Qué fácil es creer en un Jesús de cartón

Jesús de cartón
Columna de opinión de Fernando Parodi, ex sacerdote; párroco de la iglesia Cristo Rey de Villa Pueyrredón entre 1995 y 2005, y vecino del barrio.

Me pasó hace un tiempo. En la puerta de mi casa había uno de esos container negros donde los vecinos de la cuadra tiramos nuestra basura. Estaba llegando a casa después de un día de trabajo en la escuela y veo que un chico de no más de 11 años sale de ese gran tacho con las manos vacías. Desilusión para la madre, que tal vez esperaba encontrar algo de ropa y de comida; pero la desilusión mayor fue para el hermanito de unos 3 años, que se sentó en el piso hundiendo su cara en sus bracitos escuálidos regados de lágrimas.

“¿Qué esperabas encontrar?”, lo regañó la madre volviéndolo a la cruel realidad del anonimato de nuestra excluyente ciudad; “y aunque sea un autito roto”, contestó el pequeño, aferrándose con su ser a la ilusión de un resto de humanidad abandonada en algún tacho de basura ciudadano. Experimenté una bofetada dirigida a mi corazón. Corrí a casa lleno de una ira que no podía liberar; junté en una bolsa algunos alimentos de mi despensa bien provista, un par de autitos pertenecientes a mis nietos y volví a esta familia que seguía en la calle.

Le entregué la bolsa a la madre y me agaché hasta los ojos del nene sin poder decirle nada, solo pude extender la mano con los autitos embargado por una angustia que me oprimía todo mi ser. Ni siquiera la vivacidad de esos ojos que volvieron a la vida pudo liberarme de la angustia y de la ira que me atenazaban, y que me aprisionaron durante varios días.

Sentí que frente a ese niño estaba totalmente desarmado, roto, desprovisto de cualquier coraza que pudiera protegerme. En esos días la angustia se fue transformando en preguntas: ¿porque llegamos a esto?, ¿dónde quedaron nuestros valores, nuestras creencias, nuestra religión?

Ya alcanzamos lo impensable!: Que una familia tenga que hurgar en la basura de otros para poder encontrar algo de “comida”, ¿llegaremos más lejos todavía? ¿Tanto naturalizamos esta realidad vieja de Buenos aires que ya ni nos llama la atención?. Y la pregunta más trascendental que me asaltó ¿tanto naturalizamos a Jesús, la fe, el evangelio, las creencias, que aceptamos la realidad de la pobreza tan naturalmente?. ¿Tan insoportable e incómoda se nos hizo la injusticia de la pobreza, ese Jesús que busca en tachos, que tuvimos que transformarlo en un “bonito paisaje” de esta insolidaria Buenos Aires? ¿En que Jesús creemos?

Lo naturalizamos tanto haciendo cuadritos, estampas, fríos mármoles “ajesusados”, ritos vacíos, que ya hoy su PALABRA no nos cuestiona ni nos moviliza. De acuerdo a la respuesta que demos a la pregunta de Jesús va a ser la Iglesia en la que creamos y construyamos. Hoy muchos clérigos están “preocupados” por la no concurrencia a las misas en tiempos de pandemia, sosteniendo que la necesidad de la práctica religiosa no es solo esencial sino una actividad “VITAL” para las personas, es una forma de ser cristiano y de vivir la Iglesia.

Ojalá que la mayoría de los que nos decimos cristianos nos veamos tan preocupados también por el hambre de los más pobres y la injusticia a la que están sometidos por la avaricia de los más poderosos.

Ojalá seamos capaces no sólo de lo más fácil (dar una bolsa de alimento, un par de autito) si no también, de comprometernos en la lucha cotidiana de transformar las estructuras tan injustas en las que vivimos, donde unos muy poquitos se quedan con lo que le pertenece a la mayoría y los pobres dentro del tacho de basura. Para ellos, para los más pobres, su hambre, sí que es VITAL, porque es cuestión de vida o muerte.

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