El Artigas, un club para cultivar la vida social

El club de Agronomía tiene una rica historia, vinculada a lo deportivo y lo cultural. Su presidente, “Beto” Barabaschi, hace un repaso por los momentos del club, algunos de esplendor y otros complicados. Y destaca cómo, a pesar de todo, siempre pudo mantener su importante función social.

Por Mateo Lazcano

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En pleno barrio de Agronomía, en la calle Navarro al 2544, se encuentra el Club Biblioteca Artigas. Lo primero que se ve al entrar no es una cancha, ni son arcos ni gradas. Es el buffet. Mesas cuadradas rodeadas de sillas, esperando que lleguen los comensales a ocuparlas y queriendo dar un mensaje, marcando que en esta institución la parte social es tan importante como la deportiva.

Al costado, en la cocina, los empleados preparan las comidas, con música de fondo y charlando. La sensación de un visitante ajeno al club no aparece: con camaradería, los trabajadores del buffet se acercan rápidamente a consultar qué se necesita.

De fondo, en las paredes, camisetas prolijamente encuadradas de diversos clubes, desde los de barrio hasta Boca y River. Las paredes del Artigas parecen estar desbordadas de historias, de personajes, de vida deportiva.

Al fondo sí está la cancha. No hace falta asomarse para darse cuenta que hay chicos entrenando. Se escucha el ruido de los botines rozando el piso, del entrenador gritando y el pique de las pelotas.

Allí, en ese espacio, cada fin de semana de partido se ponen en juego las ilusiones de cada chico de, en un mañana, ser un futbolista profesional. Mientras tanto, se divierten con amigos y visten la camiseta azul y blanca del Artigas.

En la parte superior del club hay un gimnasio, construido en los últimos años. También se practica taekwondo y patín. Y hay un salón para treinta personas. La parte social se cultiva en el club: hay apoyo escolar para niños, encuentros de jubilados y reuniones.

Una mención aparte requiere la biblioteca. Tiene cerca de 2 mil volúmenes, algunos del Siglo XIX. Pese al poco uso de hoy en día, desde el club se encargan de ordenarla y cuidarla, para que se mantenga como un símbolo.

Alberto “Beto” Barabaschi hoy es el presidente. Rememorando su “recorrido”, comenta que iba al Biblioteca Artigas desde chico. Que luego empezó a hacer algún trabajo, después a pertenecer a alguna subcomisión. Así fueron creciendo las responsabilidades y se fue enganchando.

“Entonces la gente comenzó a pensar que podía hacerme cargo. Ahí uno piensa que no sabe, que no va a poder, que no va a tener tiempo, pero el corazoncito tira más, y una vez que se entra es muy difícil salir de ahí, por todos los sentimientos que se tiene”.

Desde 2009 maneja la dirección del Club Biblioteca Artigas, fundado en 1941 por un grupo de muchachos, de cerca de 18 años de edad. Entre ellos había algunos uruguayos, quienes donaron una bandera artiguista, celeste y blanca y con una franja cruzada roja. Entonces, el club tomó esos colores y el nombre del caudillo uruguayo.

El origen es pintoresco: había un terreno baldío. En el medio, se jugaba al fútbol. La secretaría funcionaba en un gallinero. Y en cuanto hubo un lugar cubierto, se formó la bilbioteca.

“Como en los clubes de la época, lo social, lo cultural y lo deportivo iban de la mano”, dice Barabaschi. Y comienza un racconto histórico del club, que podría ser el de cualquiera de sus contemporáneas instituciones barriales.

“Entre el ‘30 y el ‘50, los clubes pasaron momentos maravillosos. Se fundaban porque era algo que la gente necesitaba, se aglutinaban alrededor de ellos. Se hacían amigos, practicaban deportes, cultivaban la vida social”, narra “Beto”.

Luego vino un decaimiento. “Hubo etapas terribles en las que estas instituciones estaban mal vistas. Hay que recordar que los clubes de barrio en unas épocas eran los únicos lugares donde se votaba en Argentina. No se veía bien el hecho de juntarse a hacer pancartas, a vivar, a hacer reuniones muy grandilocuentes. Y al no tener esa capacidad de reunir a la gente, no tener cómo mantener la institución, los clubes se fueron deteriorando. Se empezaron a venir abajo, y la gente se empezó a ir”, explica con tristeza el actual dirigente, de 59 años.

