El regreso del hombre común (el verdadero)

Elecciones 2019

Resultado de las elecciones nacionales y porteñas


Mauricio Macri volverá al llano el 10 de diciembre de 2019, después de 14 años ininterrumpidos de ocupar cargos públicos. Alberto Fernández deberá hacerse cargo de la fuerte deuda (financiera y social) que deja el actual Gobierno. En tanto, Rodríguez Larreta mostró que hoy por hoy es imbatible en la Ciudad.

Por Fernando Casasco

Elecciones 2019

Hace doce años, cuando Mauricio Macri fue electo por primera vez como Jefe de Gobierno, recordamos en estas páginas el antecedente de su abuelo, quien en la Italia pos-fascista había soñado sin éxito con dedicarse también a la política y había fundado el partido del “Uomo Qualunque” (“Hombre común”). A ese perfil de clase media (sin pertenecer a ella) y sin una filiación política definida apuntó siempre la carrera de Mauricio, quien forjó su partido político PRO a su imagen y semejanza.

Desde los grandes medios de comunicación y la parafernalia publicitaria se intentó pintar al partido gobernante como una organización de hombres y mujeres “comunes”, con éxito en las empresas, el deporte, el espectáculo o en organizaciones no gubernamentales, mechados con casos puntuales de dirigentes reciclados de la “vieja política”. Al propio Presidente le gustaba mostrarse andando en bicicleta por el Central Park de Nueva York o comprando artesanías calzado con sandalias en uno de sus recurrentes viajes de descanso a Villa La Angostura.

En realidad, ese maquillaje de “gente común” a cargo de la cosa pública sólo fue la fachada para, una vez conseguido el poder del Estado, asegurar una monumental transferencia de ingresos de los sectores ligados a la producción y al trabajo a sectores concentrados de las actividades extractivas (agro, energía, minería) y especulativas.

Hace menos de un año pocos podían anticipar este colapso del experimento de una Argentina neoliberal comandada por un miembro encumbrado de la propia clase capitalista. Y mucho menos a manos de quién fue su vencedor.

Alberto Fernández fue la ficha jugada en su momento por Cristina Fernández de Kirchner para salir del empantanamiento en que oficialismo y oposición parecían entrampados. Fue casi un golpe de gracia para el macrismo, que apostaba a confrontar con la ex presidenta para mantener sus chances electorales, cada vez más disminuidas por una situación económica explosiva.

A partir de la decisión de la ex mandataria, el proceso de unificación de la oposición se desencadenó rápidamente. Por su parte, el oficialismo sólo atinó a buscar un dirigente justicialista “amigable” para integrar la fórmula y requirió la solidaridad de la gobernadora María Eugenia Vidal y el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta para mantener los comicios unificados, lo que devino en una suerte dispar.

Los Fernández (al igual que el candidato a gobernador bonaerense Axel Kicillof) recurrieron a una campaña austera y bien planificada. Sin estridencias, con el propio candidato a Presidente mostrándose como (atención) un hombre común: porteño, abogado, docente universitario, padre, pero también guitarrista aficionado, hincha de Argentinos Jrs. y hasta amante de los paseos con su perro.

Tras la apabullante derrota en las PASO, el Presidente se lanzó a recorrer el país en una serie de actos multitudinarios con la búsqueda (exitosa) de polarizar al máximo la elección, como si se tratara de una segunda ronda: el grito de “Mauricio la da vuelta” se transformó con los días más en una expresión de deseos que en un dato de la realidad, pero sirvió para licuar las chances de los otros actores en disputa.

El 48% a 40% del escrutinio provisorio (puede extenderse en el definitivo), con dos millones de votos de ventaja, marcaron una victoria contundente del Frente de Todos. El panorama que deja la elección es el del primer Presidente en la historia argentina que se presenta a una reelección y pierde. Muy lejos de esa ficción de “ganador pese a la derrota”, que quiso mostrar el periodismo oficialista.

