Libertarios, discurso electoral y poder económico: la verdadera casta muestra los dientes

Libertarios, Javier Milei
En una campaña deslucida y de bajo nivel, Javier Milei se destaca con su discurso contra la dirigencia política. Qué encierra y qué intereses oculta un mensaje cada vez más pregnante en la sociedad.

Por Fernando Casasco

“Casta” es uno de los términos más utilizados por el candidato de Avanza Libertad, Javier Milei, y una de las marcas por las cuales consiguió tanto impacto a nivel electoral. Según la Real Academia Española, una de las acepciones de casta es: “en algunas sociedades, grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc.”.

En el caso de Milei el término casta es asignado específicamente a la dirigencia política, como si se tratara de un sector social diferenciado de los demás, que no representa a los distintos estamentos de la sociedad y que se regodea en sus propios privilegios.

Milei hoy es un candidato a acceder a esa dirigencia política que denosta. Claro está que en su discurso los miembros de la casta son otros: los dirigentes de las principales fuerzas políticas.

Suele pasar en momentos de crisis que aparecen ciertas figuras que “vienen de afuera” para mostrar lo que la dirigencia de verdad debería ser. En 1991, un Carlos Menem al que todavía le faltaba tiempo para disfrutar las “mieles” del éxito económico, debió recurrir a dos “outsiders” como el ex piloto de Fórmula 1 Carlos “Lole” Reutemann y al ídolo musical Ramón “Palito” Ortega para asegurar un triunfo en provincias claves como Santa Fe y Tucumán, respectivamente. Más adelante fue el caso del lanzamiento del ex motonauta Daniel Scioli.

Sin dudas el partido que llevó al extremo la idea de “entrar a la política” viniendo desde otras actividades fue el PRO, con la figura fundacional del empresario multimillonario y ex presidente de Boca Mauricio Macri a la cabeza.

El macrismo se nutrió tanto de la “vieja política” como de miembros de ONGs, fundaciones, think tanks, etc., que hacían sus primeras armas. Pero siempre que pudo sumó a figuras que provenían del mundo del deporte o del espectáculo. Algunos ejemplos son: el humorista Miguel del Sel, el ex futbolista Javier Mac Allister, el ex árbitro Héctor Baldassi, el ex golfista Eduardo “Gato” Romero y el cocinero televisivo Martiniano Molina, entre otros. La última adquisición de esta tendencia es la periodista y panelista Carolina Losada, candidata a senadora por Santa Fe.

Claro que esta “nueva política” en muchos casos se pareció a la más rancia del ajuste y el endeudamiento y el fracaso fue estridente: Macri fue el único presidente argentino en la historia en presentarse a su reelección y no conseguirla. En este contexto, al que la pandemia no hizo más que agudizar, crecieron en los últimos años el desasosiego y las opciones más extremas en lo político.

En el caso de Milei su carrera política recién parece arrancar, aunque ella vino precedida por su rauda y fulgurante carrera mediática de los últimos años. Como muestra, un botón: según un relevamiento realizado por la consultora Ejes de Comunicación entre diciembre de 2017 y septiembre de 2018 (tiempos de acuerdo con el FMI y crisis cambiaria), Javier Milei fue el economista con mayor cantidad de entrevistas y más segundos en el aire en radio y televisión.

Más allá de los modales pintorescos de Milei, que lo hacen tan televisable, los dueños del poder y de los medios marcaban así la cancha hacia adelante: las políticas de ajuste y de redistribución negativa de la riqueza a las que aspiran debían continuarse, ya sea mediante la permanencia del macrismo en el poder o por alguien – un “outsider” – ubicado aún más a la derecha.

Milei, por otra parte, no está solo ni surgió de un repollo. Presionado terminó reconociendo que fue asesor del genocida Domingo Bussi durante su paso por el Congreso Nacional. A él lo acompañan dirigentes o personajes que provienen de todo el arco de la derecha vernácula. Desde su asesor principal, Carlos Maslatón, activo tuitero e inversor en monedas virtuales, pero con un pasado ligado a la Unión de Centro Democrático, de Álvaro Alsogaray, y al cavallismo; a la segunda de su lista, Victoria Villarruel, una abogada negacionista de los últimos crímenes de la dictadura.

