Nisman: Mitos y verdades de
las pericias sobre su muerte

Controversias en torno al informe
de la junta médica y de gendarmería |


Las conclusiones contrapuestas de los estudios iniciales y los que ahora presentó la fuerza de seguridad implican la revisión de todas las hipótesis. Objetivo final: cambio de carátula. Incómodo mensaje de la Corte y malestar del Cuerpo Médico Forense. Inconsistencias de las últimas conclusiones en un caso politizado y con destino de impunidad.

Por Gabriel Morini

¿Puede una pericia técnica basada en los mismos elementos de análisis dar resultados y guiar conclusiones absolutamente contrapuestas? En la causa que investiga la muerte del fiscal Alberto Nisman parece ser posible.

El fiscal Eduardo Taiano – en el fuero federal – acabó de recibir un informe realizado por Gendarmería Nacional en el que se señala que Nisman fue asesinado, y que su muerte se ubicó entre las 2 y las 3 de la mañana del domingo 18 de enero de 2015.

Pero fue más allá, incluso, que lo que había planteado la querella de su familia en el reporte inicial, y concluyeron que dos personas participaron de su muerte en el estrecho baño de su departamento en el edificio Le Parc, de Puerto Madero.

Pese a la controversia y el malestar generado en el seno del Cuerpo Médico Forense, autores del primer informe donde se descartaba la posibilidad de que exista participación de terceros, el expediente más tarde o más temprano cambiará su carátula de “muerte dudosa” a “homicidio”, con mayores implicancias políticas, más allá de lo jurídico.

Que la investigación llegue a dar con los sicarios que habrían participado, según esta hipótesis, se aleja del horizonte de posibilidad. Si esto ocurre así, esta causa seguiría los pasos del caso AMIA atravesado por intereses políticos y judiciales, años de impunidad, y ausencia de pistas sólidas.

El informe de Gendarmería se realizó sobre fotografías, radiografías, videos y material utilizado por los especialistas del cuerpo Médico Forense que depende de la Corte Suprema de Justicia.

Horas antes de que se presente de manera oficial, luego de haber sido profusamente filtrado a medios de comunicación, la Corte emitió un escueto y enigmático comunicado destinado a despegarse de los primeros resultados, que fortalecían la hipótesis de suicidio.

El breve mensaje firmado por todos los jueces supremos repasaba una obviedad: la Corte no ordenó pericias en el caso Nisman ni es responsable por su contenido. Sabido es que ninguno de los jueces de la Corte participa de autopsias, las ordena o verifica sus resultados.

Sin embargo, lo llamativo de la comunicación tuvo una segunda lectura. No quedar asimilado a las conclusiones que habían dado los expertos que orgánicamente dependen del máximo Tribunal. Fuentes del Palacio de Justicia informarían luego de que solamente tienen una dependencia funcional y administrativa con el Cuerpo Médico Forense a través de la Dirección Pericial, y que el órgano (que agrupa a los principales especialistas forenses del país) se auto regula en cuanto a la operatividad, sin injerencia de la Corte.

Hasta arriesgaron que en la Corte ya no les resultaba de interés conservarlos bajo su órbita y que bien harían en colocarlo bajo otro sector dentro (o fuera) del Poder Judicial. Insistieron con la necesidad de una policía judicial, al estilo de la serie norteamericana CSI.

Lejos de la ficción televisiva, los exámenes y pericias que se hacen en nuestro país cuentan con infinitas limitaciones más allá de la fantasía. Se aplican técnicas basadas en protocolos y los especialistas se sientan luego a redactar el cúmulo de conclusiones que integrarán el informe final a ser elevado a la justicia.

Allí determinaron que no había rastros de sustancias que pudieran haber tenido a Nisman sin conciencia al momento de producirse el disparo; que las manchas de sangre en sus manos coincidirían con una empuñadura del arma; que no hubo espasmo cadavérico – un gesto que deja endurecidas las manos en casos de suicidio – ya que por la cantidad de sangre encontrada hubo un tiempo de agonía (no especificado, entre que se produjo el disparo y que finalmente falleció); que la sangre que había salpicado distintas partes del baño se correspondía con los efectos de un disparo a corta distancia y que no había elementos para sospechar que el cuerpo fuese movido.

Estudios complementarios hallaron en el departamento huellas y ADN de Nisman, su madre y del informático Diego Lagomarsino, imputado por haber entregado el arma que fue disparada. Los expertos del Cuerpo Médico descartaron utilizar técnicas de “humor vítreo”, por registrar imprecisiones.

