Elecciones 2015: encrucijada nacional

Daniel Scioli y Mauricio Macri definirán quién será el próximo Presidente de la Nación el 22 de noviembre en el primer ballotage de la historia argentina. Mientras tanto, María Eugenia Vidal sorprendió a propios y extraños en la provincia de Buenos Aires. Pero el debate pasa por la gran pregunta: ¿A qué le llamamos cambio?

Por Fernando Casasco

El éxito de doce años de kirchnerismo no se comprueba en el triunfo (por escaso margen) de Daniel Scioli en las PASO y en la primera vuelta electoral. Se demuestra en que el propio candidato opositor, obligado por las circunstancias, cambió partes sustanciales de su discurso: como ya se sabe, Mauricio Macri trocó su opinión en torno a medidas clave de los últimos años como la nacionalización de YPF, de Aerolíneas Argentinas, la recuperación de los fondos previsionales y la consolidación de la Asignación Universal por Hijo.

Más recientemente, el PRO también debió dar marcha atrás en su oposición a la reforma de la ley de educación superior propuesta por legisladores kirchneristas y que garantiza la gratuidad de la enseñanza universitaria. Mientras que en Diputados el bloque macrista votó en contra de la iniciativa de manera unánime, en el Senado revió su posición y la ley salió sin disensos.

Quién se ausentó en la votación fue la senadora y candidata a Vicepresidenta por Cambiemos, Gabriela Michetti, a quien su función de legisladora parece abrumarla bastante: pocos días atrás también se mostró “arrepentida” de no haber votado a favor de la ley de matrimonio igualitario.

Si los miembros de Cambiemos muestran tantas coincidencias con políticas de fondo de los últimos años, el verdadero “cambio” al que parecen hacer referencia se debe – para muchos ciudadanos – más a las formas que al contenido.

Así, Macri vendría a representar un modo menos beligerante en el estilo de gobierno, con diálogo con la oposición y que no confronte con los grandes medios de comunicación, sin tocar las grandes líneas que favorecieron el crecimiento con (una aún incipiente, pero efectiva) inclusión social. Pero, ¿esto es así realmente?

Las dudas subsisten por las definiciones en cuentagotas que en políticas macroeconómicas vienen teniendo los referentes de la alianza opositora. Por un lado, el candidato presidencial habló de levantar el cepo a la adquisición de divisas extranjeras y aseguró que el precio del dólar lo pondrá el mercado. Asimismo, desde el PRO se asegura que se eliminarán las retenciones a los principales cultivos y el impuesto a las Ganancias a los altos salarios.

Este tipo de políticas restringe los ingresos del Estado, lo que provocaría un fuerte ajuste en su rol proactivo y un freno en la actividad económica. Entre los menores gastos se cuenta la reducción o eliminación de subsidios al transporte y la energía (confirmada por Michetti), lo que repercutiría negativamente en los bolsillos de los trabajadores y la clase media.

Para compensar los menores ingresos fiscales, el cuadro se completaría con mayor endeudamiento externo y la supervisión de las políticas económicas por parte de los organismos de crédito internacionales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial), cuya única receta se verifica actualmente en varios países de Europa: más ajuste, seguido de una desocupación creciente y el aumento de la pobreza.

Pero tal vez a muchos votantes no les importe tanto el cambio o la profundización de la política económica. Más parece haber prendido el discurso en el que todos pasamos de ser ciudadanos con derechos sociales a “vecinos” con reclamos municipales: la presencia policial, la iluminación, el asfalto, la recolección de la basura, etc.

El batacazo bonaerense

Como un tsunami que arranca con una ola que termina llevándose todo por delante, el macrismo logró convertirse en una corriente que atravesó el límite de la Avenida General Paz y el Riachuelo para desparramarse por la vecina provincia de Buenos Aires. El dato más resonante es el triunfo de María Eugenia Vidal y su mudanza a La Plata, para ocupar la gobernación de la provincia más grande de la Argentina.

