Consideraciones en torno a una pregunta

Aldoscopio
Una pregunta, sus entreveros, los significados de felicidad y libertad, palabras y etimologías; los jesuitas y los guaraníes.

Por Aldo Barberis Rusca

Me preguntaban los otros días acerca de cómo hago para escribir estas columnas en las que normalmente comienzo desarrollando algún tema para terminar, luego de un derrotero sinuoso, desembocando en algún otro sin mucha relación aparente con el de origen ni con los intermedios.

La verdad es que esta pregunta suelo hacérmela yo también en la medida que algunas veces comienzo a escribir sin saber muy bien qué rumbo tomar y otras sabiendo a que destino pretendo arribar sin tener en claro desde dónde partir. Parecería ser que lo que sí está claro es que escribir, para mí, es una especie de aventura de descubrimiento.

Richard Feynman (Queens, 11 de mayo de 1918-Los Ángeles, 15 de febrero de 1988), uno de los físicos teóricos más importantes del siglo XX afirmaba que “la mejor manera de aprender algo es explicándolo”. Y esto, si bien no explica cómo, tal vez explique porqué escribo estas columnas; para entender.

¿Y qué es lo que quiero entender? La respuesta para esto es simple: ¡TODO! Y como es de costumbre, queriendo escribir sobre todo termino escribiendo sobre nada. O al menos sobre nada en particular.

Es así que entro en los textos sin brújula y sin carta sabiendo que el mejor camino, el que nos da felicidad, es siempre el que nos lleva a donde no esperábamos ir.

La felicidad suele ser el motor que guía mis acciones; busco ser feliz en cada acto de mi vida sabiendo que la única forma de serlo es haciendo feliz a otro.

Esto, que pudiera parecer un precepto sacado de un libro de autoayuda, se encuentra en el origen mismo de la palabra “felicidad”. Si existe un concepto difícil de definir es precisamente la felicidad, pero si algo podemos decir de ella es que siempre es la expresión de algo positivo.

En efecto, la felicidad es la cualidad de feliz y esta palabra procede del latín felix, feliz; que a su vez está relacionado con fecundo (fecundar, fertilizar) a través de fecundus (fecundo, fértil, abundante), fenus (ganancia, lucro), filus (hijo), fémina (mujer), fello (chupar) por la raíz indoeuropea dhe: mamar, amamantar; con lo que queda claro que la felicidad tiene que ver con el acto de dar y el de recibir.

Tal vez el hecho de ser cantante me ayude particularmente a entender esto. Atahualpa Yupanqui decía que “el canto es una flor que se muere si no se da”, y nada hay más cierto que esto; la única manera que tengo de disfrutar del canto es cuando lo entrego, cuando lo doy, cuando lo dejo ir y lo libero; es decir, lo hago libre.

Libre proviene del latín liber que, para los lingüistas, proviene sin dudas del indoeuropeo leudh, que está relacionado con la idea de crecer y desarrollarse y con la idea de pueblo, ya que en la antigüedad el pueblo estaba formado por las personas libres. Leute, en alemán es gente, gente del pueblo.

Pero volviendo a la felicidad, hay otra raíz indoeuropea que hace referencia a ella; prai, que se vincula con lo feliz y con lo agradable, lo querido, que genera inclinación y afecto y que se vincula con la paz y la amistad y de donde llegan a nuestros días Freund y friend, amigo en alemán e inglés. Pero también frei y free; libre en ambos idiomas. Freiheit, libertad, tenía originalmente el significado de “estar entre amigos”, “estar en comunidad”; es decir que la libertad consistía en ser feliz entre amigos.

Es decir que la libertad y la felicidad nunca se alcanzan solos, siempre necesitamos de otro; no podemos ser libres y felices lejos de nuestros amigos, de nuestra familia, de nuestra comunidad.

Cuando los jesuitas llegaron a América y crearon sus famosas misiones descubrieron que los Guaraníes tenían un profundo concepto de comunidad, al punto de considerar que si un miembro se enfermaba, todo el grupo se enfermaba y todo el grupo debía curarse.

La medicina que ellos consumían tenía por nombre caá y la obtenían de un árbol al que se trepaban para cortar hojas más maduras a las que después pasaban rápidamente por el fuego antes de dejarlas secar para que no perdieran su color.

Luego las molían y con ellas hacían una infusión que bebían de unas vasijas hechas con calabazas ahuecadas que se iban pasando de uno a otro sentados en ronda y filtrando las hojas sorbiendo el líquido por entre los dientes. Este método a los jesuitas se les antojó medio complicado con lo cual inventaron con una cañita un sorbete y a la calabaza le pusieron un nombre quechua: mate.

Así que cuando me preguntan cual es el recorrido que hago para escribir estas columnas, la respuesta es simple, “me cebo un mate y empiezo a escribir”

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