El Colectivo, un espacio de intercambio cultural

El Colectivo
El Centro Cultural El Colectivo de Villa Urquiza cumplió 22 años. En este espacio se dictan clases de guitarra, teatro y plástica, y una vez por mes, se celebran peñas, en las que se presentan distintos músicos, en un ambiente de encuentro y calidez. En esta nota, Marcela De Grande (actriz) y Pino Enriquez (músico), sus anfitriones, cuentan los orígenes y las características de “El Colectivo”.

Por Mateo Lazcano
Urquiza se Organiza

El  Centro Cultural El Colectivo nació en el año 2000 en el centro de Villa Urquiza, hasta que la llegada del Subte B hizo incrementar el valor de las propiedades y los dueños de la locación original dejaron de alquilarles. Hoy funciona en un inmueble que fue un viejo almacén, y que aún conserva las persianas tradicionales, en la transitada esquina de Iberá y Galván.

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El Colectivo
En los primeros tiempos, hasta 2006, “El Colectivo” funcionó con un numeroso grupo de coordinadores. Pino Enriquez, Marcela De Grande y Gustavo Benito, sumados a Tata Monié, Julio Benito, Sergio Berssky y Verónica Abbiati formaron parte del conjunto de fundadores y primeros colaboradores. “Arrancamos con la idea de armar un espacio de formación y de producción artística. Nos juntamos con un amigo pintor, cuyo hermano alquilaba una casona y la mitad de ella estaba vacía. Nos pusimos entre todos a recuperar el espacio, en la calle Bauness”, cuenta Pino Enriquez.

En aquel momento, principios del siglo, no había otra propuesta similar en la zona. “No estaba El Alambique, ni el Pedro Morán, y ni siquiera estaba recuperado el Teatro 25 de Mayo”, plantea Marcela De Grande. Cuando el desalojo forzado puso en riesgo la continuidad de “El Colectivo”, apareció un salvataje que parece de película.

“Una pareja de italianos, Mario y Sandra, nos conocían del tiempo en que vivimos en Francia y estaban enterados de lo que hacíamos. Les encanta la cultura argentina y hasta ayudaban con becas para que músicos de acá se presenten allá. Sabiendo el tema de que nos quedábamos sin sede, compraron este inmueble que estaba en venta para que el proyecto siga, un gesto impresionante”, cuenta Marcela.

Hace más de 15 años están afincados en Iberá y Galván. Sin embargo, “El Colectivo” siempre se mantuvo con “perfil bajo” en la zona. El lugar tiene la estructura de una antigua casa: un patio descubierto en el centro y varias puertas que oficiaban originalmente de habitaciones y son ahora las aulas: de guitarra, de plástica y de canto. El sector del almacén pasó a ser la sala de teatro, con la tarima, los telones y las luces y las sillas para los espectadores.

El Colectivo
De lunes a sábados se dictan talleres. Pino, músico profesional, da desde los comienzos el de guitarra. “Siempre teníamos esa ilusión cuando estábamos viviendo en el exterior, la de combinar disciplinas y seguir enseñando, pero en un lugar donde la producción sea parte de la formación. Que no sea una enseñanza como la del Conservatorio. Que el músico, el actor, el pintor, se formen produciendo, haciendo cosas en escena o donde sea”.

“Me gusta enseñar lo que aprendí, intercambiar con los alumnos, conocer gente que viene. La música se desarrolla practicando, en el intercambio con otros. Tener tu espacio propio te da independencia para enseñar” señala Pino.

Una vez por mes, usualmente el segundo fin de semana, “El Colectivo” celebra su peña. “Es un espacio gratuito, sin obligación de consumición. Buscamos que funcione como intercambio social y cultural. No es una peña bailable sino que ponemos mesas y sillas y entre una presentación y otra de los músicos que vienen, el que quiere sale y come algo en el buffet”, describe Marcela. Para ella, “esta idea es algo de lo que casi no hay en la zona, de abrir el centro a los vecinos”.

La fundadora de “El Colectivo” celebra que en las peñas “quien viene solo, termina hablando con alguien, sea arma algo muy lindo”. La convocatoria es variada en edad, y es usual que haya pibes. “Depende mucho de los músicos que se presenten, que generalmente traen a su familia o amigos. Tocan mucho los alumnos, o se presentan los estudiantes de teatro. Siempre es público diferente. Hace poco vino un cantante de Córdoba y trajo toda su troupe de cordobeses por ejemplo”, dice Pino.

Al respecto, manifiesta su gratificación al invitar a exalumnos del taller, ya músicos profesionales, a tocar. “A lo largo de los años va siendo mucha comunidad de gente que por ahí no está siempre, pero alguna vez vuelve y se sigue sintiendo parte”.

La dificultad para penetrar en el público ajeno al ambiente es para los organizadores una realidad asumida, contra la que luchan, buscando una difusión mediante redes sociales. “Es difícil si no viene alguien de renombre que la gente se anime a venir a ver tocar a alguien que no conoce. También hacemos nuestra autocrítica, lamentablemente por falta de tiempo no podemos tener una programación constante y eso no ayuda. Pero cuando hicimos propuestas como un espectáculo de títeres en vacaciones de invierno para chicos, hubo mucha gente”, destaca Marcela.

A las peñas se suman dos obras de teatro los días domingo, y exposiciones de Plástica. “Buscamos hacer ciclos, algo corto. Porque realmente tener una programación es como otro trabajo, mucha demanda. En algún momento se nos ocurrió armar como una red con los otros espacios culturales de la zona y hacer espectáculos rotativos, pero la verdad que no prosperó. Requiere mucho tiempo, que no tenemos, el hecho de reunirse y pensar ideas de ese tipo”, comenta Marcela, quien pasa todos los días en “El Colectivo”, al igual que Pino.

Luego del parate al que obligó la pandemia, ambos observan muchas ganas en la gente de acercarse a estas propuestas. Para mayo, por caso, ya está agendada para el sábado 14 la peña y para el 21 una actividad de poesía, arte y música.

A Marcela y Pino se suman actualmente Gabriela Daniell, Juan Salto y Kike Paz, dentro de todo el staff organizativo y de titulares de talleres. “Es una satisfacción desde un punto de vista hasta filosófico mantener un espacio que siempre fue horizontal y cooperativo. No hay un jefe y nadie baja una línea. No hay nadie que se lleve plata de ganancia, y cada uno se lleva lo que hace.”, describen al respecto.

“El Colectivo” no percibe subsidios por decisión de sus coordinadores, en parte por no disponer del tiempo y la dedicación para responder a los trámites burocráticos que requiere acceder al mismo y otro porque sostienen, “es fácil acostumbrarse al subsidio”, y mencionan el caso de algunos espacios que, retirado el apoyo, no pudieron subsistir.

“Por ahí hay gente que se pone un centro cultural como si fuera un almacén, como una fuente para ganarse la vida, y está muy bien. Pero no es nuestro caso”, cierra Marcela. Pino, por su parte, opta por una figura más metafórica para describir estos 22 años: “Somos como un barco que va navegando. A veces se complica por la marea y parece que nos hundimos. En otra se ve avanzar claramente. Lo importante es que sigue moviéndose”.

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