“La verdad está ahí afuera” (yo no discuto más)

“Un médico interrogaba a un paciente que acababa de cumplir 107 años y gozaba de una salud física y mental excelente. “Dígame cuál es su secreto” le pidió. “Muy fácil, dijo el hombre, hace más de cincuenta años que no discuto con nadie”… “¡No puede ser!” exclamó el médico. “¿Ah, no?; entonces no”.

Urquiza se Organiza

Por Aldo Barberis Rusca

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La semana pasada, o la otra tal vez, la televisión mundial reflotó uno de sus más grandes éxitos, una serie que marcó un punto de quiebre en la narrativa televisiva y dio paso a esta especie de edad de oro de las series a nivel mundial; “Los expedientes secretos X” o “The X Files” según su título en lengua original.

No es intención de este cronista hacer un análisis acerca del programa, que por otra parte he visto en contadas ocasiones y no en este retorno, sino centrarme en un detalle que siempre me pareció muy interesante y particularmente sugestivo ya que marca el tono que toda la serie lleva y que induce a innumerables interpretaciones.

Tal vez uno de los aciertos mayores de la serie haya sido la secuencia de títulos, donde puede escucharse una de las bandas sonoras más características de la historia de la TV mundial (compuesta por Mark Snow y que sólo se puede equiparar a la de “Twin Peaks”) y cuyo final incluye una frase que se ha ganado por sí sola un lugar en la cultura popular del siglo XX: “The truth is out of there”, “La verdad está ahí afuera”.

Decir que “la verdad está ahí afuera” en el contexto de los paranoicos años 90 (la serie se emitió entre 1993 y 2002) y sobre todo después del 11S llevaba una gran connotación de teorías conspirativas que durante esos años tomaron una gran fuerza.

Sin embargo para un porteño de este lado del mundo las conspiraciones son algo que pasa demasiado lejos y con temas demasiado extraños a su mundo.

Para un argentino, hoy, decir que “la verdad está ahí afuera” no implica, o no debería hacerlo al menos, que el gobierno tiene bases secretas donde se ocultan misteriosas naves extraterrestres y registros de manipulaciones genéticas en la población con ADN alienígena.

“La verdad está ahí afuera” significa que basta con abrir los ojos, con salir a la calle, con mirar más allá de los recortes tendenciosos de los medios, para darse cuenta de cómo son las cosas.

Los medios de comunicación construyen, en el mejor de los casos, un recorte de la realidad, una visión parcial, una interpretación de los hechos que nosotros consumimos en forma acrítica porque “lo dice el diario” o “lo dijeron en la radio” sin analizar quién lo dice o a quién beneficia ese recorte.

Friedrich Nietzsche (1844 – 1900) postulaba que “no hay hechos, sólo interpretaciones”, es decir que el hecho, puntual, instantáneo, efímero; solamente permanece en la interpretación que cada uno de nosotros hace del mismo.

Incluso sin ser o haber sido partícipes o testigos, siendo apenas receptores de esas interpretaciones que circulan de mano en mano, creamos nuestras propias interpretaciones que darán lugar a otras nuevas. Y así hasta el infinito.

Pero el problema no radica en que cada uno de nosotros interprete a su manera los hechos, la realidad o “la verdad”, esa que postulamos “está ahí afuera”; sino, precisamente, en que no lo hagamos.

Michel Foucault (1926 – 1984) se monta en esta idea de Nietzsche para concluir que es “El Poder” quien tiene el poder de, producir, crear, e imponer su interpretación a los hombres.

“El Poder” tiene el poder de imponer su verdad como la verdad de todos y a su vez de sofocar la verdad de quienes no tienen el poder suficiente para imponerla.

No discutiremos hoy quien es “El Poder”, más bien nos lo pondremos como ejercicio y ejemplo de que “la verdad está ahí afuera”. Y una de esas verdades es la identidad de “El Poder”.

Lo verdaderamente importante es entender que debemos hacernos dueños y responsables de nuestras propias interpretaciones, y para eso debemos tratar de salir, sacar la cabeza de nuestras radios, televisores, diarios, computadoras, etc. y ver por nuestra cuenta la verdad de primera mano, sin intermediaciones y sin interpretaciones que responden a intereses que desconocemos y que forman parte también de esa verdad que está ahí afuera.

Quisiera terminar esta nota contando una breve anécdota personal.
Cierta noche, hace ya unos años, estaba en la esquina de Mosconi y Helguera esperando el 114 para ir a Belgrano cuando una señora mayor me pregunta si el colectivo 87 la deja en el Hospital Pirovano.

“No señora, le dije, debe tomar el 114 ó el 107”

“¡Mi amiga me dijo que el 87 me lleva!” me respondió con cajas destempladas.

En vista de que el colectivo 87 estaba llegando a la parada, lo detuve, ayudé a la señora a subir y la vi alejarse rumbo a Chacarita.

Miré a mi esposa y le dije “podría haber discutido con ella, no con su amiga”

“La verdad está ahí afuera”, está a disposición de todos, solamente alcanza con querer verla. Si en lugar de eso, usted prefiere que la interpreten por usted, es su problema.

Pero debe saber que tal vez termine llegando donde nunca ha querido ir

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