Ausente casi todo el año de su puesto al frente de las sesiones de la Legislatura porteña, a la actual Vicejefa de Gobierno le resultaron más redituables las caminatas y “timbreadas” en territorio bonaerense, cuando pocos creían realmente en sus chances de triunfo.

Ahora será no sólo la primera gobernadora mujer de la historia de la provincia, sino además la que terminó con una hegemonía de 28 años del Justicialismo y gobernará a más de 16 millones de bonaerenses.

Esta politóloga de 42 años, nacida en el barrio de Flores y formada en la Universidad Católica, ocupará tan importante cargo al mismo tiempo en que su mentor en el “Grupo Sophia”, Horacio Rodríguez Larreta – a quien acompañó en sus pasos como directivo de Anses, el Pami y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación-, se ponga al frente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Como resaltamos algunas ediciones atrás: los tecnócratas tomaron el poder y esta vez por voluntad popular.

Pero si Vidal plantó bandera en un terreno hostil, no lo hizo sola: gran cantidad de intendencias de toda la provincia serán ocupadas por gente del PRO o de sus aliados radicales.

En el Conurbano, la política de convocar famosos – con la cual no pudo alcanzar éxitos en Santa Fe, Córdoba o La Pampa – le sirvió al partido de Macri para conseguir el triunfo en los municipios de Quilmes, con el cocinero Martiniano Molina, o Tres de Febrero, donde el periodista Diego Valenzuela superó al histórico Hugo Curto.

Asimismo, el actual ministro de Hacienda porteño, Néstor Grindetti será intendente de Lanús, tras ganarle por menos de 4 mil votos al secretario de Justicia de la Nación, Julián Alvarez; el marido de la gobernadora electa, Ramiro Tagliaferro, desplazó al sabbatellismo en Morón; y Nicolás Ducoté se impuso en Pilar.

Jorge Macri, otrora único representante “amarillo” en el Conurbano, revalidó sus títulos en Vicente López. El primo de Mauricio podría ocupar un lugar relevante en el gabinete de Vidal junto a otra espada política del Pro: el peronista Cristian Ritondo.

La costumbre porteña

En la ciudad de Buenos Aires, el macrismo revalidó sus títulos. La fórmula de Cambiemos superó el 50% de los votos, dejando en menos de la mitad al binomio del Frente para la Victoria (24,09%). El arrastre de Macri alcanzó para que se imponga también por amplio margen su lista de Diputados, encabezada por la incombustible Patricia Bullrich.

La nómina encabezada por la ex ministra de Trabajo del gobierno de la Alianza obtuvo el 45,79% de los sufragios y 6 de las 12 bancas en disputa: acompañarán a Bullrich en la Cámara Baja, el diputado reelecto Pablo Tonelli, Marcelo Wechsler (cercano al rabino Bergman), la también reelecta Cornelia Schmidt, el ex legislador Álvaro González y el ex directivo de Greenpeace Juan Villalonga.

Cambiemos también obtuvo la única banca para el Parlasur en disputa, que será para Pablo Avelluto, coordinador del Sistema de Medios Públicos del Gobierno de la Ciudad.

Por su parte, el kirchnerismo no logró mejorar en forma significativa los guarismos alcanzados en las elecciones locales, pero al menos obtuvo el segundo lugar: la lista de candidatos a diputados, encabezada por el ministro de Economía, Axel Kicillof, recogió el 22,40% de los votos, y consiguió tres bancas. Las otras dos serán para la ex ministra de Defensa Nilda Garré y el referente de La Cámpora Andrés Larroque.

El massista frente UNA consiguió dos bancas que serán para Marco Lavagna (economista, hijo del ex ministro de los gobiernos de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner) y Carla Pitiot. En tanto, la Alianza Progresistas, que tuvo una mala elección en la categoría presidencial, superó el 8,5% en su lista de diputados, renovando su escaño Victoria Donda.

Ahora, de cara al 22 de noviembre, la disyuntiva parece pasar por definir entre cambio y continuidad. Y si se elige el cambio, de qué tipo. El pueblo, con su voto, responderá el dilema.

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