¿Habremos aprendido algo con esta pandemia?

Pandemia
Entre el 3 de marzo de 2020 y el 5 de enero de 2021 se detectaron 5.915.695 personas infectadas con el virus Sars-CoV-2, de las cuales fallecieron 117.346. Ríos de tinta corrieron con esta información. En el año 2019 se reportaron 1.342.682 casos de enfermedades infecciosas respiratorias, con un saldo de más de 32 mil fallecidos. El 8,2% del total de muertes de ese año en Argentina, sin mayor repercusión en los medios. ¿Habremos aprendido algo con esta pandemia?

Por Ignacio Di Toma Mues

La pandemia del virus Sars-Cov-2 está transitando un momento de alto nivel de contagios y parece no dar descanso. Una sociedad con adelantos tecnológicos – como nunca nadie se hubiese imaginado décadas atrás – está jaqueada por un bichito que debe ser detectado a través de un microscopio. Quizás sea la omnipotencia de una parte de la humanidad la causante de tanto negacionismo.

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Virus y bacterias, están. Hace 150 años, aproximadamente, la ciencia médica consideraba que las enfermedades se producían por factores endógenos y no exógenos, no les daban crédito a quienes responsabilizaban de estos sufrimientos a tan pequeñas criaturas. Louis Pasteur – químico, físico, ​matemático​ y bacteriólogo francés – fue quien puso punto final a esta cuestión.

El uso del barbijo y el cuidado de la higiene, antes de la Covid-19, deberían haber sido obvios, pero no lo eran. Quienes hayan ido de visita o a cuidar un paciente con neumonía, ¿recuerdan haber usado barbijo, vieron a los profesionales de la salud usarlos cuando ingresaban a la habitación o cuando daban el informe diario a los familiares?

Este cronista internó a su madre en cuatro oportunidades por neumonía, en el término de dos años, y nunca vio que se usara barbijo, ni nadie le dijo que lo usara. Hoy haría las cosas bien diferentes, no sólo en el hospital, sino en los cuidados domiciliarios. Una enseñanza de la pandemia.

En el año 2019 en la Argentina se reportaron 857.957 casos de enfermedades tipo influenza (gripes y resfríos); 155.443 de neumonía; 252.950 de bronquiolitis y 76.332 de infección respiratoria aguda grave. Un total de 1.342.682 con un poco más de 32 mil fallecidos.

Estas estadísticas no fueron noticia. Sin embargo, era una situación grave y preocupante, que debió interesar a la población. Pero no a través del periodismo amarillo y sensacionalista, sino con medios al servicio de la buena información.

La propagación de estas enfermedades se produce, en mayor o menor medida, de la misma forma que la Covid-19. Por lo tanto, los cuidados deben ser los mismos. Quizás tendremos que admitir que el barbijo vino para quedarse en determinadas circunstancias.

No sólo para evitar la Covid-19. En muchos países, como por ejemplo China, Tailandia o Japón, las personas cuando están transitando este tipo de enfermedades se colocan un barbijo para evitar contagiar.

Quizás esta es la razón por la cual, en estas naciones, no fue problemática la regla de su uso en forma masiva a partir de la pandemia del Sars-CoV-2. Y sobre todo por un sentido de comunidad.

Un refrán popular reza “julio los prepara, agosto se los lleva”. Claro, un refrán referido a los “viejos”, en una sociedad que los aparta y los condena. Deberíamos preguntarnos por qué naturalizamos que en un año mueran 32 mil personas a causa de enfermedades infecciosas respiratorias, cuando muchas de ellas podrían ser evitadas. Será porque es cosa de “viejos”.

En 2019 representaron el 8,2% del total de las muertes en el país. Que la pandemia, y tanto sufrimiento, sirvan para poner en primer plano la gravedad de las enfermedades infecciosas respiratorias y su prevención. Porque viejos y viejas, seremos, o somos, todos y todas.

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