedad: desde estos comicios figuran como electores registrados casi medio millón de inmigrantes, para los cuales el voto es optativo.
El candidato libertario se hizo fuerte en las comunas del norte y el oeste de la ciudad, en tanto el sur fue para Santoro, con el centro repartido entre ambas fuerzas. El PRO no ganó ni una sola comuna.
De esta forma, la primera derrota del macrismo fue estratégica: la idea de “municipalizar” para conservar lo ganado de poco sirvió. En esa estrategia electoral habría tenido una participación relevante el consultor catalán Antoni Gutiérrez-Rubí. El asesor es sindicado por Milei como autor de lo que él denomina “campaña sucia” en las elecciones de 2023, cuando el español asesoraba a Sergio Massa. Es por lo que el enojo del Presidente con el jefe de gobierno llegó al punto del desplante de dejarlo con la mano tendida durante el saludo oficial en el
Tedeum en la Catedral Metropolitana.
Pocos días después, en un vergonzante comunicado, la vocera del Gobierno de la Ciudad, Laura Alonso, informó una reestructuración del gabinete porteño y agregó que “Gutiérrez-Rubí no seguirá asesorando al PRO de la Ciudad”. (Nota al pie: si la republicana Alonso de unos años atrás observase esta mezcla entre cuestiones de Estado y partidarias, se escandalizaría). Todo sea por no hacer enojar más al Jefe de Estado.
En segundo lugar, Jorge Macri perdió el poco control que le quedaba sobre la Legislatura. Ahora no solo la bancada de Unión por la Patria consolidó su primera minoría (tendrá 20 de los 60 escaños), sino que aumentó su fuerza La Libertad Avanza, que será la segunda minoría con 13 legisladores. El PRO quedó con sólo 11 legisladores y la UCR con 5. Otros bloques menores serán el que conducirá Horacio Rodríguez Larreta, con 3 legisladores, Confianza Pública, MID y FIT, con 2, Compromiso Liberal Republicano y Transformación, 1 cada uno.
Esta distribución implica que el macrismo deberá negociar casi todos sus proyectos y con más de un bloque para alcanzar una mayoría de 31 voluntades. Aún más se le complicará conseguir los dos tercios que se requieren para cierto tipo de reformas como la de corte electoral o del código urbanístico. Si hubiera alguna causa por mal desempeño y la oposición se lo propusiera – algo que hoy parece lejano – tendría manos suficientes incluso para avanzar en un juicio político al jefe de gobierno.
De todas maneras, la peor derrota para los Macri es a mediano y largo plazo. Si el ingeniero fue el primero en hacer el gesto de acercamiento con el nuevo poder político, ahora la mayoría de sus seguidores se pasaron un par de pueblos y casi que se pelean por ver a quién le queda mejor el uniforme violeta.
El resultado electoral porteño sirvió para acelerar algo que ya se estaba dando en los hechos: la alianza electoral entre La Libertad Avanza y el PRO para los comicios bonaerenses, donde el gobierno busca una victoria contundente frente al kirchnerismo.
Pocos días después de la elección, los diputados amarillos Cristian Ritondo y Diego Santilli acudieron presurosos a la Casa Rosada a sellar un acuerdo con los armadores políticos designados por Karina Milei: Martín y “Lule” Menem y Sebastián Pareja, hombre fuerte en el armado libertario bonaerense.
Si bien aún falta avanzar en los detalles de esa confluencia, se sabe que La Libertad Avanza se asegurará los principales lugares en las listas, dejando al PRO un papel secundario en los distritos más importantes. Desbordado por las circunstancias y corrido de las negociaciones, a esta altura Mauricio Macri sólo pide “un acuerdo razonable”.
Con elecciones desdobladas por el gobernador Kicillof y la confirmación de la candidatura de Cristina Kirchner en la Tercera Sección Electoral, toda la artillería política dirige ahora sus cañones hacia la confrontación en la provincia de Buenos Aires. Pero esta primera escaramuza porteña deja esquirlas y heridas que tardarán en cicatrizar, sobre todo para Mauricio y Jorge Macri.

