Huerta de la Escuela N° 2 Gral. Acha: “Promovemos el aprender haciendo”

Huerta Escuela Gral Acha de Villa Ortuzar
Desde hace un año y medio, la Cooperadora de la Escuela Nº2 “General Mariano Acha” de Villa Ortuzar (Comuna 15) sumó el proyecto de una huerta en sus instalaciones. Rápidamente fueron incorporando elementos pedagógicos y vinculando a familias y docentes, transformándolo en una iniciativa que apunta a la idea de “construcción de y en la comunidad escolar”.

Por Mateo Lezcano

La Cooperadora de la Escuela Nº2 DE 14 “General Mariano Acha” de Villa Ortuzar (Comuna 15) tiene entre sus iniciativas comunitarias un proyecto innovador, que involucra a estudiantes, docentes y toda la institución. Hace algo más de un año, instalaron una huerta dentro del patio del establecimiento escolar, que es cuidada y trabajada por el alumnado, con un crecimiento constante. Así, logran unir elementos clave como el sentido de pertenencia, la idea de comunidad y la propia educación ambiental, en tiempos de cambio climático.

Todo nació en el año 2022, en el marco de proyectos escolares fomentados desde la Cooperadora. En ese momento se produce un cambio institucional muy relevante para la escuela situada en Roseti 1452, ya que se convirtió en bilingüe, dejando atrás la lógica de “escuela de reformulación” que le había permitido incluir talleres por ciclo, en los que alumnos y alumnas, y docentes de distintos grados interactuaban de manera integradora.

Huerta Escuela Gra. Acha de Villa Ortuzar
Ante esa nueva realidad, la Cooperadora debatió qué proyectos podían reemplazar a los desarrollados años anteriores y acercarse al perfil histórico, y surgieron dos: la huerta y una juegoteca.

“Durante una jornada de arreglo y mantenimiento llevada adelante y financiada por la Coope en ese año, se construyeron los primeros cajones huerteros. Fue así que arrancó la huerta del Acha”, describen Soledad y Yolanda, integrantes de la asociación, quienes, junto a Virginia, docente, hablaron con nuestro medio.

Rápidamente, la huerta incorporó aporte técnico de las familias y la colaboración de la huerta de estudiantes y graduados de la Tecnicatura en Producción Vegetal Orgánica de la Facultad de Agronomía de la UBA.

A partir de allí, el proyecto se fue consolidando, y sumó algo fundamental para la organización: la metodología de cuidado. “Desde principio de este año nos reunimos cada quince días para trabajar en la huerta con los primeros grados. A medida que se van apropiando del proyecto, tanto docentes como alumnos, se van sumando más grados con la ampliación de la propuesta a un jardín de plantas nativas y mariposas”, cuentan las entrevistadas.

Huerta Escuela Gra. Acha de Villa Ortuzar
A la hora de definir de dónde surgió la inspiración para avanzar en primera instancia con esta movida, señalan que lo hicieron “de experiencias en otras huertas escolares, y de las propias familias, que tienen las suyas o se han vinculado a iniciativas comunitarias”.

“Pensamos que este proyecto podía promover y reflejar el trabajo colectivo y mancomunado entre diversos actores de la comunidad educativa, la aplicación de los contenidos curriculares, y el derecho de las infancias a un medio ambiente sano y a la soberanía alimentaria”, aseguran Yolanda, Soledad y Virginia.

“En este equipo que hemos formado, creemos en la importancia de cuidar los derechos de niños y niñas a recibir educación”, agregan, y sobre este punto, recuerdan que rige la Ley de Educación Ambiental que “nos convoca a trabajar reconociendo la importancia de pensarnos como sujetos que podemos generar un cambio en cómo intervenimos sobre los ambientes que nos rodean”.

“Ante este escenario, garantizar que las y los niños puedan acceder a contenidos de educación ambiental como por ejemplo que puedan pensar cómo generar alimentos tanto para consumo propio como colectivo, que puedan elaborar propuestas para sostener el riego en climas de sequía, que puedan apreciar plantas nativas y cómo interactúan con otras especies, es fundamental para construir una sociedad más justa, responsable y respetuosa del ambiente”, aportan sobre la misma idea.

Y plantean que, en la huerta, el alumnado “se posiciona como sujeto activo en su propio aprendizaje, ya que la huerta es un dispositivo que posibilita el aprendizaje significativo, y promueve aprender haciendo, en términos de contenidos y de habilidades”.

Uno de los factores de crecimiento en este año y medio, es el hecho de que hayan podido articular un trabajo con los docentes de cada grado, planificando actividades. Así, han propiciado salidas didácticas a la huerta comunitaria vecina “La Ruda” y otra a los corredores biológicos de la Facultad de Agronomía, por ejemplo.

Por eso, no dudan en asegurar que este proyecto “es una muestra de la construcción de y en la comunidad escolar. La idea de vincular una propuesta de aprendizaje, con el espacio barrial y comunitario, fue un aporte clave para trabajar puertas adentro de la escuela y también extramuros, con la comunidad de la que somos parte”, aseguran.

La Cooperadora, más allá de la huerta

Cabe destacar el historial que la Cooperadora de la Escuela Acha tiene en las luchas y actividades colectivas que se hacen en Villa Ortúzar y la Comuna 15, como la celebración del cumpleaños del barrio, la resistencia a la demolición del Galpón de Ortúzar o la ayuda a los damnificados del incendio de principios de año en el asentamiento de Charlone.

“Desde la Coope tejemos redes y participamos de instancias de articulación territorial, porque creemos que, en la construcción de la identidad barrial, así como en las distintas formas de solidaridad y organización comunitaria se aprende ciudadanía, participación, se aprende a valorar lo común, la importancia de los espacios colectivos. En ese sentido, creemos que la educación pública tiene que estar presente”, definen las entrevistadas.

En lo organizativo, la Cooperadora funciona con comisiones de trabajo, las cuales abren la convocatoria a quienes la deseen integrar en forma periódica. Y desde ellas se realizan reuniones con cuatro pilares: de la propia Comisión Directiva, para planificar líneas de acción; con las familias, para recibir inquietudes e impulsar actividades como las jornadas de mantenimiento; y con la conducción de la escuela, para visibilizar las necesidades de la institución y resolver lo que pueda hacerse.

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