Educación especial: escuelas con historias de integración y superación

Educación Especial. Escuela 21 de Villa Pueyrredón
logo-nota-elbarriopueyrredonLas escuelas de educación especial suelen estar invisibilizadas, pero ofrecen un mundo poco conocido y una interacción única entre docentes y alumnos. En diálogo con nuestro portal, la docente Leonor Luna de la Escuela N° 21 “Rosario Vera Peñaloza” de Villa Pueyrredón cuenta los momentos más gratos de su tarea, y cómo deben sobrellevar los cambios por la cuarentena.

Por Mateo Lazcano

Cuando nos hacemos un retrato de una escuela, suele pensarse en niños y niñas, sentados en sus bancos, con sus cuadernos para aprender la lección o los temas que los docentes le indican para adquirir herramientas para desarrollarse en un ámbito entre pares y superiores.

Sin embargo, esa mirada deja afuera a otro tipo de educación, la educación especial con orientación en la discapacidad mental, que abre un submundo muy particular, con relaciones asombrosas entre alumnos y profesores, que incluye a jóvenes adultos, y cumple con dos funciones: la integración y la superación.

En Villa Pueyrredón, más precisamente en Obispo San Alberto 2379, está la Escuela de Educación Especial y Formación Laboral N°21 “Rosario Vera Peñaloza”. La institución tiene como tarea que los alumnos “alcancen el máximo desarrollo personal y social”, a través “de estrategias de integración y participación de estas personas” en distintos ámbitos. Leonor Luna es una de las docentes de la escuela.

En diálogo con nuestro portal, la profesora sostuvo que buscan preparar a los alumnos para una salida laboral. Asisten allí jóvenes de entre 15 y 35 años. Realizan talleres de distintos oficios, tutelados por los y las docentes, para que logren incorporar herramientas para poder desenvolverse con autonomía en el mercado laboral.

“Acá vamos a otro ritmo, se busca otro método de enseñanza”, dice Leonor, en comparación con la escuela normal. “Se forma un ambiente de convivencia que es como un club de amigos, muy cálido”, señala. La docente, en tanto, destaca que de no concurrir al establecimiento, muchos de esos jóvenes “se quedan todo el día en su casa viendo la tele”.

El estímulo y la integración, hacen una enorme diferencia. Y en el ámbito escolar logran una desenvoltura que sorprende hasta a sus más cercanos. “Muchas veces los padres creen que sus hijos pueden menos de lo que en realidad pueden. Acá, en muchos momentos nosotros aprendemos de ellos, nos pasa mucho con la tecnología por ejemplo”, cuenta la docente.

Leonor afirma que una de las mayores enseñanzas que debe incorporarse para alumnos y padres es la metáfora de la “liebre y la tortuga”. “No todo pasa por la capacidad intelectual. No importa a qué ritmo vas, al final llegás”, manifiesta en tono emotivo.

En muchas oportunidades el impulso de la escuela choca con la cruel realidad del mundo laboral, terreno de rechazos y discriminación. “Hay pibes que están bien, que si los ves en la calle no te das cuenta de su discapacidad. Algunas se embarazan, tienen hijos, muchos forman pareja”, dice. “Si ves cómo resuelven y se desenvuelven, con paciencia, descubrís que tienen muchísimas condiciones”, indica la educadora.

Por este motivo, Leonor pide por la vuelta de los cupos especiales que tenían distintas áreas del Estado para los que finalizaban su paso por este tipo de escuelas. Al mismo tiempo, solicita por la permanencia ilimitada de los alumnos, que hoy en día deben abandonar indefectiblemente la institución pasados los 35 años.

Otra de las falencias, y símbolos de la postergación de las escuelas especiales, tiene que ver con la ausencia de todo tipo de educación sexual. “Debería brindarse. Porque ahí también está el problema, para muchos padres ellos no son hombres o mujeres, son nenes. Y tienen que tener derecho al conocimiento del cuerpo y la sexualidad”, explica Leonor.

El impacto de la pandemia

La necesidad del contacto físico (sobretodo manual) y la cercanía tan necesaria en la educación especial no puede ser posible por el anormal escenario desde el aislamiento social obligatorio. A la suspensión de las clases le siguió un primer momento de “frialdad” en la “Rosario Vera Peñaloza”. Las normas previstas para mantener el vínculo eran muy estrictas, y permitían solo el contacto vía mail. Esto se topaba con el desconocimiento de las herramientas tecnológicas de muchos de los docentes y de padres de alumnos.

Luego de cierta insistencia, se habilitó la comunicación por WhatsApp. Desde entonces, cuenta Leonor, docentes y alumnos recuperaron parte del vínculo que tenían. “Ahora nos cruzamos audios, nos mandamos videos estimulándolos, ellos se muestran haciendo distintas actividades en sus casas, hacemos chistes. Si bien nos extrañamos mutuamente, es una forma de estar más cerca”, indica.

En esta etapa de cuarentena se entregan bolsones de alimentos para las familias. Pero esto, nuevamente, choca con muchos impedimentos que terminan atentando contra la ayuda. Con inconvenientes en los alumnos para viajar, desplazarse, muchos viven en provincia, terminan siendo sus padres (muchos de ellos mayores de edad) quienes deben tener que retirarlos.

El escenario futuro para el corto plazo no es el mejor para la Escuela 21 de Villa Pueyrredón. Como bien explica Leonor, las personas con discapacidad – en especial los que sufren síndrome de down – pertenecen al grupo de riesgo para el coronavirus. Tienen complicaciones respiratorias o cardíacas en su mayoría. Y se prevé que serán los últimos en regresar a las aulas.

Sin embargo, ese momento en algún momento llegará. Y retomará el sentimiento que, los educadores afirman, es incomparable y difícil de describir. “Te llenan el alma. Vos les das, y ellos también te dan”, cierra Leonor Luna.

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