“En Villa Pueyrredón vivíamos con música funcional, de tangos, valses y milongas criollas”.

Juan Carlos Copes
Logo El Barrio PueyrredónJuan Carlos Copes, el Bailarín de Tango del Siglo, falleció el sábado 16 de enero a los 89 años por coronavirus. El viernes 16 de noviembre de 2001 tuvimos el honor de recibirlo en la F.M. de Villa Pueyrredón para una entrevista en nuestro programa de radio “Ventanas Abiertas”. Para evocarlo reproducimos la nota que se publicó en el periódico “El Barrio Villa Pueyrredón” en diciembre de 2001.

Por Ignacio Di Toma Mues

El estudio de la radio está colmado, Martín, Luciano, don Elías emocionado, Leopoldo y quienes conducen el programa: Susana y quién esto escribe, todos agradecidos por su visita. Y como gente de Villa Pueyrredón, Juan Carlos Copes nunca olvidó a su barrio. Con elegancia y calidez típica del buen porteño, cuenta en un lenguaje sencillo y sentido sus 50 años largos dedicados a su gran pasión: el baile.

bujinkan illa pueyrredón

“Nací en Mataderos, pero mi verdadero despertar y mi crianza fueron en Villa Pueyrredón. Llegué al barrio cuando estaba cursando sexto grado en un colegio de Floresta y viajaba todos los días hasta mi escuela. Todo un periplo.”, relata Copes. Nos habla de las calles de tierra, su casa en San Alberto, entre Terrada y Nazca (que era la única asfaltada).

Recuerda cuando jugaba al fútbol con Mordillo, el famoso dibujante, en la canchita que había en San Alberto y la estación. “En cada manzana había un equipo y yo los logré unir y formamos el Pueyrredón Fútbol Club. Lo importante era juntarse, reunirse. Siempre me gusto el esfuerzo colectivo. Hasta llegué a formar una Biblioteca en mi casa”

“Ver el tren era algo muy emotivo para mi” dice. El ferrocarril lo acercó al mundo de los milongueros. “Fui a la escuela industrial en la zona de Retiro y conocí a nuevos amigos, más cosmopolitas, no tan de barrio. Empecé a vivir de noche y fui a lugares en donde conocí a esos personajes inéditos y marginales: los milongueros.”.

Y continúa “En Villa Pueyrredón vivíamos constantemente con un música funcional, como se dice ahora, de tangos, valses y milongas criollas. Silbábamos, tarareábamos, se cantaba, sin el afán de ser profesionales. Era lo que conocíamos. Lo mismo me pasó con la milonga, cuando me encontré con esos milongueros me dije esto nunca lo voy a poder hacer, pero voy a tratar y llegué. Todos los días iba a bailar y del tronco que era pasé a ser un buen bailarín y tuve mi feudo en Villa Crespo”.

Juan Carlos Copes evoca que “en mi época, acá en Villa Pueyrredón, yo llegaba a eso de las 4 de la mañana y se abrían las puertas y las ventanas para espiar a la oveja negra del barrio, yo era un delincuente. Así era como se trataba a los milongueros en esos tiempos”.

El país había perdido un ingeniero y ganaba al bailarín de tango del siglo. “Cursé dos años de la carrera de Ingeniería en la vieja sede de la calle Las Heras, pero era la novia o la facultad, la pasión o la facultad, y yo ya tenía una pasión el tango y decidí y no me arrepiento”

Cuenta que en cada barrio había 3 o 4 milongueros de renombre. “Acá en Villa Pueyrredón, tanto como en Villa Urquiza y Devoto, estaban los milongueros considerados los mejores bailarines de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, hábiles, elegantes y rítmicamente superiores al resto”.


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Y agrega: “Cuando yo me recibí de milonguero, tardé mucho tiempo en venir a dar exhibiciones, que me pedían, por ejemplo en el Club El Progresista (Bazurco 2910). Incursionar para ver, eso si, lo hacía en el club Sin Rumbo (Tamborini y Av de los Constituyentes), uno de los más antiguos. A mi me costaba venir y decir, ya está, estoy en condiciones de ir a mi barrio y demostrar lo que aprendí. Era pudor y al mismo tiempo respeto”

Durante el programa son varios los llamados para saludarlo y alguien lo llama maestro y eso a él no le gusta: “lo más lindo del tango es la improvisación, eso nadie te lo enseña, por eso no me gusta la palabra maestro. El tango es un encuentro, como en la vida real, de dos energías, una positiva y otra negativa, que al compás de la música se unen tratando de formar algo. Y así se logra un cuerpo con cuatro piernas, por eso respeto al que baila sencillo, con amor a la tierra y a la persona que tiene enfrente. El tango te obliga a pensar”.

Por último Juan Carlos describe sus sensaciones al pisar nuevamente el barrio: “volver te hace sentir cosas negativas y positivas…, las negativas son que el barrio no está más, no están más los amigos. Pero yo no soy un adorador del pasado, no creo que lo de antes fue mejor, y la prueba es que mi lucha permanente es que si el funyi y el lengue es lo que identifica al tango, estamos muy equivocados. Eso lo identificó en una época, ahora no”.

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