Juan Francisco Llamazares: “Queremos que las comunidades se autoabastezcan”

Ganó el concurso organizado por el Gobierno de la Ciudad “ImpacTec 2016” por Stamm, proyecto que logró disminuir 50 veces la inversión para crear una planta biotecnológica para producir levaduras líquidas, pero con posibilidad de aplicarse a otros productos del sector alimenticio y el agro. La idea es democratizar el acceso a este tipo de tecnología a baja escala. El próximo mes viaja a Silicon Valley a sacarle el jugo a este premio que promueve el talento innovador con impacto social.

Por Luciana Aghazarian

bujinkan illa pueyrredón

Stamm es un nombre que surge de dos palabras en alemán que significan linaje y cepa. Lo eligió Federico D’Alvia Veghy para la marca que fundó junto a su primo Juan Francisco Llamazares y tiene sentido, porque la empresa nació de un hobby que les enseñó su abuelo – que también había heredado de generación en generación-: hacer cerveza artesanal.

Hace dos años comenzaron a tomárselo en serio y hoy tienen desarrolladas 35 cepas de levadura para la producción de cerveza artesanal. En Argentina, antes de la aparición de Stamm, solo había 8 cepas pero eran secas; la levadura líquida no existía en el país, ni producida ni importada.

En el último ImpacTec, concurso organizado por el Gobierno de la Ciudad que convoca a emprendedores de alto impacto, Juan Francisco presentó el proyecto y ganó. El premio es una beca para cursar en Singularity University, en Silicon Valley, la meca para cualquier emprendedor. Allí participará del programa GSP (Global Solution Program) donde presentará su proyecto y obtendrá un valioso feed back acerca de su empresa.

Tiene 27 años, está terminando la tesis de la licenciatura en Ingeniería Agrónoma Fitopatología y Bioprocesos, es ayudante en la cátedra de Bioquímica de la FAUBA (Facultad de Agronomía de la UBA), y el mes próximo viaja a California, Estados Unidos, para formarse e inspirarse durante 80 días.

Además, en los próximos días la FAUBA habilitará un laboratorio para que el equipo continúe trabajando sobre la producción de levadura líquida y la estandarización de bioprocesos con el objetivo de ofrecer otros productos fermentados que empleen microorganismos como quesos, yogures, etc.

Si bien el proyecto se inició a partir de la producción de levaduras, se extiende a todo tipo de productos biotecnológicos porque la innovación tiene que ver no necesariamente con el producto final sino, sobre todo, con los procesos y la escala de los mismos.

“La industria agrotecnológica demanda inversiones muy altas para la manufactura tecnológica, son no menos de 3 millones de dólares para comenzar. Se les exige mucho a los productos biotecnológicos y creemos que eso está mal, que es una barrera de ingreso demasiado alta y que por eso hay productos que nunca llegan al mercado. Trabajamos sobre eso y logramos bajar la barrera 50 veces”, explica Juan Francisco a El Barrio Villa Pueyrredón.

Entonces, hoy con 50 mil dólares, bajo los estándares estudiados por Stamm, se puede montar una planta biotecnológica capaz de producir no solo levaduras sino cualquier producto biotecnológico.

“Siempre estas plantas se pensaron para abastecer regiones enteras, pero si nosotros podemos hacer una micro-fábrica que no llegue a abastecer al 20 por ciento del mercado argentino, pero que sea sostenible, podemos generar una potencia e impacto increíble”, argumenta.

Gran parte del resultado se debe a que el equipo se dedicó a rediseñar la maquinaria necesaria a baja escala. “Esto puede generar que haya mayor variedad de productos y que exista una mejor comunicación entre el consumidor y la industria. En la actualidad, las grandes industrias que están al otro lado del planeta difícilmente entiendan lo que precisan nuestros productores locales”, completa.

En síntesis, este modelo les permite a las comunidades abastecerse a sí mismas sin depender de importaciones. Al bajar la barrera de ingreso al mercado, muchos productos que no son competitivos en la actualidad – por ejemplo, todo los microorganismos que se utilizan para mejorar nuestros alimentos provienen de afuera -, generarán nuevas oportunidades y desafíos.

Se trata de democratizar el acceso a los bioprocesos a baja escala, una tecnología que, como decíamos, debido a los costos, se encuentra poco extendida. “Quiero ser un catalizador a modelos productivos sustentables. Me gustaría ser un referente en eso, transformar la realidad”, concluye el joven emprendedor que el 18 de junio viaja a conocer e interactuar con la una de las comunidades científicas y biotecnológicas más destacadas del mundo.

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