En estos meses el Centro Murga Soñadores de Villa Pueyrredón articuló su trabajo solidario con la parroquia Corazón de Jesús ubicada en el Barrio Gral. San Martín (los “Pabellones”). Dicen que febrero es sinónimo de música y baile en las calles, pero no pondrán en riesgo la salud de sus integrantes.
Por Juan Manuel Castro
En el barrio Gral. San Martín (los “Pabellones”) no se escuchan los bombos ni deambulan las levitas rojas, grises y bordó. En el horizonte de vecinos que toman sus primeros mates al aire libre tras meses de encierro, se ve el ir y venir de quienes integran el Centro Murga Soñadores de Villa Pueyrredón. Ante la urgencia y los estragos de la pandemia, hicieron causa común con la parroquia Corazón de Jesús (General Paz 5370) y se encargan de acciones solidarias como entregar platos de comida caliente a cientos de personas afectadas.
“No se dudó ni un segundo en salir a la calle a juntar alimentos, a hacer ollas”, cuenta Carlos “Caco” Jesús, director de la murga creada en 1999 que cuenta con 250 integrantes. “Con los años entendimos que teníamos la capacidad para asistir a la gente que más lo necesita. Colaboramos en el Operativo Frío (para gente en situación de calle), en las inundaciones de 2013, el año pasado cargamos un micro con comida y recorrimos la Comuna 12. En pandemia se consolidó ese trabajo al hacerlo junto a la parroquia”.
“Este laburo lo hacíamos en un pequeño local, luego comenzamos a trabajar en (la parroquia) Corazón de Jesús, con acuerdo del padre. Se abrieron otras posibilidades. El equipo de la murga se transformó en una especie de fundación, un proyecto donde todos vimos la urgencia de salir. Al comienzo entregábamos 30 raciones y en los meses más duros llegamos a 400”, agrega. Primero lo hacían los domingos y luego pasaron a los viernes.
Omar Zenobi, segundo director de Soñadores, dice que esta acción solidaria ayudó a derribar prejuicios: “Mucha gente miraba a la murga como los borrachos y faloperos que tocan todo el día el bombito. Nos vieron trabajando con la gente de la parroquia y notaron que había una intención genuina de ayudar en un momento difícil”. Señala que casi un centenar de murgas porteñas estuvieron al frente de ollas, percheros y colectas solidarias en pandemia.
El Sordo, El Rasca, Vivi, El Mono, Juancito, por solo nombrar algunos, ya no eran “esos ruidosos” del barrio Gral. San Martín sino que adquirían una perspectiva más profunda, ligada a la identidad del barrio y sus problemáticas. “Pensaban que nos íbamos a robar la cruz y tomarle el vino al cura. La gente vio cara a cara el trabajo social de la murga y eso los motivó a hacer más donaciones, porque saben que van a ir a quienes más lo necesitan”, afirma Omar.
Sobre estas y otras acciones, “Caco” comenta: “Es una integración total la acción social. Los comerciantes nos hacen donaciones en forma periódica. Hay gente que va al almacén y compra dos paquetes de fideos, uno para donar acá. No tienen para comer, pero quieren ayudar. El humilde ayuda al humilde, la gente del barrio se ayuda entre sí”.
En esta sintonía, contaron que, días antes del 24 de diciembre, el Papá Noel Soñador visitará el barrio para entregar juguetes. “Uno de la murga se vestirá de rojo para sacarse fotos con los niños, durante una jornada con protocolos”. Por eso, hasta último momento reciben donaciones en la parroquia. Piensan hacer una actividad similar en Reyes. La murga – dice Caco – apunta a futuro a seguir trabajando con la idea de armar un centro cultural, consolidar una asociación civil y manejarse como una institución.
Un febrero silencioso
El carnaval es el evento público al aire libre que más gente convoca en la Ciudad de Buenos Aires, con una treintena de corsos ubicados en esquinas históricas, organizados en algunos casos por las mismas agrupaciones murgueras. “El otro día estaba acá sentado bajo un árbol, acurrucado, pensando un febrero sin carnaval. No me podía ni mover. Imaginaba que llegaban las ocho de la noche, callado, y tener que acostarme a dormir temprano. Todo eso después de una vida con 40 años donde febrero es sinónimo de carnaval”, reflexiona “Caco”.
Al cierre de esta edición, el Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DISPO) continuaba vigente, con la mayoría de las actividades económicas y sociales habilitadas. De a poco, regresaban recitales, teatro y otros espectáculos con público reducido. En cuanto al carnaval, el Gobierno porteño, a través de su Ministerio de Cultura, dejó trascender que hay planes para un febrero con presentaciones murgueras en espacios como el Anfiteatro del Parque Centenario o actividades por streaming.
“Hay una sensación de tristeza de no saber qué va a pasar en concreto. Estamos entre la espada y la pared. Escuchamos la propuesta, pero implica presentaciones con alrededor de 30 murgueros. Nosotros somos 250. Cómo le decís a la gente Vos sí te presentás, vos no. También, cómo hacés para decirle a la gente que no te vaya a ver. Es un quilombo”, dice Omar.
“Caco” agrega: “Nosotros como directores, que tenemos la firma, no vamos a correr el riesgo de que se enferme uno de la murga y que contagie a un familiar que luego muera. Dentro de la murga pasamos mucha tristeza por familiares y conocidos muertos durante esta pandemia”.
Para Viviana, murguera de toda la vida e integrante de Soñadores hace poco, mucha gente de esta y otras murgas se irán para Provincia, en caso de que allí se habiliten los carnavales presenciales. “Puede que haya gente que se enoje porque Soñadores no salga, pero no vamos a exponernos. Con las tareas solidarias no se contagió nadie, no vamos a generar una situación ahora”.
Otra muestra de un verano atípico es la falta de ensayos. Cuentan que si bien tienen el permiso oficial, no hacen prácticas para no molestar en este momento a vecinos con problemas de salud. Hubo ensayos de los músicos y artistas de escenario, pero a la altura de la colectora de la avenida General Paz, que también pausaron. “El Mono que se encarga del área está trabajando en cosas nuevas, para motivar. Mientras tanto, tenemos el grupo en alerta”.
Y concluye “Caco”: “Somos una murga de calle. De 250 personas como una topadora, un tsunami, en cada presentación. Ya en abril pensamos el carnaval siguiente y en julio nos ponemos a ensayar material nuevo. Febrero es sinónimo de carnaval, de alegría. No tenerlo es sacarnos un pedazo del alma, pero el bienestar de la gente de la murga está por encima y no vamos a correr riesgos porque la pandemia no terminó”.
Colecta solidaria Soñadora
Todos los lunes de 18 a 20 horas se reciben juguetes en la Parroquia Corazón de Jesús, en el barrio Gral. San Martín, Av. Gral. Paz 5370.
“Acercanos tu juguete en buen estado que ya no uses para darle felicidad a otro niñ@. Danos una mano para que esta navidad a ningún chic@ le falte un juguete”