Esa etapa, que define como complicada, duró muchas décadas. Tampoco ayudaba que la generación fundadora ya tenía cerca de 80 años y limitaciones físicas. Entonces se hizo necesario un recambio generacional.

Para describir el momento posterior, “Beto” Barabaschi traza la metáfora de una película muy famosa. Dice que el club vivió su “Luna de Avellaneda”, y que la dejó atrás, para poder, despacio, retomar la vida y la función de club de barrio en la sociedad. El presidente destaca que una institución como la suya no es una isla, sino parte de una sociedad: “todo lo que afecta a ella nos afecta a todos”.

“Hoy en día hay conceptos más individualistas de la vida social, ya no se juega en la vereda. Es importante que los clubes de barrio lo puedan mantener. El potrero se murió. Hoy los chicos no tienen más ‘amigos de la cuadra’. Yo salía a la puerta y me encontraba con diez pibes con los que jugaba todo el tiempo. Hoy los chicos no están en la calle, no saben quién vive al lado, tienen amigos del colegio, de inglés y no mucho más”, explica. Y sostiene que es por eso que las instituciones como Artigas quedaron como una de las únicas opciones para cumplir esa función social.

Llegando a la actualidad, el club se ha reactivado. Tiene cerca de 700 socios activos, un número que ha crecido en los últimos tiempos. “En estos cinco años, se ha duplicado el número. Es importante esta evolución y nos alegra”, dice “Beto”, quien hace 35 años vive a seis cuadras del Artigas.

Tiene argumentos para explicar el aumento de los socios. Uno es el crecimiento poblacional de la Ciudad de Buenos Aires. Y el otro, más específico, lo vincula con el aporte hecho por el Estado, a través de la Subsecretaría de Deportes de la Ciudad, que luego de la presión y la lucha de los clubes, que conformaron Asociaciones e hicieron pedidos, comenzó a otorgarles un subsidio económico.

Respecto a esto último, el presidente del Artigas destaca el diálogo que últimamente están teniendo con los clubes de barrio de la zona, como el Morán, El Talar, el Saber.

“Hemos aprendido que dentro de la cancha nos tenemos que pelear por nuestros colores pero afuera defender a todas las instituciones juntas. No podemos ir a reclamar por separado cada uno nuestros temas porque perdemos fuerza. Hay que hacerlo juntos”, dice convincente.

Cabe destacar que el problema más importante que están sufriendo en este momento tiene que ver con los aumentos en las tarifas de luz y de gas. “Se está discutiendo en distintos ámbitos. Hay un proyecto de Roy Cortina que hemos acompañado, hay otro de un legislador santiagueño, y estamos haciendo reclamos con presentaciones. Yo creo que va a salir, tardará un poco pero va a salir”, confía Barabaschi.

Y pone el ejemplo de AYSA, la empresa proveedora de agua, que le otorga un subsidio del 40%. El salto es significativo en el caso de la energía eléctrica en el Artigas: de 2 mil pesos que pagaban, ahora tendrían que abonar 9 mil. “Y se nos hace imposible porque no se puede subir la cuota, porque dejaríamos de cumplir la función social que tiene el club”, manifiesta el dirigente.

“Beto”, como muchos de sus compañeros directivos, tienen el club en la cabeza. Conocen números, actividades, personal. Viven logros, alegrías y complicaciones. Pero ya comienzan a pensar en el después.

“Es una responsabilidad de los actuales dirigentes formar cuadros para el futuro. Yo noto alguna deficiencia en los pibes en ese sentido. Uno los convoca, los atrae, pero hay una parte de la responsabilidad institucional que les cuesta, eso de ir a las reuniones, a las secretarías, a pelear para que nos den lo que nos corresponde. Si los convocás para pintar, para arreglar, para coser camisetas, banderas, estamos todos. En la parte de los papeles les cuesta un poco a los jóvenes de veintipico”, explica con claridad Barabaschi.

Pero su cierre es optimista: “Todavía estamos nosotros así que la posta se va a ir haciendo de a poco. Cuando no tengan más remedio yo creo que van a hacerse cargo y seguirá adelante la institución. Hay que pensar que hace cien años están estas instituciones y siguen en vigencia”.

Ojalá que así sea, para que el club de Agronomía continúe siendo un lugar de encuentro para tantos chicos de nuestros barrios.

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