La irrupción de este tipo de personajes no es un fenómeno meramente argentino. Allí están casos como el de Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil o distintas expresiones de derecha en toda Europa y Latinoamérica que atribuyen a los políticos la suma de todos los males: esa “casta” que les quita a los pobres ciudadanos sus recursos.

Estas fuerzas suelen abrevar en distintos tipos de teorías conspirativas que se vieron exacerbadas los últimos dos años durante la pandemia del coronavirus y son particularmente atractivas para medios de comunicación sensacionalistas.

En la Argentina su “militancia” se compone de muchos jóvenes, provenientes de clases sociales medias y altas, pero en las PASO atraparon muchos votos de sectores de clase media baja y en barrios populares. La prédica de los autodenominados “libertarios” va principalmente contra la intervención estatal en la economía; pero en una interpretación sui generis del liberalismo, se muestran también en contra del derecho al aborto y de las políticas de equidad de género.

Las definiciones del candidato negando la posibilidad de la existencia del cambio climático movieron a risas a sus rivales en el debate televisado. En una de sus últimas definiciones afirmó que “la educación no es un derecho” y debe ser arancelada. Corre a la derecha por derecha.

Pero mientras la prédica de estos nuevos movimientos va dirigida a la dirigencia política, la verdadera “casta”, el establishment económico, permanece incólume en sus posiciones desde hace décadas. No sólo no parecen sufrir las diversas crisis que golpean a millones de argentinos, sino que sus fortunas no dejan de crecer. Y el producto del esfuerzo de los trabajadores del país termina en cuentas sospechosas en paraísos fiscales.

Una reciente investigación publicada en Eldiarioar.com demostró que nueve de las diez mayores fortunas de la Argentina figuran en los recientemente revelados “Pandora Papers” con firmas offshore.

Bulgheroni, Galperin, Rocca, Pérez Companc, Roemmers, Sigman-Gold, Werthein, Eurnekian, De Narváez, son algunos de los apellidos que recurrieron a compañías creadas en Islas Vírgenes Británicas, Belice, Panamá, Bahamas y Nueva Zelanda para realizar inversiones inmobiliarias, energéticas, adquirir bienes de lujo o simplemente ocultar ganancias y evadir al fisco. Un verdadero registro del mapa del poder de nuestro país que va mucho más allá de los gobiernos de distinto signo.

En otras revelaciones derivadas de la filtración de los Pandora Papers – que en Chile tienen al borde del juicio político al presidente Sebastián Piñera, por citar un ejemplo – figuran compañías asociadas a los socios de los multimedios Clarín, Héctor Magnetto y José Aranda; el accionista del diario La Nación, Alejandro Saguier; el presidente y fundador de Editorial Perfil, Jorge Fontevecchia; y los accionistas del Grupo América, José Luis Manzano y Daniel Vila. ¿Tendrán estos datos algo que ver con la escasa repercusión informativa del escándalo?

Otro de los grandes empresarios que figura con varias offshores a su nombre y el de su esposa es el principal supermercadista del país, Alfredo Coto. Se trata del empresario que más dinero ingresó al blanqueo de capitales promulgado durante la presidencia de Macri, solo por detrás de Marcela Rocca, hermana de Paolo, titular del grupo Techint.

Justamente los supermercados Coto y Chango Más (ahora en poder de De Narváez) son de los que más resistencia han puesto al intento del gobierno nacional por fijar un mayor control de precios frente a la disparada de la inflación.

Más allá de los desajustes macroeconómicos, la mesa de los argentinos viene sufriendo desde hace años por la especulación de las grandes superficies de ventas y la concentración del mercado en pocas empresas. Según un relevamiento del diario Página/12, nueve de cada diez litros de leche fluida que se venden en Argentina pertenecen a la empresa Mastellone; el 80% de los panificados los produce Bimbo; el 82% de las gaseosas y aguas se divide entre dos empresas, entre los casos más sobresalientes.

Una plataforma de pensamiento “liberal”, como la que dice encarnar Milei, debería poner el foco en estas cuestiones y propiciar una mayor competencia en el mercado, para que los consumidores puedan acceder a bienes y servicios de mejor calidad a un menor precio.

Pero en cambio el “liberalismo” argentino sólo se ensaña con la “casta” política, mientras parece mostrarse mucho más benévolo con la otra “casta”, la que permanece en el tiempo y se queda con los mayores beneficios. ¿Serán sus verdaderos sponsors?

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