Ubicaron la hora de la muerte entre la mañana y el mediodía de ese fatídico domingo. Esto ubicaría lejos a Lagomarsino de la escena y coincidiría con una serie de consultas y búsquedas por Internet hechas desde la computadora del fiscal pasadas las 7 de la mañana. En el último informe no se precisa cómo se habrían dado a la fuga las personas que participaron del hecho.

Otra lectura posible del comunicado de la Corte podría indicar que se preservan ante la disyuntiva de que en un futuro giro de la causa deban expedirse sobre qué pericia es más válida que la otra. Especulaciones.

La Gendarmería apoyó las conclusiones de su resonante informe en la presencia de ketamina en el cuerpo de Nisman. Eso, más allá de no haber sido detectado en el primer informe (y con dudas sobre si esa sustancia habría actuado como somnífero si estaba metabolizada) permitió a los expertos de la fuerza sostener que el fiscal fue llevado al baño de su departamento de forma forzada. Y que allí, recibió por parte de sus asesinos golpes con el objetivo de reducirlo.

Hablaron de una fractura del tabique nasal previa al disparo, de un golpe en la pierna (utilizado para ponerlo de rodilla en el suelo) y de otro golpe en los riñones. Los peritos del Cuerpo Médico descartaron cualquier fractura en el rostro, dijeron que el golpe que tenía en la cabeza era fruto de la caída tras el disparo y que los otros golpes eran de data más antigua. El común denominador de la ciudadanía desconoce que esas conclusiones – en ambos estudios – se hicieron solamente a partir del análisis de radiografías del cuerpo del fiscal.

Los expertos que participaron de la autopsia inicial no detectaron fractura alguna ni signos de golpe en la cara del fiscal. Por lo bajo, y en medio de una creciente bronca por la desautorización deslizaron que era ridículo utilizar esa radiografía porque allí no se vería si eso habría ocurrido realmente.

La Gendarmería – que ahora deberá avalar su estudio ante la justicia – aseguró que uno de los asesinos gatilló el arma contra un Nisman desvanecido y sostenido por otro sicario sin que el arma tuviera contacto con las manos, arrojó el arma al suelo y escapó del baño.
Mientras que el otro, además de esquivar las manchas de sangre que se esparcieron en todas direcciones, y que el Cuerpo Médico Forense sostuvo que no habían tenido ningún obstáculo que las frenase, depositó el cuerpo de tal forma que no solo no dejó marcas ni pisadas, sino que atravesó la puerta y cerró la misma con la cabeza del fiscal trabándola de manera interna. De esa forma describió la madre de Nisman, entre otros, la escena que encontró cuando finalmente pudo acceder al departamento.

Trece peritos firmaron el informe final de la Junta Médica convocada por la fiscal Viviana Fein para resolver las diferencias en tornos a las causales de la muerte de Nisman, encabezados por Roberto Luis María Godoy, decano del Cuerpo Médico Forense. Junto a él, estamparon sus firmas de manera coincidente con las conclusiones sobre las 24 preguntas que la fiscal formuló los doctores Fernando Claudio Trezza (Director Administrativo de la Morgue Judicial) y Carlos Alberto Navari (director médico de la Morgue).

Lo mismo hicieron las médicas legistas María Alejandra Preibisch, Celmina Guzmán y Gabriela Ester Piroso (encargada de la autopsia al cadáver). Alfredo Mario Sapag, Jorge Pereyra (perito radiólogo de la Justicia Nacional) y Ana María Perkins (toxicología) avalaron las conclusiones, junto a Héctor Enrique Di Salvo (perito tanatólogo), Adriana Claudia D’Addario (Jefa del Laboratorio de Patología), Luis Alfredo García (anatomopatología) y Oscar Ignacio Rosetti .

“Ninguna de las observaciones contenidas en los aspectos médico-legales del informe técnico elaborado por la querella, en forma individual o en conjunto, indican con certeza pericial médico-legal que se haya tratado de un hecho homicida”, habían indicado en contra posición al informe presentado “unilateralmente” por la querella que representaba a Sandra Arroyo Salgado, exesposa del titular de la UFI AMIA.

La querella nunca sostuvo que fueron dos personas, nunca identificó una fractura y siempre sostuvo que un asesino utilizó la mano del fiscal para producir el disparo basado en las marcas de sangre que quedaron.

Las contradicciones indican que lejos de esclarecerse, la causa ingresa en un espiral desconocido de pruebas, cuyos objetivos y alcances parecen también ubicarse en el plano de la intriga.

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