Pero también deja claro que el sector que se ve representado por su modelo lo acompañó hasta el final y se anticipa como una oposición fuerte al nuevo gobierno. La apelación al “hombre común” sigue funcionando detrás de la fórmula “la rebelión de los mansos”, más ideologizada que nunca aunque se lo niegue.

¿Mauricio Macri será el líder de esa oposición como se lo propone o le disputarán ese puesto? Por lo pronto vuelve a ser un hombre “común”, sin cargos ni fueros. Pero no tan común: su fortuna y sus largas conexiones con el mundo capitalista siguen incólumes.

En cambio, los otros, los comunes de verdad, deben enfrentar las consecuencias de una política que no solo hundió en la pobreza y la indigencia a millones de compatriotas, sino que tironeó hacia abajo los ingresos de muchos argentinos que tienen trabajo.

El horizonte para Alberto Fernández y el del nuevo gobierno es el de urgencia por recomponer el tejido social, tan maltratado por la gestión saliente, en una coyuntura económica y financiera agobiante. Detrás de las planillas de Excel y de los números de las cuentas públicas hay hombres y mujeres de a pie, verdaderos “comunes”, que necesitan que el Estado ponga algo de justicia en un sistema cada vez más inequitativo.

Todo cambia, pero no todo

La Ciudad de Buenos Aires vuelve a mostrar un paisaje distinto al de gran parte del país. En una elección histórica, el oficialismo logró la reelección de Horacio Rodríguez Larreta, con más del 55% de los sufragios, sin la necesidad de ir a una segunda vuelta. Junto a Mendoza, Corrientes y Jujuy, la Capital será uno de los cuatro distritos que continuará gobernando el actual oficialismo más allá del 10 de diciembre y el único del PRO.

La unificación de las elecciones le sirvió a Juntos por el Cambio para polarizar al extremo frente a sus antagonistas: Matías Lammens encabezó una boleta que integraba al peronismo y a distintas fracciones de centro izquierda. A pesar del crecimiento frente a comicios pasados, la mayor parte del electorado volvió a darles la espalda.

Aquí también se mostró la diferencia entre un candidato experimentado y un aparato político bien aceitado como el del oficialismo en la Ciudad, especializado en el armado electoral, frente a un postulante inexperto y a cargo de una entente formada in extremis, cuyo mayor golpe de efecto pasó por un baile de sus simpatizantes en plazas públicas.

Tras ser el candidato opositor más votado hace cuatro años y tras sus devaneos de amor y odio con el macrismo, Martín Lousteau ocupará una banca en el Senado los próximos seis años por el oficialismo saliente. A él lo acompañará Guadalupe Tagliaferri, una fiel exponente del macrismo. Por la minoría del Frente de Todos arribará al Senado el camporista Mariano Recalde. Su compañera de boleta, Dora Barrancos, podría ocupar una cartera en el nuevo gobierno nacional.

La polarización de la contienda provocó que no hubiera espacio para terceras fuerzas y las bancas de diputados nacionales se repartieron sólo entre Juntos por el Cambio (ocho) y el Frente de Todos (cuatro): pese al corte de boleta de casi el 3%, no le alcanzó a Myriam Bregman del FIT para ingresar al Congreso Nacional.

En tanto, en la Legislatura el oficialismo ratificó su amplia mayoría, al obtener 17 de las 30 bancas en disputa, lo que le asegurará una amplia mayoría de 37 escaños. En tanto, el Frente de Todos consiguió 11 legisladores, mientras que Consenso Federal y el FIT-Unidad sumarán un diputado cada uno.

Con el escrutinio definitivo se confirmó que al Frente de Todos le queda el “premio consuelo” de saber que va a encabezar las dos comunas más australes de la Ciudad: la 8 (Villa Lugano, Soldati, Villa Riachuelo) y la 4 (La Boca, Barracas, Pompeya, Parque Patricios), mientras que las otras trece quedaron en manos del macrismo.

Un gran cambio en la Nación, pocos (pero importantes) en la Ciudad. El pueblo, las mujeres y hombres comunes de verdad, se expresaron en las urnas y enfrentan con ansiedad el tiempo que viene.

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