La ministra de Educación porteña es una de las funcionarias que elevaron su perfil, de cara a las elecciones de 2023. Sus medidas y dichos empatizan con el sector más duro y derechista de la alianza Juntos por el Cambio. El jefe de Gobierno busca contener a las distintas corrientes en un mismo espacio.
Por Fernando Casasco
Fue la frutilla de la torta. En una insólita medida, el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta y la titular de la cartera educativa porteña María Soledad Acuña anunciaron la prohibición del denominado “lenguaje inclusivo” en la documentación, textos y comunicaciones que compartan los establecimientos educativos de los tres niveles obligatorios (inicial, primario y secundario).
El pretexto aludido es el retroceso experimentado en la comprensión de textos por parte de los alumnos en los últimos cuatro años. Sin mostrar ningún estudio serio que justifique la decisión, los funcionarios depositan en algo externo y que pasa por cambios culturales más profundos la causa de una falencia de la que deberían hacerse cargo ellos mismos.
No se trata aquí de hacer una defensa denodada del lenguaje inclusivo (el que el autor de esta nota no usa cotidianamente), sino de observar el verdadero significado de la medida: la búsqueda de la censura de cualquier cosa que suene a “progresista”, “populista” o hasta “marxista” en el imaginario de parte de la sociedad. Y anclar ahí cierta expectativa de sacar rédito político de cara a las próximas elecciones, en las que la ministra de Educación demuestra que está muy interesada.
La biografía de Acuña nos dice bastante sobre su afán de ascenso. Esta “barilochense de corazón” nació en 1975 y se educó en el colegio Primo Capraro de esa ciudad patagónica, que por entonces era administrado por el criminal de guerra nazi Erich Priebke. Se recibió de Licenciada en Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires (su único paso por la educación pública) y cuenta con una Maestría en Administración y Políticas Públicas en la Universidad de San Andrés.
Fue reclutada por el Grupo Sophia, el think tank neoliberal encabezado por Rodríguez Larreta, del que provienen muchos de los cuadros técnicos de las distintas administraciones del PRO. Acuña fue electa legisladora porteña con solo 28 años por el primer sello del macrismo: Compromiso por el Cambio.
La experiencia en la legislatura también afectaría su vida íntima: allí formó pareja con el entonces legislador kirchnerista y actual secretario de Seguridad de la Municipalidad de Lanús, Diego Kravetz.
A partir de 2007, ya con Mauricio Macri a cargo del Gobierno de la Ciudad, ocupó una subsecretaría en el Ministerio de Desarrollo Social que conducía María Eugenia Vidal, con quien Acuña siempre mostró sus diferencias. Relegada por Carolina Stanley, pasó de Desarrollo Social a la cartera de Educación, donde de 2011 a 2015 tuvo a su cargo la Subsecretaría de Equidad Educativa en el ministerio conducido por Esteban Bullrich.
Tras el triunfo de Macri en la elección presidencial y el ascenso de Bullrich a la cartera educativa nacional, Acuña fue elegida como ministra en la Ciudad por su padrino político, Rodríguez Larreta.
La gestión de Acuña se caracterizó por una serie de políticas de las que tanto la ministra como su jefe político se enorgullecen, pero que han sido resistidas por diversos actores de la comunidad educativa. La “jornada extendida” en las escuelas primarias para alumnos de sexto y séptimo grado de escuelas de jornada simple significó la contratación de docentes precarizados, sin derecho a vacaciones pagas ni ingreso a la carrera docente; la “secundaria del futuro” y las “prácticas laborales” de los alumnos abre la puerta al trabajo no remunerado de adolescentes.
Asimismo, las intervenciones en la formación y la carrera docente fueron constantes. La creación de la UNICABA (que unifica 29 profesorados en una misma institución) quita autonomía a los institutos de formación y los pone bajo la órbita del Ministerio.
Recientemente la Legislatura avanzó en la reforma del estatuto docente, que plantea cambios al esquema de ascensos en la carrera docente y una premiación salarial a los maestros que se capaciten. Los cambios fueron rechazados por los gremios y aprobados (solo con los votos del macrismo y aliados) en una Legislatura vallada.
