“Nuestros hijos son fuente de nuestra inspiración”

Hebe de Bonafini en el Teatro El Alambique de Villa Pueyrredón


La proyección del documental “Todos son mis hijos” en el teatro El Alambique fue la ocasión para abrazar nuevamente a Hebe de Bonafini en Villa Pueyrredón. Dos meses habían pasado de la larga vigilia en el parque de la estación, en la puerta del predio de Condarco y Franco, custodiando los archivos históricos de las “Madres” secuestrados por orden judicial. “Me di cuenta que no está perdido esto de la comunidad, que en todas partes hay solidaridad y que se expresa en estos momentos, que son los más difíciles” dijo Hebe en agradecimiento.

Por Ignacio Di Toma Mues

bujinkan illa pueyrredón

El 18 de febrero se revolucionó el vecindario, la camioneta de la Asociación de las Madres de Plaza de Mayo, con parte de su archivo histórico, estaba en el predio de Condarco y Franco, lugar que ilegalmente ocupa la Policía de la Ciudad, secuestrada por una orden del juez comercial Javier Perillo.

Dos días y dos noches de vigilia de vecinos, vecinas, y militantes de organizaciones sociales, culturales y políticas que integran Unidad Barrial Villa Pueyrredón, junto a las Madres y su presidenta Hebe de Bonafini, forjaron un vínculo fraternal, de amor.

El 24 de abril, en el teatro El Alambique, fue la ocasión para abrazar nuevamente a Hebe de Bonafini, previo a la proyección del documental de la Asociación Madres de Plaza de Mayo “Todos son mis hijos”.

Hebe, de poncho rojo y el pañuelo emblema de las Madres en su cabeza, recibió el cariño y el afecto de quienes habían colmado el teatro. Con sus jóvenes 90 años, desplegó, con voz firme y pausada, el ideario que hizo de la vida de las Madres una lucha constante y cotidiana por “todos sus hijos” y la democracia argentina.

Cecilia, del Colectivo Barrial Villa Pueyrredón, abrió la charla y le dijo a Hebe: “una alegría enorme que estés de vuelta acá en Villa Pueyrredón y gracias a todos y todas por estar acá y acompañar, y por hacer que esta casa, que es el primer teatro de Villa Pueyrredón, sea una faro en la noche neoliberal.”

Hebe visiblemente emocionada expresó: “En nombre de las madres, por lo que hicieron ustedes, que nos acompañaron… queremos dejarles esto (un mosaico con el tradicional pañuelo) y dos libros con la historia de las madres en fotografías”.

En el libro de visitas del teatro El Alambique rubricó también su agradecimiento: “Para los queridos compañeros de Villa Pueyrredón toda nuestra gratitud, un abrazo Hebe”.

Sus primeras palabras estuvieron referidas al sentido de comunidad. “Sigo soñando con la comunidad, esa que nos da tanta fuerza”, y afirmó: “ustedes acá tienen una comunidad” y contó que se sorprendió cuando, el día que vinieron desesperadas a tratar de recuperar parte de los archivos “alguien me trajo una silla para que me siente, y vino una señora y dijo una silla para ella no, un sillón, y se apareció con un sillón de la casa, se ve que me vio viejita, y no sé cuánto había pasado, hasta que aparecieron sillas, sillitas, frutas, jugo, agua, cariño, besos, abrazos, se fue juntando tanta gente…”.

En su charla reflexionó sobre los hijos: “amen a su hijos, escúchenlos, pregúntenles si están conformes, que la casa sea de verdad de todos y no se olviden que los hijos siempre nos dan un buen ejemplo”; y sobre “sus hijos” (los de todas las Madres): “formaron esos grupos tan increíbles, maravillosos, revolucionarios, de distintos partidos, de distintos grupos, todos tenían el mismo sentido: la libertad, la justicia”.

Habló de la política: “todos hacemos política, y los que dicen que no hacen política son los peores, por que hacen la peor política, la del silencio, la de la complicidad”, y agregó que la política tiene que estar basada en la entrega, la solidaridad, la lealtad, en el amor al otro.

En otra parte de su exposición manifestó: “Que la palabra solidaridad no sea sólo para hacer poemas, que la palabra justicia la empleemos nosotros también para ser justos con los demás, que la palabra amor sea de verdad, que el reconocimiento a los 30 mil desaparecidos y asesinados en este país, en nuestro querido y amado país, no se olvide”.

Finalizando la charla, las palabras del epílogo, el tono y el sentido de ellas, produjo un profundo silencio. Recordó a las Madres desaparecidas: Azucena Villaflor, Esther Ballestrino y Mary Ponce de Bianco, y las calificó como compañeras solidarias como pocas, inteligentes como pocas. “Este pueblo, nuestro pueblo, no dijo una sola palabra cuando asesinaron a las tres madres… Las torturaron, las violaron, y las tiraron vivas al río”.

Y agregó: “Todavía se les debe a las compañeras un reconocimiento, pero no un reconocimiento de cementerio y de placas, que se hable (de ellas) en las escuelas como ejemplo de lucha, de mujeres que entregaron su vida… no son cualquiera las madres que desaparecieron… no se llevaron a cualquier madre, eran madres comprometidas de antes, no como nosotras que caíamos como pajaritas gauchas”.

Hebe describió esos tiempos: “Parecía un país de muertos, era el ’77, éramos 200 madres en la plaza, que nos habíamos juntado por ellas, ellas nos convocaron, este mismo silencio que escucho ahora, es el que escuché aquella vez y aquellos días”.

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