Coronavirus: confirmado, meterse el dedo en el culo evita la propagación

Aldoscopio

“¡murió el perro infectado con coronavirus!”. En realidad el perro no estaba infectado y murió de viejo a los 17 años.

“cuba entrega gratis tratamiento contra el coronavirius pero se vende al público por miles de dólares”. El medicamento no se produce en Cuba y no existen evidencias de que sea un tratamiento efectivo.

“¡en el hospital xxxx hay más de 40 casos y ya hay decenas de muertos!”. No existe ninguna evidencia de que esto sea mínimamente cierto.

Permanentemente recibimos este tipo de mensajes a través de las redes sociales e inmediatamente los reenviamos a todos nuestros contactos, tal vez con la esperanza de aportar información importante acerca de un mal que nos está afectando a todos.

Como primera medida debemos entender que la información es el bien más preciado que tenemos. Saber qué es lo que sucede, cómo y porqué sucede, cuándo y dónde sucede; puede significar la diferencia entre la vida y la muerte en muchos casos. Y no me refiero a una situación de riesgo como la actual sino en todos los órdenes de la vida. Por supuesto que en esta emergencia la información se vuelve crucial en todos los estamentos de la sociedad.

Los científicos que luchan contra el virus necesitan información acerca de los mecanismos que utiliza para infectarnos, sus formas de propagación, el estado actualizado de la enfermedad, etc. para crear las herramientas que permitan controlar y, eventualmente, erradicar la enfermedad así como para establecer la mejor forma de atención a los enfermos y, de ser posible, anticiparse al avance de la pandemia.

Los políticos requieren de información a fin de tomar las medidas de estado que eviten o retrasen la multiplicación de enfermos y para paliar las consecuencias negativas que esas medidas puedan acarrear a los ciudadanos. La pandemia en algún momento se irá pero dejará cicatrices sociales muy profundas.

Y los ciudadanos necesitamos información para manejar nuestro día a día, para cuidarnos a nosotros, a nuestro círculo más cercano y, en última instancia a toda la sociedad. La información acerca de las normas de higiene y de convivencia, las conductas a tomar ante cada eventualidad, dónde acudir, a quién llamar, etc. hacen la verdadera diferencia entre un tránsito seguramente incómodo pero seguro a uno que no tiene destino.

Y es en este punto donde aparecen estas informaciones falsas, “fake news”, creencias pseudocientíficas y teorías conspirativas generadas en no se sabe qué usina, pero difundidas por nosotros mismos con más buena voluntad que sentido común y produciendo un daño difícilmente cuantificable.

Realmente debemos entender que no tenemos la obligación de ser comunicadores, para eso están los canales correspondientes que tienen la obligación de bajar la información certera, verificada y verificable; y si así no lo hicieran serán pasibles de ser sancionados.

La buena voluntad sin buena información no es conducente. Recuerdo hace muchos años ante una inundación muy importante en la zona del litoral alguien con buena voluntad gestionó un cargamento de leche en polvo. Al llegar al lugar de acopio el encargado debió mandarlo devuelta ya que ocupaba un espacio enorme y era inútil al no tener libre disponibilidad en la zona de agua potable para preparar la leche.

Así que hágame, hágase y háganos un inmenso favor: Antes de darle “send” a cualquier cosa que reciba por Whatsapp, Facebook, Twitter, Instagram, o por el medio que sea, evite su propagación. ¡Métase el dedo en el culo!

Por Aldo Barberis Rusca

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