En cambio, en otros aspectos la gestión de Acuña no tuvo tanto “éxito” (¿o sí?). La inversión de la Ciudad en Educación continuó bajando hasta el 18% del presupuesto actual (desde un 29% que se invertía antes del 2007), uno de los guarismos más bajos del país. La caída en la inversión en infraestructura escolar es fácilmente palpable en las escuelas a diario: en el último mes, conforme bajaban las temperaturas, más de 100 establecimientos denunciaron problemas de calefacción. A esto se suman escuelas con problemas en los suministros de agua o electricidad, caída de mampostería, etc.
Por otra parte, la falta de vacantes en las escuelas, sobre todo en el nivel inicial, ha sido una constante en su gestión y ha motivado diversos reclamos judiciales de familias que se ven excluidas del sistema público. Asimismo, la comunidad educativa ha reclamado por el desmantelamiento del Plan Sarmiento de reparto de netbooks (lo que se comprobó trágicamente durante la pandemia) y por la deficiente provisión de alimentos en comedores escolares y viandas que se entregan a los alumnos.
En donde Acuña ha mostrado sus mayores logros es en lo que Rodríguez Larreta se ha fijado como norte en el último tiempo: el enfrentamiento con el kirchnerismo. La ministra fue la cara visible (detrás del jefe de gobierno) en el cruce con la Nación por el cierre de escuelas a partir de la pandemia de coronavirus. El triunfo político (más que educativo) que significó en 2021 mantener los colegios abiertos le dio una mayor exposición a la ministra, que decidió capitalizarlo.
Recientemente presentó su libro “El día que ir a la escuela fue noticia”, para reafirmarse como referente en esa disputa. Los más perspicaces observaron que en la tapa no aparece ni un niño o niña con guardapolvo blanco: ¿error de diseño o señal de a qué sector de la sociedad se dirigen los afanes de la funcionaria?
Con todo, Acuña dejó afuera del libro sus afirmaciones más polémicas. En reiteradas ocasiones, la ministra acusó a los docentes de tener una postura “sobreideologizada” y los caracterizó como personas “cada vez más grandes de edad” que lo hacen “como tercera o cuarta opción luego de haber fracasado en otras carreras”.
En otra ocasión y como una mera comentarista de la realidad aseguró acerca de los chicos que abandonaron la escuela durante la pandemia: “Es muy tarde para salir a buscarlos, esos chicos seguramente ya están perdidos en un pasillo de una villa, ya cayeron en la actividad del narcotráfico o tuvieron que ponerse a trabajar”.
Estas afirmaciones no son dichas al azar ni dictadas por estudios profundos de la realidad. Son bajadas de línea que entroncan con la mirada de ciertos medios de comunicación y de importantes sectores de la sociedad porteña. Los mismos para los que la alternativa “libertaria” (pero en el fondo profundamente conservadora) de Javier Milei se vuelve cada vez más atractiva y le resta posibles votos al macrismo. La prohibición del lenguaje inclusivo en las aulas va en el mismo sentido.
Con este bagaje en sus espaldas Acuña pugna por ubicarse en la pole position de cara a suceder a su jefe político en la Ciudad. Claro que tiene competidores: si ella es la cara confrontativa con el kirchnerismo, la más componedora la representaría el ministro de Salud Fernán Quirós. Otro ministro que se anota y que busca que su apellido tenga peso es el titular de la cartera de Gobierno, Jorge Macri.
La que muchos perciben como sucesora “natural”, aunque ella lo preferiría evitar, es María Eugenia Vidal, en su constante ir y venir entre la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. Y por último, pero no por ello menos importante, se ubica Martín Lousteau, quien desde el radicalismo tejió una alianza con Larreta, pero que aún no se decide a jugar en la carrera nacional o concentrarse en la Ciudad.
De más está decir que el jefe de Gobierno, jugado en su propio proyecto presidencial, busca hacer equilibrio y balancear sus apariciones junto a sectores “duros” y los más “progres” o “centristas”. El objetivo final es que todos unidos triunfen – viejo apotegma peronista – en las elecciones de 2023.